Aragón vive su Historia

Autor/autores: FUNCI

Año de la publicación: 1990

Ciudad de publicación: Madrid

Editorial: Al-Fadila

Número de páginas: 324

Información adicional: Rústica, Ilustraciones en blanco y negro, 27 cm.

ISBN: 84-404-8059-8

Precio: 15€ a través de info@funci.org

Actas de las Primeras Jornadas de Cultura Islámica, Aragón vive su Historia, organizadas por el Instituto Occidental de Cultura Islámica (ahora Fundación de Cultura Islámica) en Teruel, en 1990. Artículos especializados sobre historia, filosofía, espiritualidad, tecnología y arqueología, entre otras cuestiones, en época de Al-Andalus.

Noticias sobre el Aragón Musulmán

Dra. María Jesús Viguera (Universidad Complutense de Madrid)

Entre los siglos VIII y XII de nuestra Era, una gran parte de estas tierras aragonesas estuvo dominada por los musulmanes. De aquellos siglos, de aquel hecho, no nos separa, solamente, el tiempo; nos separa, también, un cambio de cultura con todas las diferencias que se interponen entre la civilización islámica y la civilización cristiana. Pero quien se interese por la realidad de la historia aragonesa, no puede prescindir del hecho histórico, importantísimo, cargado de consecuencias, que fue la presencia de árabes, bereberes y muladíes musulmanes, en la cuenca del Ebro, en esos cuatro siglos del VIII al XII como dominadores, y en otros cinco siglos, del XII al XVII, como mudéjares y moriscos sometidos. Nueve siglos que dejaron su huella.

La historia de Aragón islámico nos es conocida, básicamente, por las crónicas árabes, y entre ellas, sobre todo, por las obras de historiadores cordobeses del siglo X, los famosos Razi y ‘Arib b. Said, cuyas noticias conservó otro historiador, también cordobés, pero ya del siglo XI, llamado Ibn Hayyan. La crónica de ‘Arib se conserva además, junto con otras, en el libro de otro cronista norteafricano del siglo XIV, llamado lbn Idari, que recopiló entonces, la historia entera de al-Andalus, conservando, también, referencias sobre el siglo XI, es decir, la época de los reinos de taifas, y sobre su final y primera mitad del siglo XII, es decir, la época de la dominación almorávide, época que también nos interesa en relación con Aragón musulmán.

En estos historiadores, los Razi, ‘Arib, lbn Hayyan e Ibn Idari, constan los datos fundamentales. Hay que considerar, sin embargo, que son historiadores cortesanos 2, que viven, los tres primeros, en la capital de la España musulmana, en Córdoba, y que por tanto registran las noticias que interesan desde una perspectiva estatal, y no precisamente local. Por eso hubiera sido tan importante que se nos hubieran conservado las historias escritas por los propios musulmanes aragoneses: entre ellas, sabemos, que un cadí de Huesca recopiló la historia de esta ciudad y que otro tanto hizo un letrado de Calatayud con la suya. Así mismo, otros cronistas arábigo aragoneses escribieron las historias de las principales familias musulmanas que tuvieron poder en la cuenca del Ebro, como fueron los Banu Qasi, de Tudela y Zaragoza, los Banu Tawil de Huesca, y los Tuyibíes, de Daroca, Calatayud y Zaragoza. La importancia de estas historias locales arábigo aragonesas, hoy perdidas, se pone más de manifiesto en algunos pasajes que conservó de ellas un cronista almeriense del siglo XI llamado al-Udri, cuyo capítulo sobre la Marca Superior sobre Aragón musulmán, es también fundamental para nuestro tema 3.

También sobre Aragón musulmán informan las crónicas y documentos cristianos. Y así mismo las obras biográficas de letrados y sabios, que constituyen un género muy importante de la historiografía árabe.

A pesar de todo, resulta que los datos disponibles sobre el período islámico de estas tierras, luego aragonesas, son insuficientes casi siempre, aunque sí permiten reconstruir, hasta un cierto nivel comparativamente aceptable, la historia política de Aragón musulmán, cuyo resumen veremos enseguida, tras una breve introducción geográfica, con que vamos a comenzar para situar el marco territorial.

Estas tierras, que luego serían Aragón, fueron ocupadas por los musulmanes al comenzar el siglo VIII. Luego, los musulmanes se retiraron al Sur de los Pirineos y se fueron constituyendo los núcleos cristianos resistentes al Islam, desde Pamplona -a finales de ese mismo siglo VIII-, hasta Barcelona -al comenzar ya el siglo IX-. Así la cuenca del Ebro quedó en un extremo de los territorios ocupados por los musulmanes al Noreste de la Península Ibérica y constituyó un territorio fronterizo, lo cual fue una característica importante.

