Arte, tecnología y literatura hispano musulmanes

Autor/autores: FUNCI

Año de la publicación: 1988

Ciudad de publicación: Madrid

Editorial: Al-Fadila

Número de páginas: 179

Información adicional: Rústica, Ilustraciones en color y en blanco y negro, 27 cm.

ISBN: 84-86714-01-X

Precio: 14€ a través de info@funci.org

Catálogo de la exposición homónima, organizada con ocasión de las II Jornadas de Cultura Islámica Aragón vive su Historia por el Instituto Occidental de Cultura Islámica (ahora Fundación de Cultura Islámica) en Teruel, 1988. Contiene numerosos artículos especializados sobre arte, arqueología, pensamiento, historia y arquitectura del aragón andalusí.

La Zaragoza musulmana: breve introducción

José María Viladés Castillo (Museo de Zaragoza)

A fines del siglo VIII toda la cuenca del Ebro quedó englobada dentro de la Marca Superior de al-Andalus (al-Tagr al Aqsa); situación que se mantuvo hasta inicios del siglo XI, siglo en el que se formaron los reinos de Taifas, perdiendo en este momento la Marca Superior su carácter fronterizo-defensivo, que volverá a revitalizarse con los Almorávides en el siglo XII ante el empuje cristiano.

Zaragoza fue tomada en el 714, sin gran resistencia militar, convirtiéndose en la capital de la Marca Superior y limitando su distrito con Tudela y Calatayud. Esta ciudad se tomó como base de acción en la expansión hacia zonas como Pamplona, Huesca, Narbona y Tolosa.

La Saraqusta musulmana se localiza en el antiguo casco de la Caesaraugusta romana. Su fisonomía se completaba con arrabales extramuros y una zona agrícola próxima. La muralla romana se conservó íntegra hasta el siglo XII, sin que la ciudad islámica alterara el trazado romano intramuros, no ocurriendo lo mismo en sus arrabales, donde sí quedó grabada la impronta musulmana.

Zaragoza era una gran ciudad, rica, con buenas cosechas y abundante huerta, numerosos caudales de agua y algunas industrias. En el año 750 se documenta el primer wali o gobernador de Zaragoza, al Sulaymán, dependiente de Córdoba.

Durante los siglos VIII y IX la dominación musulmana se vio salpicada de numerosas luchas internas entre sirios, beréberes y yemeníes; entre musulmanes fieles a Córdoba y otros independentistas. Todo ello fue aprovechado en el año 788 por el rey Carlomagno, quien, de acuerdo con el gobernador de Zaragoza Sulaymán y sus colaboradores –que conspiraban contra el Emir de Córdoba–, llegó hasta sus puertas; pero no pudo tomar la ciudad, pues el comandante de la plaza y guarnición se negó a entregarla, por lo que Carlomagno y los suyos se retiraron. Fue durante esta retirada cuando tuvo lugar la épica muerte de Roldán en Roncesvalles.

Ante este hecho, el Emir cordobés quiso apaciguar la zona del Valle del Ebro; pero Zaragoza seguía siendo un continuo foco de luchas internas, factores éstos que se agravaban, al unirse el empuje de los francos desde la zona pirenaico-oriental.

Los problemas internos continuaron durante el gobierno de los emires cordobeses Hixam I y al-Hakam I. En el año 841 ‘Abd al-Rahman II, nuevo Emir de Córdoba, nombró como wali de Zaragoza a ‘Abd Allah ibn Kulayb. El Emir cordobés tenía lazos de clientela con la familia de los Banu Qasi, y ésta, a su vez, con la de los Arista de Pamplona, lo que supuso, en principio, una cierta tranquilidad en el flanco pirenaico occidental, ante posibles presiones francas.

