La percepción del Islam, siglos VII-XII

Autor del artículo: FUNCI

Fecha de publicación del artículo: 28/12/2015

Año de la publicación: 2015

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PARTE I

Las primeras manifestaciones de diabolización del Islam, considerado como una herejía más del cristianismo, comenzaron en el siglo VII y se centraron en la figura del Profeta, con el fin de frenar la supremacía de la cultura islámica en el Mediterráneo.

¿Qué es la islamofobia?

Quizá debiéramos precisar el término islamofobia, de reciente acuñación -al igual que otras fobias que han aparecido en los últimos tiempos-, como el rechazo que una parte de la población mundial, llamada «sociedad occidental», tiene hacia todo lo que se relacione con el Islam.

Aunque es palabra relativamente reciente, y no hay un consenso sobre todo lo que puede alcanzar su significado, desde hace unos años vienen elaborándose ciertas valoraciones jurídicas sobre su contenido, siendo recogida en sus textos por organismos internacionales como la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia del Consejo de Europa (CERI) desde el año 2000. También, la Recomendación de política general nº 5 [CRI 2000] “Sobre la lucha contra la intolerancia y las discriminaciones hacia los musulmanes” y especialmente desde los últimos atentados terroristas.

Procedente del Consejo de Europa, aparece además en otro informe elaborado en 2005 “La islamofobia y sus consecuencias en la juventud”, en donde se habla de la islamofobia como “… el temor o los prejuicios hacia el Islam, hacia los musulmanes y todo lo relacionado con ellos. Ya sea bajo la forma de manifestaciones cotidianas de racismo y discriminación, o bajo otras formas más violentas, la islamofobia constituye una violación de los derechos humanos y una amenaza para la cohesión social.”

Quizá los contenidos más claros sobre la islamofobia, elaborados en 1997 por la ONG Runnymede Trust y recogidos en el informe elaborado en Diciembre de 2006 por el Observatorio Europeo de Racismo y Xenofobia (EUMC) (pág. 43), aún con ciertas modificaciones conceptuales que se hayan podido agregar desde esa fecha, consideramos que permanecen completamente vigentes:

Así en el citado documento se define la islamofobia sobre la base de los siguientes puntos:

  1. Se considera al Islam como un bloque monolítico, estático y reacio al cambio.
  2. Se considera al Islam como una realidad diferente y “otro”. No tiene valores comunes con las demás culturas, no se ve afectado por estas últimas, ni influye en ellas.
  3. Se considera al Islam como inferior a Occidente. Se le percibe como bárbaro, irracional, primitivo y sexista.
  4. Se considera al Islam violento, agresivo, amenazador, propenso al terrismo y al choque de civilizaciones.
  5. Se considera al Islam como una ideología política utilizada para adquirir ventajas políticas o militares.
  6. Las críticas a Occidente formuladas por el Islam son rechazadas de forma global.
  7. La hostilidad con respecto al Islam es utilizada para justificar prácticas discriminatorias hacia los musulmanes y la exclusión de los musulmanes de la sociedad dominante.
  8. Se considera que la hostilidad contra los musulmanes es natural y normal.(EUMC, Diciembre 2006, recogidos en Documentos Casa Árabe nº 1/2007, pp. 43-44)

A estos 8 puntos básicos, que resumen los contenidos de la islamofobia actual, aún podríamos añadir algunos más, como:

“Se utiliza la hostilidad y el rechazo hacia el Islam, hacia su manifestación religiosa, social o de cualquier tipo, como instrumento de autoafirmación de los valores autóctonos occidentales y especialmente de los considerados ‘valores históricos nacionales o supranacionales'».

Todo ello, con claras connotaciones racistas y xenófobas, que nos recuerdan los episodios anteriores a la Segunda Guerra Mundial.

De hecho, la gravedad implícita es tan grande que, para aminorarla o paliarla, ya hay muchas web en internet y en las redes sociales, que invitan a sus simpatizantes, a no tener miedo a ser tachados de islamófobos, y a manifestar su abierta hostilidad hacia el Islam, “en aras de la defensa de sus valores históricos.”

Sin embargo esa hostilidad hacia el Islam, no es de tiempos recientes. Con diferentes perspectivas y distintos intereses, pero con similares contenidos, se ha manifestado un rechazo al Islam, a través de la historia, desde la Alta Edad Media.