La ‘Marca Superior’

Este territorio fronterizo de al-Andalus, extendido por la cuenca del Ebro, tuvo una entidad y una denominación propias. Se llamó, en árabe, at-Tagru l-a ‘la, es decir: «la Marca Superior», por ser, efectivamente, la frontera más septentrional, ya que las otras dos «marcas» de al-Andalus, eran la «Central», con capital en Toledo o en Medinaceli, y la «Inferior», con capital en Mérida. Todas estas «marcas» comprendían, tanto la línea cambiante de la frontera, estricta, como sus territorios interiores que apoyaban estratégicamente esa línea. La función ofensivo-defensiva que tenían las marcas, les confería un carácter peculiar, frente a las más seguras «provincias interiores» de la España musulmana. Por eso, el Poder Central tuvo que consentir a tales marcas fronterizas, una mayor autonomía.

«La Marca Superior», cuya capital fue Zaragoza, comprendía en su extensión más general, todas las tierras ocupadas por los musulmanes, desde el Mediterráneo hasta una línea que caía en vertical hacia el nacimiento de los ríos Duero y Tajo por el Oeste, donde empezaba ya la «Marca Media».

Es decir, la «Marca Superior» fue una especie de cuadrilátero, en que se incluían las tierras comprendidas entre Tarragona y Tortosa, por el Este, y Tudela y Calatayud, por el Oeste. En ella se distinguieron los distritos administrativos de: Tortosa, Tarragona, Lérida, Barbastro o Barbianiya, Huesca, Zaragoza, Tudela, Calatayud y Barusa.

Ahora bien, los distritos situados al Este de Lérida recibieron, a veces, la denominación precisa de «Marca Oriental», con lo cual -y para la mayoría del tiempo histórico- el nombre de «Marca Superior» viene a coincidir, fundamentalmente, con el territorio ocupado por los musulmanes de Aragón, y que, después de la Reconquista, integraría las provincias de Zaragoza y Huesca, más parte de Teruel, y algunas zonas de Tudela.

El historiador y geógrafo cordobés del siglo X, Ahmad ar-Razi, distinguió en esta «Marca Superior» aragonesa, las siguientes zonas o unidades administrativas:

Primero, y situado más al Noreste, el distrito de Barbitaniya. Su principal ciudad fue Barbastro (Barbastur), muy bien fortificada y abastecida en el siglo IX. Cuando la conquistaron los cristianos, en el año 1100, tenía dos mezquitas y una iglesia mozárabe. En ese distrito los geógrafos árabes destacan, sobre todo, la plazas fuertes de Antillón (Antiyun), Alquézar (al-Qasr), Muñones (Munyunis) y Selgua (Salquwa).

En segundo lugar, la región del Bajo Cinca. Los geógrafos árabes suelen hacerla depender del distrito de Lérida; pero distinguen bien la personalidad geográfica de la zona, llamándola: «región de los olivos» (íqlim z-zaytun), por el río Cinca, que era llamado «río de los olivos» (nahr z-zaytun). La fertilidad de la zona es ponderada en las fuentes árabes, desde Monzón (Munt Sun) a Mequinenza (Miknasa). Destacan también los geógrafos árabes los buenos recursos defensivos del castillo de Fraga.

Tercero, el distrito de Huesca. Su principal ciudad fue Huesca, de la que los geógrafos árabes alabaron su amplitud y su hermoso perfil urbano, bien defendido por doble muralla, dentro de la cual corrían dos acequias que repartían el agua para uso de toda la población. En la medina hubo un alcázar principal, llamado como en otros sitios «Zuda». Las 60 mezquitas que le adjudica el cronista al-‘Udri, debieron más bien ser las de todo el distrito, pues documentalmente consta que en la ciudad hubo 5 o 6, entre ellas la Mezquita Mayor que, tras la conquista cristiana, se convirtió en el actual recinto catedralicio. Durante el dominio musulmán hubo en la ciudad la iglesia mozárabe, hoy San Pedro el Viejo, la de Santa María Magdalena y, acaso también, la de San Cipriano. Destacan las fuentes árabes, que en Huesca existían industrias florecientes de hierro y cobre, alabando las armas que allí se hacían.

Entre las plazas fuertes de este distrito, los geógrafos árabes conservan referencias sobre: Piracés (B¡Ira Sily), Labata, Nubo (que hoy debe corresponder a Nuevo o Novales), Bolea (Buluya), cuyo castillo, a decir de las fuentes árabes, «se alzaba próximo a Monte Aragón (Yabal Aragun), donde sobre dos peñas dominaban el conjunto los fuertes de Sen y Men, cruzados por el río Flumen (Fuluman). Ponderan también los geógrafos árabes la extensión del rabal alaswad, llamado -dicen- en la lengua de los cristianos: Munt Nigr -que hoy son los Monegros-, especificando que:

«Un jinete bien pertrechado tardaba al menos seis días en cruzarlo, y un convoy, seis jornadas».