En el año 862 murió Musa ibn Musa ibn Qasi, que llegó a ser gobernador de la Marca Superior y uno de los personajes más importantes de su época, bajo cuyo gobierno la situación política, no tanto interior como exterior, se mantuvo bastante tranquila. Tras su muerte, la situación continuó y la autoridad del Emir fue reconocida en los diferentes distritos de la Marca Superior; pero, poco después, se iniciaron los levantamientos provocados por los hijos de Musa, que en el año 872 se apoderaron de Zaragoza y de otros puntos claves de la Marca Superior.

A partir de este momento, se acentúan nuevamente las discrepancias y sublevaciones entre los gobernadores de Zaragoza y los emires cordobeses, situación que ocupará todo el final del siglo IX, hasta que Muhammad vende la ciudad de Zaragoza al Emir, quedando así la situación relativamente tranquila. Muhammad pasará a ser un súbdito leal al Emir, siendo Zaragoza, a partir de este momento (año 833), regida por los emires Omeyas, hasta que seis años más tarde los tuchibíes se rebelen contra este poder.

En esta situación se inicia el siglo X. Los mozárabes se concentraron en Zaragoza en un barrio alrededor de la iglesia de Santa María la Mayor; siendo la ciudad durante este período, residencia de una minoría musulmana, que ejercía su mando político sobre toda la zona del río Ebro.

A comienzos de siglo, la ciudad ya se encontraba gobernada por los tuchibíes, mandato que duró hasta el 1039. Esta familia se encontraba protegida por el Califa ‘Abd al-Rahman III. Concretamente, Muhammad al-Tuchibí, gobernador de Zaragoza, prestó fidelidad a ‘Abd al-Rahmán III, al nombrarse éste nuevo Califa. Tras la muerte de Muhammad y de su hijo Hasim, que también había sido nombrado gobernador de Zaragoza, el Califa mandó a ‘Abd al-Rahman Muharnmad ibn’Abd Allah ibn Hudair como delegado de la Marca Superior, quien, tras observar una buena disposición, nombró walí de Zaragoza al hijo de Hasim (931). Este, finalmente, acabaría enfrentándose al Califa, que, ante algunos intentos de rebelión en la ciudad, mandó derribar parte de la muralla romana y se presentó personalmente en Zaragoza (año 937); volviendo, nuevamente, Muhammad ibn Hasim a ser fiel al Califa.

A la muerte de ‘Abd al-Rahman III, surgieron problemas en otras zonas peninsulares, e incluso en el Norte de África; problemas que continuarán durante el gobierno de los califas al-Hakam II y de su hijo Hixam II (976). Es en este momento, cuando Almanzor se hará cargo de todos los resortes del poder hasta su muerte, en el año 1002. Será precisamente en Zaragoza en el año 989, donde se preparará una conspiración contra Almanzor, entre el gobernador de la ciudad y uno de los propios hijos de Almanzor; quedando finalmente la ciudad, sometida al poder califal.

Desde Zaragoza ‘Abd al-Malik, otro de los hijos de Almanzor, realizó expediciones hacia Cataluña y otros puntos de Aragón. La muerte de ‘Abd al-Malik en el 1008, supondrá la ruptura del Califato y la creación de unas dinastías independientes, conocidas como «los reinos de Taifas».

A comienzos del siglo XI se inicia en todo al-Andalus la época de las Taifas. Concretamente, la Taifa de Zaragoza fue una de las más importantes, junto con la de Sevilla, y fue la única no ocupada por elementos de origen africano.

La Saraqusta taifal fue elogiada por viajeros y geógrafos. Incluso se mantuvieron buenas relaciones políticas con los reyes vecinos, como ocurrió bajo el mandato de su primer monarca Mundir I, de la familia tuchibí, que sería expulsada, en el año 1039, por la de los Banu Hud.