¿Qué pasó en la Alta Edad Media?

Quizá se pregunten qué necesidad hay de conocer lo que pudo pasar en la Alta Edad Media. Sin embargo, los aconteceres de nuestra historia hay que conocerlos desde su origen, y esencialmente hay que estar informado de las vicisitudes de su génesis, pues la falta de información acerca a pasos agigantados a la ignorancia.

Esa falta de información veraz sobre el Islam y sus manifestaciones, y por tanto, la existencia generalizada de una gran ignorancia, basada en tópicos seculares y pensamientos reduccionistas de actualidad, es lo que hemos advertido a través de las actividades culturales y cursos a profesorado que desarrollamos desde hace años en la Fundación de Cultura Islámica.

Ya investigadores como Umberto Eco han señalado que la génesis del pensamiento moderno se fraguó en la Edad Media, a pesar de que hoy nos parezca tan lejana y extraña.

Eco en su ensayo Diez modos de soñar la Edad Media, que en la edición en castellano, lleva el título de De los espejos y otros ensayos, afirma:

“De hecho, tanto estadounidenses como europeos son herederos del legado occidental, y todos los problemas del mundo occidental surgieron en la Edad Media: lenguas modernas, ciudades mercantiles, economía capitalista (además de bancos, cheque y tipos de interés preferenciales) son invenciones de la sociedad medieval. En la Edad Media presenciamos el auge de los ejércitos modernos y el concepto moderno de estado-nación, así como de la idea de una federación supranatural (bajo el estandarte de un emperador alemán elegido por una Dieta que funcionaba como una convención electoral); la lucha entre pobres y ricos, el concepto de herejía o desviación ideológica e incluso nuestra noción contemporánea del amor como un tipo de felicidad tremendamente infeliz. Podría añadir el conflicto entre Iglesia y Estado, los sindicatos (aunque con forma corporativa: los gremios) y la transformación tecnológica del trabajo.” ( Umberto Eco, De los espejos y otros ensayos, Lumen, Barcelona, 1998)

A esta enumeración, añade Karen Amstrong:

“También podría haber añadido el problema del Islam. Después de la Edad Media los occidentales perpetuaron muchas de las antiguas mitologías medievales.” (…).

(Karen Amstrong, Mahoma. Biografía del Profeta, p. 40, Tusquets, Barcelona, 2005)

La negación de un nuevo mensaje monoteísta

El rechazo hacia el Islam por parte de la sociedad europea medieval, en un principio, e integrado más tarde en la llamada sociedad occidental, viene mostrándose desde los primeros tiempos de la aparición del Islam, es decir, el siglo VII d. C.

Las causas del rechazo, y por tanto de la oposición a cualquier cuestión que tuviera que ver con el Islam, fueron muy diversas:

1.- Temor a un movimiento político-religioso pujante que se iba extendiendo, a los pocos años de su surgimiento en el siglo VII, y rápidamente, desde Arabia hacia los decadentes imperios bizantino y persa.

2.- Temor a que el cristianismo imperante en el siglo VII en toda la cuenca del Mediterráneo tuviera que ceder su primacía como ideología religiosa, en aras de otra ideología religiosa, muy semejante en muchos aspectos, pero con bases más sencillas que avalaban su propagación.

3.- La proliferación, unos años después de la muerte de Cristo, de ramas desgajadas del cristianismo que interpretaban de forma distinta la doctrina de Jesús y la concepción en torno su persona, de como lo hacía la corriente paulista, instaurada como oficial, en todo el ámbito del imperio romano. Esto hizo que quienes seguían esta corriente paulista de interpretación oficial calificaran a las demás como herejías. Así proliferaron “herejías” como:

  1. Adopcionismo (niega la naturaleza divina de Jesús).
  2. Anomeismo (Aecio y Eunomio. S. IV): La esencia de dios Padre y del Hijo son completamente distintas.
  3. Apolinarismo (Apolinar, obispo de Laodicea, S. IV): Niega la naturaleza humana de Jesús.
  4. Arrianismo (Arrio, obispo de Alejandría, s. IV): El hijo no tiene la misma naturaleza que el padre.
  5. Bogomilos: Herejes cristianos de la Tracia (s. X), vinculados al maniqueísmo, que negaban los sacramentos, la Trinidad y el nacimiento divino de Cristo. Se extendieron por los Balcanes durante el s. XV.
  6. Catarismo: Corriente del sur de Francia (s. XI). Afirma la existencia de dos principios opuestos (el bien y el mal). Vinculado a los albigenses.
  7. Docetismo: Herejía de los primeros tiempos del cristianismo. El cuerpo de Cristo es sólo una apariencia y su pasión y muerte no fueron reales.
  8. Ebionismo: Extendida entre los judeocristianos del siglo I. Jesús sólo es un hombre, hijo de José y María. Es un profeta, pero no es el hijo de Dios.
  9. Encratismo: Tendencia rigorista defensora de una ascesis radical, que se desarrolló en oriente, ss. II al IV.
  10. Homeismo: Según el cual el hijo es igual al padre en todo, pero no es consustancial con Él.
  11. Iconoclasia: Movimiento surgido en la iglesia bizantina (ss. VIII-IX) que rechaza el culto a las imágenes y su uso litúrgico, basándose en la prohibición bíblica y coránica de no interponer nada entre Dios y el creyente. Fue condenado en el siglo VIII por el II concilio de Nicea, aunque hubo emperadores bizantinos que lo apoyaron.
  12. Mesalianismo: Doctrinas de ascetas y místicos siríacos de los ss. IV-V que manifiestan experimentar la presencia de Dios con danzas que les inducen al trance extático. Fueron condenados en el concilio de Efeso (431).
  13. Monofisismo: Herejía que sólo admite una sola naturaleza en la persona de Jesús. Fue condenado en el concilio de Caledonia (451).
  14. Monotelismo: Doctrina del s. VII que afirma que en la persona de Jesús hay una sola voluntad, la divina. Condenado en el concilio de Constantinopla (480).
  15. Nestorianismo: Doctrina de Nestorios (s. V) que afirma que en Jesús coexisten dos personas: dios y hombre.
  16. Origenismo: Formada tras la muerte de Orígenes (s. III), esta corriente perduró hasta el siglo VI. Orígenes interpretó alegóricamente las escrituras y afirmó que las almas preexisten al nacimiento del hombre.
  17. Pelagianismo: El Monje inglés Pelagio (s. V) insistió en la primacía y eficacia del esfuerzo individual para alcanzar la salvación. Negó la existencia del pecado original, y por ello era innecesaria la redención.

Es decir, el mundo de pensamiento cristiano establecido antes de la aparición del Islam, no era en absoluto un mundo unificado en su ideología religiosa, un mundo de pensamiento homogéneo, sino que desde el siglo I al VII, muchos cristianos doctos, monjes y obispos, la mayor parte, habían manifestado sus teorías sobre Jesús y su mensaje, a veces vinculándose únicamente a la sencilla doctrina de los apóstoles palestinos que rodearon y convivieron con Jesús, y en desacuerdo con la teoría paulina imperante, propugnada por Pablo de Tarso. Pablo de Tarso pertenecía de hecho a una familia judía, nació en territorio griego y fue educado en la esfera del helenismo, teniendo ciudadanía romana, y no conoció a Jesús en vida.

El miedo a la hegemonía política, social y religiosa

Cuando surge el Islam y comienza a extenderse, en el siglo VII, por tierras de Bizancio, instalando su capital en Damasco, muchos cristianos bizantinos se mantuvieron en la corte del califa omeya de Damasco (Muawiyya) como funcionarios de su administración.

Basándose en la tolerancia que siempre tuvo el Islam con las otras dos religiones del Libro, cristianismo y judaísmo, los bizantinos pudieron mantener su religión, sus iglesias, jerarquías eclesiásticas, cultura e idioma (el griego), sin ser forzados a convertirse al Islam, pues es conocida la aleya del Corán que afirma:

“No cabe la coacción en asuntos de fe” (Corán, Sura 2, aleya 256).

El comentarista coránico Muhammad Assad, tomando como base esta prohibición categórica del uso de la coacción, afirma que todos los juristas islámicos (fuqaha) mantienen que la conversión por la fuerza es inválida en el Islam, y que cualquier intento de coaccionar a un no-creyente para que acepte la fe del Islam, es una falta muy grave. Ello echa por tierra la falsa creencia, muy extendida, de que el Islam pone al no-creyente entre la “conversión o la espada”.