En cuarto lugar, el distrito de Tudela. Esta región formó parte principal de la Marca Superior, y comprendía también las tierras de Tarazona. En Tarazona estuvo primero la capitalidad de la zona, pero luego Tudela, desde el siglo IX, cobró auge y se destacó como principal ciudad del distrito. Todo este territorio es ponderado por los geógrafos árabes por su fertilidad, destacando en la producción de cereales y frutas muy sabrosas. Entre los lugares y castillos de la zona, suelen señalarse como principales los de Arnedo (Arnit), Calahorra (Qalahurra), Viguera (Biqu-Tra) y Nájera (Nayira).

En el centro, el distrito de Zaragoza. Se extendía -según las descripciones de los geógrafos árabes- entre Zuera, Alcañiz, Calamocha y Ricla. La -ciudad principal era Zaragoza, que comprendía, por una parte, una zona urbana -dentro de la muralla, más algunos barrios extramuros o arrabales- y, por otra parte, una zona agrícola, muy amplia, alrededor.

Zaragoza -dicen los geógrafos árabes- era «puerta de todas las rutas», entre las que tuvo mucha importancia la fluvial hasta Tortosa. Se alaba sobre todo la riqueza agrícola del distrito y la calidad de sus frutales, «tan abundantes -según un texto árabe- que su precio era muy bajo, inferior incluso al de su transporte, por lo que los campesinos utilizaban los sobrantes como abono para la tierra». Era famosa Zaragoza por su industria peletera, por confeccionar unas famosas pellizas, que recibían el nombre de «zaragozanas». Señalan también los geógrafos árabes la existencia de molinos, instalados en barcas flotantes, por el Ebro.

Zaragoza fue la capital de la Marca Superior y, por tanto, en ella residió el gobernador principal de la zona, bien se tratara de un funcionario enviado por el Gobierno Central de al-Andalus, o de un personaje de alguna de las grandes familias locales, obediente o no -según las épocas- a ese Gobierno Central de al-Andalus.

En sexto lugar, el distrito de Calatayud, llamado así por su ciudad principal, Calatayud, en árabe Qal’at Ayyub, que significa «castillo de Ayyub». Según los geógrafos árabes era ciudad «amplia y hermosa». Su distrito se extendía por la cuenca del Jalón y comprendía un cierto número de castillos: Maluenda, (Malunda) y Somed (Sumit), entre otros, y una ciudad importante, Daroca (Daruqa), que cobró auge desde la segunda mitad del siglo IX.

Y, finalmente, el distrito de Bárusa, que debe ser «Pedrosa», y quizás se llamó así por los pedregales extendidos al sur de Calatayud, hasta Molina de Aragón, que fue su ciudad más importante. Toda esta zona es ya de transición entre la Marca Superior y la Marca Media.

Las tierras de Teruel

También fue transición entre la Marca Superior y la Marca Media una gran parte de las tierras integradas en la provincia de Teruel; toda su parte meridional. Sin embargo del Teruel musulmán se sabe muy poco, apenas un par de referencias en las fuentes árabes, aunque algo más se conoce de la zona de Albarracín 4, que estuvo dominada por una familia beréber, los Banu Razin, -que dieron nombre a estas tierras- y que hicieron algunas esporádicas apariciones en la Marca Superior (por ejemplo, apoyando campañas militares o litigando con terratenientes de la cuenca del Ebro); pero ya, sin pertenecer al ámbito propio de la Marca Superior.

Brevemente vamos a recordar quiénes fueron los habitantes de este espacio geográfico. Tras la ocupación musulmana, la población de la Marca Superior quedó constituida, de una parte, por los árabes y bereberes que vinieron con la invasión, y que se establecieron como dominadores; de otra parte, por los elementos de la población autóctona que permanecieron después de la invasión, y que fueron mayoría respecto a los árabes y bereberes que entonces llegaron.

Pero, entre árabes y bereberes 5, en la Marca Superior los árabes fueron mayoría, y entre ellos, posiblemente, los llamados árabes del Sur o yemeníes, que superaban aquí a los llamados árabes del Norte, con los que estaban tradicionalmente enfrentados. Esta superioridad de los árabes del Sur en la Marca Superior se refleja en los datos, aunque incompletos, del libro de linajes de Ibn Hazm, que refiere cómo el linaje árabe de los Tuyibíes se instaló en Calatayud, Daroca y Zaragoza, donde había también gentes de casi todos los linajes árabes, y especialmente ‘Udríes y Yudamíes, mientras que respecto a los árabes del Norte, ese autor sólo señala la presencia de Tamimíes en Estercuel.