Mundir I destacó en las luchas civiles, a comienzos del siglo XI. El Califa Sulaymán le otorgó el gobierno de Zaragoza, proclamándose, poco después, independiente. Durante el gobierno de Mundir I, la Taifa de Zaragoza llegará a ser una de las más extensas en territorio. Su corte se convertirá, asimismo, en un importante foco cultural. Mantuvo buenas relaciones con catalanes y aragoneses; organizó el gobierno de su nuevo reino contando con la adhesión de pequeños jefes locales, pero tanto él como sus sucesores tuvieron que sufrir la presión del rey de Navarra.

Su nieto, Mundir II, tercero y último rey de esta pequeña dinastía tuchibí, fue asesinado en el año 1039, poniéndose fin al gobierno de esta familia y accediendo al poder de la Taifa de Zaragoza la familia de los Banu Hud. Desde esta fecha y hasta que los almorávides se apoderen de la ciudad en 1110, los Banu Hud se sucederán ininterrumpidamente en el gobierno de la Taifa.

El primer monarca de esta dinastía de los Banu Hud, Sulaymán, gobernador de Lérida, al enterarse de la muerte del último tuchibí, se dirigió a Zaragoza, donde fue nombrado nuevo gobernador. Rigió dicha Taifa hasta el año 1047, siendo su reinado uno de los más poderosos y extensos de la época. Este soberano repartió entre sus hijos los principales enclaves de la Marca Superior (Lérida, Huesca, Calatayud, etc.). A su muerte, heredó el gobierno de la Taifa, unos de sus hijos, Ahmad al-Muqtadir, el constructor de la Aljafería. Durante su reinado, Zaragoza alcanzó su máxima expansión política y cultural, hasta su muerte, acaecida en 1081.

Al-Muqtadir comenzó reduciendo a la obediencia a sus hermanos que se encontraban en los principales enclaves de la Marca Superior. A parte de estos problemas internos también tuvo que hacer frente a otros externos, como el empuje de Ramiro I de Aragón y Sancho Ramírez, y a otros movimientos transpirenaicos. A su vez, al-Muqtadir, en su afán expansionista llegó hasta Denia, Tortosa y ambicionó incluso Valencia.

Cuando murió este importante monarca, sus dominios se repartieron entre sus hijos, comenzando, en cierta medida, la decadencia de la Taifa. Estas disputas internas fueron aprovechadas por Alfonso VI de Castilla, quien intentó controlar la taifa zaragozana; decadencia que se vio incrementada por el avance de la conquista cristiana en dirección sur; concretamente, Sancho Ramírez se aproximó hacia las zonas de Lérida, Barbastro, Huesca y Tudela; este avance fue también favorecido por los problemas existentes entre los régulos musulmanes.

Mientras tanto, en la zona valenciana, desde 1102, se instalan los Almorávides, que iniciarán su avance hacia el Valle del Ebro, llegando a Zaragoza en el 1110; pero su mandato duró poco, pues en 1118 la ciudad fue conquistada por Alfonso I el Batallador, finalizando así el dominio musulmán en Zaragoza, pero no borrándose su impronta cultural, que quedó reflejada en el arte mudéjar aragonés.

Zaragoza, la ciudad islámica

La ciudad de Zaragoza, al ser la capital de la Marca Superior, tuvo que ser, su vez, la ciudad más importante y extensa de la zona. Los cálculos de población varían, según tomemos las cifras dadas por L. Torres Balbás, de 17.000 personas a las, aproximadamente, 25.000 que resultarían contando la población total. Estas diferencias se deben al hecho de calcular, en el primer caso, la población que vivía en el núcleo amurallado romano, y en el segundo, se contaría estas gentes, más las que vivían en los arrabales de los alrededores de la ciudad. Este núcleo central, en torno al cual se ceñía la muralla, era la madinat y tenía una extensión, aproximadamente, de 47 hectáreas.

Zaragoza, como ciudad romana dio su planta a la Saraqusta islámica; en ésta como en todas las urbes romanas, se abrieron cuatro puertas, que coincidían con los extremos del «cardo y decumano máximos» y se enfrentaban dos a dos.