La creación de una imagen perversa del Profeta del Islam

Retomando nuestro tiempo histórico, en el Damasco del siglo VII, bajo el gobierno del califa omeya Muawiyya, nació, de familia cristiana bizantina vinculada a la administración califal, Juan, o Yahya, conocido más tarde como Juan Damasceno.

Desempeñó, al igual que su padre, un alto cargo en la administración de la hacienda califal, y al parecer, fue compañero de infancia del príncipe Yazid, heredero del califa Muawiyya. Este príncipe no se caracterizó por ser un piadoso musulmán, sino que demostró un carácter violento, tiránico y amigo de las prácticas mágicas, no aceptadas en el Islam.

El Damasceno, renunciando a su cargo funcionarial, se retiró al monasterio cristiano de San Sabas cerca de Jerusalén, donde murió, y durante su vida monástica escribió una serie de libros de exégesis cristiana , entre ellos el titulado La fuente del conocimiento. En dicho tratado, hay un capítulo sobre las herejías cristianas, tan numerosas en ese tiempo, y entre ellas sitúa al Islam.

Con una virulencia que no se correspondía con su convivencia pacífica en el mundo islámico, pero que quizá era producto de la frustración generada por la conquista islámica de Siria, o por el hecho de que su antepasado suyo había muerto, al parecer, en la batalla de Yarmuk, para la conquista de Siria, el Damasceno muestra una hostilidad especial hacia el Islam, y esencialmente hacia la figura del Profeta del Islam, Muhammad, a quien, indudablemente no conoció, ya que no fue coetáneo de él.

Califica al Islam de superstición de los ismaelitas, descendientes de Ismael, hijo de Abraham y Agar. Al Profeta del Islam, le tacha de falso profeta, que conoció el Antiguo y Nuevo Testamento, gracias a las conversaciones con un monje arriano, y se consideró un iluminado que había recibido una revelación celestial.

Junto al Damasceno, otros escritores cristianos contribuyeron a la creación de la leyenda en contra del Profeta del Islam, ya que aparte de tacharlo de mentiroso, falso profeta, personaje sensual -debido al hecho de haber tenido varias esposas-, añadirían epítetos como los de epiléptico, provenientes de Teófanes el Confesor, un clérigo bizantino del siglo IX, quien en su obra Cronographia desvirtúa intencionadamente el hecho narrado por la tradición sobre la vida del Profeta del Islam, en la que se describen los profundos escalofríos que éste padecía al recibir la revelación coránica.

Sin embargo, estos ataques ideológicos al Islam, lo que querían evitar ante todo era la preeminencia de la creencia islámica (de contenidos mucho más sencillos) sobre la cristiana. Es decir, tanto el Damasceno como el Confesor siguieron considerando al Islam como una herejía dentro del cristianismo, y su intención era refutar cualquier acercamiento a esa creencia tan cercana al cristianismo (ya que en muchos aspectos era muy semejante al arrianismo); cualquier acercamiento que pudiera producirse entre los bizantinos y cristianos, en general.

No obstante, el pensamiento virulento y hostil ya estaba dibujado, entre los siglos VIII y IX, cuando atacaba, no ya los contenidos coránicos puros, mediante una exégesis del Islam, sino, de forma burda, la figura del Profeta del Islam, muy querida y respetada entre los musulmanes, sobre la base de falsas atribuciones, con mezcla de relatos truculentos y falaces.

El martirio de los mozárabes

Durante el siglo IX se desarrollaron en Córdoba, la capital de al-Andalus, unos sucesos que vinieron a enturbiar la relación de convivencia entre cristianos y musulmanes cordobeses, que había reinado hasta entonces.

La población mozárabe cordobesa vivía acogida a la condición de dimmí, o protegida por la autoridad política del emir musulmán, mediante el pago de un impuesto. Gozaba de libertad religiosa para practicar la religión cristiana, con derecho a tener clero, iglesias y a mantener su idioma, el latín, así como sus tradiciones culturales. Sin embargo, la influencia y atractivo de la cultura dominante, la islámica, hacía que los jóvenes mozárabes se inclinaran por la elegante lengua árabe y por los usos poéticos y literarios árabes, olvidando su cultura latina. Esto disgustaba a algunos de ellos, como un mozárabe llamado Alvaro, que renegaba de sus correligionarios, atraídos por lo islámico.