Sobre los bereberes, en cambio, los datos principales de sus asentamientos en la Marca Superior son las pruebas que quedan en la toponimia: así el nombre del lugar de Oseja, al norte de Ateca, indicaría que allí se establecieron gentes de la tribu ‘Awsaya; el de Fabara, hoy en el partido judicial de Caspe, gentes de la tribu beréber Hawwara; Mequinenza recibió su nombre por las gentes de la tribu Miknasa que allí se asentaron; la puerta Cineja -perpetuada en el arco Cinegio de Zaragoza- recibió su nombre por el establecimiento próximo de grupos de los Sinhaya; el sitio de Monzalbarba significa manzilbarbar, es decir, «asentamiento de bereberes». Se tienen también referencias a castillos de los bereberes Zanata, en los distritos de Huesca y Zaragoza.

Ya indicamos, sin embargo, que la mayoría de la población de la Marca Superior fueron los elementos autóctonos que permanecieron después de la invasión musulmana. Dejando ahora aparte sus distintos encuadres étnicos (pues podían ser godos, hispanorromanos, judíos, etc.), estas gentes que siguieron viviendo en las tierras que habían sido ocupadas por los musulmanes, se dividieron en dos categorías distintas: por un lado, los que mantenían su religión; por otro, los que se convertían al Islam.

Los que mantenían su religión, entraban en la condición de dimmíes, es decir, de «protegidos», y, a cambio de un impuesto especial de capitación, conservaban sus bienes y su propia organización social, con sus autoridades propias, que en el caso de los mozárabes -es decir, los cristianos que permanecieron en las tierras ocupadas por los musulmanes-, tales autoridades propias eran: un conde -llamado en árabe qumis-, que era el representante de la comunidad; un obispo -o usquf-, un exceptor -que tenía a su cargo la recogida de impuestos- y un juez especial, llamado qadi n-nasara, es decir, «juez de los cristianos». Sobre estas autoridades propias estaba, naturalmente, la estructura del poder musulmán. Estos cristianos mozárabes llegaron a una arabización cultural muy fuerte. Hubo barrios de mozárabes en las principales ciudades de la Marca Superior. Y también las iglesias mozárabes persistieron durante todo el período musulmán hasta la Huesca…En Zaragoza, al menos, hubo dos iglesias mozárabes, la de Santa María y la de las Santas Masas, ambas mencionadas en un documento del año 985. Hubo, por otra parte, durante el período musulmán, aljamas judías en las principales ciudades de la Marca Superior, como Zaragoza, Huesca, Calatayud, Daroca, Tarazona, Barbastro, etc.

El otro grupo de población autóctona que permaneció después de la invasión musulmana fue el constituido por los que aceptaron convertirse al Islam. Se libraban así de pagar el impuesto de capitación que era obligatorio, como hemos visto, para los mozárabes y los judíos. Estos conversos musulmanes se llamaron muladíes, porque establecían un pacto de patronazgo con alguna familia árabe, y al patronazgo -parecido a la clientela romana- les daba derecho a usar un apellido árabe. Se integraban así totalmente en la estructura del poder y de los derechos islámicos. El número de estos muladíes o neo musulmanes debió ser considerable, por las ventajas a que les daba derecho su nueva condición. Dada la inferioridad numérica de los árabes y bereberes que llegaron con la invasión,- la colaboración de estos muladíes fue decisiva para la implantación del Estado musulmán y para su pervivencia. Hubo grandes familias muladíes en la Marca Superior, y especialmente los Banu Qasi, en las tierras de Ejea, Tarazona y luego Tudela, y los Banu Sabrit y Banu Tawil, en tierras de Huesca.

Tales fueron, pues, los escenarios geográficos y los habitantes de la Marca Superior, que, para entendernos ahora, llamamos «Aragón Musulmán». Aquí, y durante los cuatro siglos de dominio musulmán, se produjeron unas líneas uniformes de actividad política, cuyos episodios principales veremos a continuación.

Los musulmanes, tras vencer algunas resistencias de los ejércitos del monarca visigodo don Rodrigo, y después de instalarse victoriosos en Toledo, debieron alcanzar la cuenca del Ebro hacia finales del año 713, o ya en la primavera del año 714. Poco después, rebasaron los Pirineos, pues suele admitirse que en el año 718 habían ocupado ya Narbona. Esta facilidad y rapidez se explica, hasta cierto punto, por el hecho de que los ejércitos de árabes y bereberes llegaban como auxiliares del partido visigodo de los witizanos, que era especialmente fuerte, precisamente, en la provincia tarraconense. A pesar de todo, hubo resistencia en algunos grandes centros urbanos.