Estas puertas en época islámica pasaron a ser las siguientes:

  1. Bab al-Qibla: Era la puerta que miraba hacia el sur, aunque realmente la dirección que tomaba era la del sureste –cuestión ésta que planteó bastantes problemas para su posterior identificación–. Esta puerta recibe también el nombre de Puerta de Valencia, por la dirección que toma el camino que sale de ella. En las cercanías de esta puerta se encontraba la tumba de Hanas al-Sana’ani.
  2. Bab al-Qantarat: De todas las puertas, ésta es la que menos problemas plantea para su identificación, ya que era la Puerta del Puente.
  3. Bab al-Sínha~at: Puerta Cinegia, hoy día llamada Arco Cinegio, que se correspondía con la salida del arrabal de Sinhaya (ar-rabad as-sinhaya).
  4. Báb Tulaytulat o Puerta de Toledo: Era la que más se abría hacia la dirección suroeste.

Había una quinta puerta llamada Puerta de los Judíos, aunque hoy día no se sabe con exactitud con cual se corresponde, o incluso, si sería la puerta de Toledo o la Cinegia.

Las murallas: Zaragoza en su día contó con dos muros o murallas para su defensa, la romana y la islámica. En cuanto a la muralla romana, posiblemente fuera la causante del apelativo que recibe la ciudad Madinat al-Baida Saraqusta: «Zaragoza la Blanca», ya que hay un texto del geógrafo al-Zuhri que describe esta muralla como de «kaddan» (piedra blanca, porosa, pero resistente, lo cual tal vez haga referencia al alabastro) de bloques escuadrados y machiembrados.

El muro de tierra, esto es, la muralla islámica, es la peor conocida de las dos, ya que el material en que se realizó no nos ha permitido que llegue hasta nosotros, de ahí que sólo la conozcamos por datos históricos. Esta muralla englobaría a todo el núcleo de población que quedaba fuera de la muralla romana.

Otro de los elementos de toda ciudad -que en el caso de Zaragoza conocemos- son los cementerios; aunque de forma parcial, de unos tenemos datos documentales y de otros arqueológicos. Por documentos conocemos los cementerios de la Bab al-Qibla, situado en las afueras de la Puerta de la Alquibla; otro lo tenemos situado entre la iglesia del Carmen y la de las Santas Masas o de Santa Engracia, al sur de la ciudad, al cual hace referencia un documento firmado por Pedro IV, que ordenó trasladar fuera de los muros nuevos a este cementerio en el año 1337. El otro cementerio que conocemos es el localizado en la calle Las Armas, 117-119, que se encontraba situado en el barrio mozárabe, al-harat ar-rumiyyin, excavado recientemente.

Otros elementos de topografía urbana que conocemos de época islámica son los barrios o arrabales que la configuraban:

  1. ar-Rabad ad-Dabbáyin: Es el llamado arrabal de Altabas o de Atabahas, y que, muy posiblemente, haya que identificarlo con el de Curtidores. Se sitúa en el norte y en la otra orilla del río Ebro.
  2. ar-Rabad as-Sínhaya, o arrabal de Cineja: Este barrio, seguramente, recibiera su nombre de las gentes que lo habitaban y que pertenecían a la tribu beréber de Sinhaya. Se sitúa en el sur de la ciudad.
  3. al-Harat al-Yahudi, o judería: Como era costumbre en las ciudades islámicas, la comunidad judía se agrupaba en una misma zona. Aunque no se sabe con toda certeza, parece seguro que hay que ubicarla en esta zona, correspondiente al ángulo sureste de la ciudad, ya que es la zona que ocupan los judíos después de la Reconquista.
  4. al-Musarat, o Almuzara: Se sitúa al oeste de la Medina. Hoy día conserva su nombre como Almozara; hace referencia a una gran extensión de campo regado por acequias.
  5. al-Harat ar-Rumiyyin: Este es el barrio cristiano. La ubicación no es segura totalmente, ya que los datos que tenemos son confusos. L. Torres Balbás apunta hacia una mezcla de población, mientras que J. M. Lacarra es partidario de situarlo en el ángulo noroeste de la Medina, ya que es aquí donde se encuentra la iglesia más importante, Santa María, que más tarde pasará a llamarse Nuestra Señora del Pilar.