Vino a agravar esa situación un incidente producido en el zoco cordobés, entre unos musulmanes y un monje cristiano, llamado Perfecto, quien vivía en las afueras de Córdoba. Discutieron sobre quién había sido el profeta más importante, Jesús o Muhammad, y el resultado fue que el monje estalló en insultos hacia el Profeta del Islam, hecho considerado muy grave por los cadíes musulmanes. No obstante, los jueces musulmanes comprendieron que había sido una salida de tono, producto de una situación de tensión provocada, y dejaron en libertad al monje.

Días después, Perfecto se volvió a presentar ante el cadí insultado al Profeta del Islam y pidiendo que ejecutaran la pena de muerte, prescrita en este caso, para acceder así al martirio, lo que finalmente consiguió, con el deseo por parte de la autoridad islámica de que este suceso quedara zanjado.

La idea del martirio proliferó entonces en una parte de los mozárabes cordobeses, azuzados por Alvaro y un clérigo llamado Eulogio. Esta situación de agresivo culto al martirio alarmó al emir omeya, que no quería enfrentamientos con las minorías, así como a los propios mozárabes y sus obispos, ya que rompía una pacífica relación de convivencia, saldándose con una serie de muertes voluntarias, consideradas suicidios martiriales (que nos recuerdan a situaciones actuales), que empleaban siempre el instrumento de la ofensa al Profeta del Islam.

Los instigadores de esta situación, Alvaro y Eulogio, utilizaron para convencer a sus correligionarios las falsas imágenes elaboradas dos siglos antes contra el Profeta. Pero en el caso mozárabe, le agregaron un ingrediente más: la visión apocalíptica. Así, presentaban el auge del Islam como una preparación de la llegada del Anticristo, preconizada en el Nuevo Testamento; ideas contenidas en una biografía apocalíptica escrita, al parecer, por un monje anónimo, encontrada en el monasterio de Leyre (Navarra) por Eulogio.

En esta biografía espeluznante sobre el Profeta del Islam, en la que lo llaman “Mahund”, se lo tachaba, no sólo de impostor, sino de libidinoso (insulto muy frecuente contra el Profeta entre los cristianos polemistas) que establecería su trono en el Templo de Jerusalén y engañaría a muchos cristianos con sus doctrinas verosímiles. Con ello evocaban, aunque de forma apocalíptica y falaz, la conquista de Jerusalén por los musulmanes y la construcción de las mezquitas de la Roca y de al-Aqsa en el monte del Templo.

Afirmaban que esta forma fallida de cristianismo que era el Islam, era una religión violenta extendida mediante la espada, aunque estos mozárabes cordobeses conocían de sobra por su propia experiencia, la tolerancia islámica ejercida mediante los pactos con cristianos y judíos (las «Gentes del Libro»).

Sin embargo, el origen de esta violenta reacción por una parte minoritaria de los mozárabes cordobeses, no fue la refutación del Islam en sí, ni la reafirmación de su religión cristiana, sino la autoafirmación de su cultura, la latina, que veían en peligro, no por amenaza de las autoridades islámicas andalusíes, sino por la propia desidia de sus correligionarios, que preferían el esplendor de la cultura arabo islámica. El movimiento mozárabe martirial fue a los ojos de muchos investigadores una acción desesperada de autoafirmación de tipo “nacionalista”, reivindicando los valores cristiano-hispano-latinos.

La expansión de la islamofobia por la Europa medieval  

Aunque los escritos mozárabes cordobeses no dejaron huella en el resto de la comunidad mozárabe, y apenas produjeron reacciones más allá de las fronteras peninsulares, pasados los siglos, las falsedades intencionadas contra el Islam y su Profeta, volvieron a reaparecer en plena actualidad.

Según Karen Amstrong, en su obra Mahoma. Biografía del Profeta:

“Unos doscientos cincuenta años después (s. XII), cuando Europa estaba a punto de reintegrarse en la esfera internacional, las leyendas cristianas reprodujeron estos retratos fantasiosos de Mahoma con una fidelidad asombrosa. Algunos eruditos reputados intentaron presentar una visión más objetiva del Profeta y su religión, pero este retrato ficticio de “Mahund” siguió circulando entre el pueblo. Mahoma, el representante de todo lo que “nosotros” esperábamos no ser, se convirtió en el enemigo de la identidad occidental emergente. Restos de esa antigua fantasía aún sobreviven en la actualidad”. (p. 30).

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