Crónica mozárabe

Las noticias sobre una larga resistencia visigoda en Zaragoza no están bien documentadas. Sólo la llamada Crónica Mozárabe, escrita en latín en el año 754, pocos años después de los hechos- por un clérigo, que según algunos, sería oriundo de Zaragoza, y que desde luego residía en la España ocupada por el Islam, acaso el Levante-, atribuye al propio Musa b. Nusayr la conquista de Zaragoza, lo cual es discutible, pero además, desde su posición de mozárabe (cristiano súbdito del Estado musulmán), el autor de esta Crónica somete su relato al tópico del «planto por la pérdida de España», asumido luego por la historiografía cristiana medieval, para la cual la «ruina del reino visigodo se debió a un iudicium Dei ante los abominables pecados cometidos por Witiza y por los obispos». Tal conciencia de los hechos se plasma en narraciones trágicas, como ésta, de dicha Crónica Mozárabe del 754:

… y así, con la espada, el hambre y la cautividad devasta -el caudillo musulmán- no sólo la España ulterior, sino también la citerior, hasta más allá de Zaragoza, ciudad muy antigua y floreciente, poco ha provista de defensas porque así lo quiso Dios. Con el fuego, deja asoladas hermosas ciudades, reduciéndolas a cenizas …

[ Crónica Mozárabe, cit. por M. J. Viguera, Aragón Musulmán, p. 18.]

Frente a esta imagen interesada de violencia, consta que en realidad, la mayor parte del dominio musulmán en el valle del Ebro, se extendió por medio de pactos; de ellos hay referencias, esparcidas por las fuentes hispanoárabes, a varias, entre ellas: a la capitulación de Pamplona, al pacto con el terrateniente Casio por los alrededores de Tarazona y Ejea, a la rendición final de Huesca al cabo de siete años de asedio, y a los pactos de los musulmanes con los pobladores del valle del Cinca. Este sistema debió ser general, y, bien por una capitulación previa, o bien por una capitulación posterior a una resistencia, las diversas tierras que luego constituirían Aragón fueron ocupadas y dominadas, o sólo dominadas a distancia, según los casos, por los musulmanes.

El hecho de que tanto Huesca como Zaragoza, y entre otras urbes importantes también Pamplona, conservaran sus murallas romanas y así mismo sus iglesias y culto cristiano y judaico, durante el período musulmán, hace pensar que hubo capitulación, con cierta transición pactada, sin ocurrir como en Tarragona, donde la resistencia local provocó la práctica destrucción de la ciudad por los conquistadores musulmanes.

De una manera sobre todo pactada, más que bélica, quedaron sujetas grandes zonas al poder musulmán que ocupó, directamente, las tierras de la cuenca del Ebro; sin embargo, las zonas septentrionales y más montuosas, es decir, las zonas pirenaicas, sólo fueron sometidas al Islam indirectamente por la obligación del pago de un tributo, y controladas a distancia por guarniciones musulmanas, establecidas en puntos estratégicos. Sin embargo, no puede determinarse exactamente el límite entre estas dos zonas, la de sumisión por un lado y la de ocupación por otro, aunque algo indican los nombres de lugar, de origen árabe, que han quedado, sobre todo por debajo de una línea que se jalona desde Almusara y Almoster, en Tarragona, sigue por Alcoletge y Alguaire, en Lérida, remonta por Albelda y Alquézar en Huesca, desciende al Ebro por Alfaro, Azagra y Alcanadre, y baja por Alberite y Albelda de Logroño.

La inicial separación de estas zonas ocupadas, por un lado, y zonas más septentrionales, sólo sometidas, determinó en cada una de ellas procesos distintos: las zonas sólo sometidas a distancia, tendieron desde muy pronto a independizarse, librándose del pago del tributo que los musulmanes impusieron, y, una vez lograda su independencia total, organizaron progresivamente su expansión a costa del territorio andalusí. Por el contrario, las zonas ocupadas por los musulmanes, tendieron -según el paso del tiempo- hacia un incremento de su islamización, como podemos apreciar, siglos adelante, cuando aparezcan claramente, tras la conquista cristiana, la amplitud y el arraigo de lo islámico en lo mudéjar y en lo morisco.

Así pues, el espacio, que luego constituirá el reino de Aragón, quedó dividido, tras la invasión musulmana, en dos zonas diferentes: por un lado, los valles pirenaicos ocupados por los cristianos; por otro, las tierras por debajo de los 600 metros de altitud, ocupadas por los musulmanes. Dos espacios opuestos política, religiosa y culturalmente, pero complementarios económicamente, y en ello está la clave de su evolución histórica. La Marca Superior empieza a vivir su tiempo histórico en la primera mitad del siglo VIII, caracterizada en toda la España musulmana por las luchas internas de tribus y partidos diferentes. Los levantamientos bereberes no afectaron, sin embargo, la cuenca del Ebro, pues, como dijimos, eran aquí una minoría. Pero la mayoría de los árabes del Sur o yemeníes, en la Marca Superior, determinó la primera tendencia de la historia de esta tierra: sistemáticamente estos árabes del Sur se opusieron a los emires cordobeses que fueron partidarios de los árabes del Norte, alzándose Zaragoza en una grave rebeldía el año 750. Luego, los árabes del Sur de la Marca Superior apoyaron la causa del nuevo emir omeya Abderrahman I, durante un tiempo, pero, al no conseguir de él todas las concesiones que esperaban, se le opusieron, y la cuenca del Ebro, en general, y Zaragoza, en particular, conoció hacia el 770 un extenso levantamiento contra el emir de Carlomagno, haciendo peligrar gravemente la estabilidad musulmana en la cuenca del Ebro.