Algunos yacimientos arqueológicos hispano musulmanes de Zaragoza. Calle Palomeque, 12

Excavación llevada a cabo por el Museo de Zaragoza en colaboración con el Ayuntamiento, bajo la dirección de D. Miguel Beltrán Lloris. Se comenzaron las catas probatorias en abril de 1981. Proporcionó una estratigrafía ininterrum­pida desde época romana al siglo XVII. Sobre el nivel de gravas naturales se asentó directamente una domus romana de época Flavia, con muros de cantos rodados y numerosos fragmentos de pintura mural romana, sobresaliendo un larario en forma de templete «in an­tis».

Un segundo nivel corresponde a una casa medieval en la zona de la «More­ría cerrada», con tres estancias, de las cuales la «cocina» presentó tres pavi­mentos superpuestos, esta casa se alzaba directamente sobre el nivel romano. Este segundo nivel se fecha entre los siglos XI-XII. Sobre estos restos se encontró un relleno con materiales de los siglos XIII-­XIV y un tramo de callejón, además de numerosos pozos ciegos.

Vía imperial Camón-Aznar

Entre noviembre de 1981 y marzo de 1982, como prolongación de la cam­paña de excavaciones del yacimiento Ramón y Cajal, Villa Espierba-Camón Az­nar, se efectuaron excavaciones arqueológicas por un equipo conjunto del Mu­seo y Ayuntamiento de Zaragoza, bajo la dirección del Sr. Beltrán Lloris, con la ayuda del Ministerio de Defensa, propietario del solar y empresa constructora.

En este solar se localizó la siguiente estratigrafía: Muros de cantos correspondientes a estructuras domésticas fechables en­tre los siglos XI-XII, que a su vez aprovechan muros romanos, correspondientes al ámbito de la «Morería cerrada», apareciendo cerámica de cuerda seca par­cial, barras de pellizco de alfarero, así como trébedes.

Entre las estancias se localizó una posible cocina con hogar central, que fue remodelada en los siglos XIII-XIV. Sobre este nivel se encuentra el estrato de abandono, fechado en el siglo XIV, aterrazándose el solar en el siglo XV. Asimismo, sobre este nivel de ate­rrazamiento y fechado en el siglo XVI, se localizó un horno de alfarero de planta poligonal, apareciendo barras cilíndricas, trébedes, platillos de pruebas para el vidriado y cerámica mal cocida.

Todo este nivel es cubierto a inicios del XVII por un pavimento de cantos rodados, correspondiente al convento de San Ildefonso, dato constatado, tanto arqueológicamente como documentalmente.

A partir de este pavimento de cantos, los niveles superiores se encuentran muy alterados y pertenecen a las reformas del convento y a las instalaciones en el mismo, a inicios del siglo XIX, del Hospital Militar, que llevó consigo nume­rosas reformas y remociones de tierras.

Calle Sobrarbe, 67

De este solar, perteneciente al «Arrabal de Al-Tabas», apenas tenemos noti­cias, salvo que, a principios de siglo, en las obras que se llevaron a cabo para la cimentación de una construcción, aparecieron restos de época islámica, como una cabeza de león en bronce; pieza que, posiblemente, fuera el remate de un incensario. Cronológicamente se atribuye por sus paralelos a los siglos XI-XII. Junto a esto la documentación recoge la aparición de una serie de candiles, de los cua­les desconocemos su paradero.

Teatro romano de Zaragoza

El teatro romano se localizó casualmente en el año 1972, dándose a cono­cer por D. Antonio Beltrán Martínez. Las excavaciones fueron continuadas en 1984 por el Museo de Zaragoza, bajo la dirección del Sr. Beltrán Lloris.

Se conservan restos de la «media» y «summa cavea» en «opus caementi­cium» y también restos de la «scanea».

Por debajo del nivel «r» aparecen capas estériles de arenas y gravas natu­rales, pero hay algunas zonas donde todavía quedan intactos restos de época romana. La construcción de dicho teatro parece tener lugar en época de Tibe­rio y se abandona a partir de la segunda mitad del siglo III d. C.

Durante las siglos X y XI, y posiblemente hasta la conquista de Zaragoza en 1118, se emplea como lugar de habitat por gentes hispanomusulmanas, tal vez de clases acomodadas, siendo la única excavación de Zaragoza, a excep­ción del Palacio de la Aljafería, en la que aparecen restos de yeserías y nume­rosos pozos ciegos con abundante cantidad de cerámicas de calidad. Por otro lado, y tras la reconquista de esta zona, hasta 1492, se localizó la judería de la ciudad, separada del resto de la ciudad por un muro y con una sinagoga conti­gua, en la desaparecida iglesia de San Andrés; apareciendo, igualmente, nume­rosos pozos ciegos con materiales alfareros de procedencia levantina de los si­glos XIII-XV.

La Aljafería

En 1983 se inicia una segunda fase en la historia de los trabajos del Pala­cio de la Aljafería con la realización de diferentes excavaciones arqueológicas, actividad que durará hasta 1987 de forma continuada, exceptuando los anterio­res trabajos de Íñiguez y de Ch. Ewert.

A finales de 1983 se realizan los primeros sondeos en el Patio Occidental, que al año siguiente se continúan en la Alberca Norte con la excavación de los Patios de San Martín y de San Jorge, trabajo efectuado por J. A. Souto, desta­cando los restos cristianos de época taifal y cristiana.

En diciembre de 1985 los trabajos son encargados a D. Manuel Martín Bue­no, siendo continuados durante 1986, y sobre los que se publicó una memoria. En esta nueva etapa se realizan sondeos en la zona del Cuartel, Patio de Santa Isabel, Patio Occidental, enterramientos de la cripta de la Iglesia de San Martín y solar de la antigua capilla de San Jorge.

Entre los hallazgos de época islámica más importantes destacan: Un fragmento de friso con decoración vegetal y caracteres cúfícos, proce­dente de la Mezquita y salón adjunto, en el relleno de la ampliación de la iglesia de San Martín en el siglo XVIII.

También hay que destacar como pieza sobresaliente la aparición de un ca­pitel islámico procedente igualmente de la Mezquita; está realizado en alabastro con hojas de acanto y se localizó en la cimentación del cuartel situado en el patio de San Jorge. Es del mismo tipo de los que se conservan en la Mezquita.

Aparece también cerámica de «cuerda seca parcial», fechada en los siglos X11-XIII por sus excavadores, en la zona del pozo y canal del ángulo sureste de la iglesia de San Martín.

La Seo

Los primeros trabajos de carácter arqueológico en la iglesia Catedral de La Seo, edificio en restauración desde 1980, fueron llevados a cabo por el Museo de Zaragoza, apareciendo en las obras de cimentación de los pilares de la Catedral un tramo del «Cardo Menor» romano, un arco de cloaca en «opus caementicium» perteneciente a época de Augusto.

Pero con respecto a la etapa medieval, carecíamos de datos arqueológicos, aunque no de tipo artístico, ya que el edificio ha sido estudiado por los historiadores del arte.

Para el momento islámico hay que señalar la aparición de abundantes res­tos cerámicos y constructivos, destacando entre éstos los candiles, fechados en el siglo X, un modillón del siglo XI y diversos capiteles de la antigua Mezquita Mayor de la ciudad, que estuvo enclavada en este mismo lugar hasta la reconquista.