La expedición de Carlomagno a Zaragoza no tuvo éxito, pero los francos, en la Marca Hispánica, quedaron como apoyo de todos los intentos locales de al-Andalus de alzarse contra la autoridad omeya cordobesa, como también apoyaban los núcleos de resistencia cristianos en Pamplona y en los valles pirenaicos, que el propio emir de Córdoba Abderrahman I, hubo de recorrer, en 781, para restablecer allí los pagos del tributo.

Ante esta situación, los emires omeyas de Córdoba, no tienen otro recurso mejor, que apoyarse en los neo musulmanes o muladíes. Ya hemos indicado que en la cuenca del Ebro hubo bastantes: entre ellos, la familia de aquel terrateniente Casio que, al convertirse al Islam, se había declarado cliente de los omeyas. Con la ayuda de estos neo musulmanes o muladíes, el Poder Central podía contrarrestar las rencillas interiores de los árabes y bereberes venidos con la invasión musulmana.

Además, al ser familias de antiguo y profundo arraigo local, estos muladíes eran también idóneos para contrarrestar las acometidas del exterior. De esta manera, ‘Abderrahman I promocionó a los hijos de aquel Casio, que fueron los Banu Qasi, los cuales incrementaron su poder a la sombra de su lealtad a los Omeya de Córdoba, protagonizando, incluso, dramáticos episodios de fidelidad hacia ellos; así, uno de los Banu Qasi pierde la vida en 789, atacando a los árabes que se habían alzado en Zaragoza contra el Poder Central de al-Andalus; otro muere en su puesto de gobernador de Pamplona, cuando en 799 esta ciudad sacude, definitivamente, la ocupación musulmana. Así entramos en siglo IX, que en toda la España musulmana, supone la hora del predominio político, local, de estas familias neo musulmanas o muladíes. En la Marca Superior, los muladíes Banu Qasi se han engrandecido de tal modo, que los omeyas han de contrarrestar su poder -ya insolente- por medio de otros muladíes; entonces envía el emir de Córdoba a ‘Amrus, un muladí de Huesca, para regir la Marca Superior desde Zaragoza. Los Banu Qasi se alían con linajes cristianos de Pamplona, con la familia allí regente de Ifligo Arista, y ambos linajes, cristiano uno y musulmán otro, en sus zonas limítrofes de Pamplona, por un lado, y de Tudela-Calahorra, por otro, crean un área propia, que marcha al unísono durante unos años y que resiste, unida, tanto a las tendencias aglutinantes de la esfera cristiana y carolingia, como a las tendencias aglutinantes de la esfera musulmana del resto de al-Andalus.

Los Banu Sabrit

Si esto ocurre por el Oeste de la Marca Superior, en el Este sucede algo paralelo: la familia muladí de los Banu Sabrit se alza con el poder en Huesca y Barbastro, y también crea allí su independencia local, en alianza con algún linaje cristiano pirenaico, hacia los años 870, concretamente con la familia de los Galindo, de los valles de Echo y Ansó, con los que estos muladíes de Huesca cruzan enlaces matrimoniales.

Contra estas situaciones de autonomía, en la Marca Superior, protagonizadas por las principales familias muladíes aragonesas, poco pueden hacer los gobernadores que el Poder Central envía, de cuando en cuando, para intentar controlar la zona; pues tales funcionarios cordobeses carecen de arraigo local. Entonces, a mediados ya del siglo IX, el único recurso que les queda a los emires de Córdoba es promover contra sus, primero obedientes, súbditos muladíes, a otras familias de antiguo establecidas en la zona, pero de sólidos orígenes árabes. De este modo, el emir Muhammad amplía las concesiones territoriales a la familia árabe de los Tuyibíes, establecidos en Daroca desde los tiempos de la invasión musulmana, y los azuza contra los muladíes Banu Qasi, especialmente. De esta manera, miembros de esta familia árabe se instalan en Calatayud y pronto en Zaragoza, en 890, poniendo las bases de un poder que se hará absoluto en la Marca Superior durante un siglo y medio, hasta la primera mitad del siglo XI.

Esta ascensión de un linaje árabe con cierto arraigo local, desplazando del poder a otras familias muladíes, es un hecho que se produce también por estos años finales del siglo IX en toda la España musulmana. De hecho supone una afirmación, digamos nacionalista, en el Islam de al-Andalus, en paralelo a la progresiva concienciación nacionalista y religiosa de los reinos cristianos. Justo la nueva dinastía de Pamplona, la de Sancho Garcés I, supone también la frontera noroccidental de la Marca Superior, y un incremento de esa concienciación religiosa, adoptando, por ejemplo, por primera vez en estas tierras, la cruz como enseña; como antes, ya, la usaba la monarquía asturiana. Así se cierran filas en los dos opuestos bloques religiosos.

Como consecuencia, más o menos directa de todo ello, los muladíes van a ser desplazados de sus tierras; primero, los Banu Qasi de Tudela, retirados de allí por el califa ‘Abderrahmán III en el año 924. Sus mismas luchas internas, también, habían debilitado este lado de la frontera.

Más tarde, a fines ya del siglo X, fueron desplazados, a su vez, los muladíes Banu Tawil dominantes en Huesca y Barbastro.

La Historia vuelve a repetirse: estos Tuyibíes habían logrado, inicialmente, poder, por su lealtad a los emires omeyas de Córdoba; pero en cuanto afirman su fuerza, empiezan a declarárseles desobedientes y a procurar una cierta autonomía, que sólo cortará, durante un tiempo, la fuerza política del gran califa omeya de Córdoba ‘Abderrahman III; éste les concede ya, a los Tuyibíes, un estatuto de «protectorado» sobre la Marca Superior, que entonces conoce sus años de mejor engranaje con el resto de al-Andalus, hasta los alrededores del año 1000.

Por estas fechas, al comenzar el siglo XI, la continuidad dinástica omeya en Córdoba se ve afectada por el grave hecho de haber sido nombrado califa un menor de condiciones disminuídas; el poder efectivo lo detentan Almanzor y sus hijos, y rota por ellos la legitimidad, cada facción del Estado alza su propio candidato al poder, y todo al-Andalus se disgrega en una veintena de reinos de taifas.

Naturalmente, en la Marca Superior, se alza con el poder independiente la familia de los Tuyibíes, que allí venía detentando el gobierno durante el tiempo inmediatamente anterior, y tres de ellos, Mundir I, Yahya y Mundir II, respectivamente abuelo, hijo y nieto, son los régulos de la taifa de Zaragoza hasta 1038, en que son desplazados por un belicoso general, sobresaliente en las luchas de todo aquel período de guerras civiles en al-Andalus; se llama Sulaymán ibn Hud, y con él se instala en Zaragoza, durante setenta años, la segunda dinastía que rige el reino taifa de la Marca Superior.

La taifa de Zaragoza, como la de otra veintena de taifas de al-Andalus, posee, frente a los reinos cristianos, una gran superioridad económica y cultural, pero se encuentra en una grave inferioridad militar frente a esos reinos cristianos. Los monarcas cristianos aprovechan esa inferioridad musulmana, originada en sus mismas divisiones y rencillas internas, y hacen avanzar la reconquista de un modo que, ya para el Islam, será irrecuperable: en la Marca Superior, los régulos de la taifa de Zaragoza pierden, antes de que termine este siglo XI, primero una importante red menor de fortalezas que apoyan estratégicamente los grandes puntos defensivos, claves para guardar las llanuras más meridionales; así, Sancho Ramírez avanza en dirección a Huesca -en cuya conquista se pensaba ya esperanzadamente-. También se avanza en dirección a Tudela…

En ocasiones los musulmanes pueden cortar estos avances cristianos por medio de onerosos tributos, las famosas parias por las que tanto oro musulmán pasa, en este siglo, a las cortes de Castilla, Pamplona, Aragón, condados pirenaicos y Barcelona.

Otras veces, los régulos musulmanes compran, mediante esas parias, la ayuda de un determinado señor cristiano -como ocurrió con el Cid- para que les ayude en sus guerras, generalmente contra las rencillas dinásticas o para efectuar mínimas expansiones territoriales, a costa de otras taifas. Efectivamente, durante este siglo XI, se produce en la Península Ibérica la definitiva alteración de fuerzas en la ya larga tendencia expansiva de los reinos cristianos a costa del Islam de al-Andalus; por eso se le ha calificado con exactitud como «centuria del gran viraje».

A pesar de esa debilidad frente al exterior, la corte taifa de Zaragoza conoce, entonces, su brillo cultural máximo; como única prueba de ello, bastaría recordar el palacio de la Aljafería, si no quizás construido, al menos sí hermoseado hacia mediados de siglo por el régulo al-Muqtadir Abu Ya’far, del que lleva su nombre: Ya’fariya.

La situación derrotada de las taifas, hace que ellas mismas llamen en su auxilio al pujante poder recién surgido en el norte de África: el poder de los Almorávides. Cuando éstos desembarcan en la Península, en el año 1086, el monarca castellano Alfonso VI se encontraba, precisamente, sitiando Zaragoza, con parecido empeño al que le había llevado, un año antes, a conquistar Toledo.

Sin embargo, la llegada de los Almorávides a la Península, centra las energías castellanas contra ellos. Por su lado, los soberanos aragoneses redoblan su ofensiva hacia las grandes capitales de la Marca Superior: Tudela, Zaragoza, Huesca y Barbastro, contra las que, al no poder ser tomadas al asalto, se instalan cabezas de ofensiva, llamadas generalmente «Podiuni» o poyo. El avance más espectacular fue hacia Zaragoza, por la zona poco poblada, desde Uncastillo, Luesia, Aguero. La misma capital zaragozana fue objeto de un ataque aragonés en 1089, aunque resistió todavía veintiún años. No así Huesca, que fue tomada por Pedro 1 en 1096.

Los Almorávides, entretanto, han ido conquistando los otros reinos de taifas, y hemos de suponerles ansiosos -en principio- de controlar también la Marca Superior, a la que no pueden llegar por la ocupación castellana de Valencia; en cuanto toman los Almorávides esta última ciudad, empiezan a intervenir en las zonas más septentrionales, enviando contingentes de tropas al régulo zaragozano, que así resistió los ataques de Alfonso VI.

Dentro de la Marca Superior se va formando una corriente de opinión favorable a los Almorávides, deseando que éstos ocupen Zaragoza y la salven de los ataques cristianos; naturalmente los régulos locales de Zaragoza prefieren mantener su poder a toda costa, y están dispuestos a todo, antes de ser desplazados por los Almorávides; incluso pactan con los monarcas aragonés y castellano.

Este nuevo motivo de disensión interna de los musulmanes entre el partido local, el arraigado en sus tierras de la Marca Superior desde antiguo, y los nuevos llegados almorávides, que también cuentan con algunos partidarios entre los primeros, esto, supone una nueva debilidad para estos musulmanes de la Marca Superior.

El partido almorávide acaba por imponerse y la ciudad de Zaragoza abre sus puertas al general almoravid que viene a hacerse cargo de su gobierno, el 31 de mayo del año 1010. Durante los ocho años que aún estuvieron los Almorávides en Zaragoza, los ataques de Alfonso I contra la ciudad fueron incesantes, y al fin logró su rendición el 11 de diciembre del año 1118.

El rey aragonés, sin detenerse, marcha sobre Tudela, que capituló un año después. Luego Tarazona y la zona del Moncayo. Enseguida fue sobre Calatayud. Esta rapidez en las conquistas, además de su eficacia militar, se debe en buena parte a su eficacia estratégica: a que Alfonso I supo ver, certeramente, la separación de intereses entre el musulmán autóctono y los Almorávides. Los primeros estaban bien dispuestos a aceptar unas favorables condiciones de capitulación, que les proponía el dominio cristiano, garantizándoles, a los musulmanes, su pervivencia.

Por eso, contra los avances aragoneses, a partir de ahora, sólo van a oponerse algunas reacciones comenzadas por los Almorávides. Estos, en efecto, inician una ofensiva para frenar los avances de Alfonso I, subiendo con bastantes tropas, desde Valencia a Teruel, y adentrándose por el valle del Jiloca. Fueron, sin embargo, derrotados por los aragoneses en Cutanda, en Junio del año 1120.

Esto permitió a Alfonso I avanzar por Daroca, hasta Torrelacárcel, aproximándose a Teruel.

De nuevo se prepara otra reacción almorávide, para cortar los avances cristianos hacia Lérida. Esta vez sí, la victoria de los Almorávides junto a Fraga, el año 1134, supone una relativa recuperación musulmana. Los cristianos se repliegan por Daroca y Barbastro.

Pero esta recuperación fue sólo efímera. La Marca Superior musulmana quedó desmantelada, antes de mediar el siglo XII.

Hay evidencia de que la población musulmana sometida continuó, en su mayor parte, en las tierras de la que había sido Marca Superior, ahora bajo poder cristiano. Esta población tuvo, primero, estatuto de mudéjares y luego de moriscos. A través de ellos perduraron algunas estructuras de la vida musulmana, en la administración, industria, sistemas de riegos y cultivos, etc. del Aragón cristiano [6].

NOTAS:

1 María J. Viguera, Aragón Musulmán, Zaragoza, 198 1, y segunda edición, con ampliaciones, Zaragoza, 1989.

2 María J.Viguera, «Los cronistas de al-Andalus», Actas del curso organizado por la Universidad de Salamanca, diciembre 1987, Salamanca, 1988, 85-98.

3 Fernando de la Granja, «La Marca Superior en la obra de al-‘Udr11», Estudios de Edad Medía de la Corona de Aragón, Zaragoza, 1967.

4 Jacinto Bosch Vilá, Historia de Albarracín y su Sierra, IL Albarracín Musulmán, Teruel, 1959.

5 Luis Molina y Maria Luisa Ávila, «Sociedad y Cultura en la Marca Superior», Historia de Aragón, III, Ed. Guara, Zaragoza, 83-108.

6 María J.Viguera,«Aspectos de la influencia árabe en la Península Ibérica», Annals de la 21 Universitat d’Estíu, Andorra, 1985.

Id., «Dos nuevos documentos árabes de Aragón (Jarque y Morés, 1492), Aragón en la Edad Media, IN (1981), 235-261.