En 1988 la FUNCI organizaba las II Jornadas de Cultura Islámica en Teruel, bajo el lema «Aragón vive su Historia». La iniciativa, concebida por nuestros presidentes Cherif Abderrahman Jah y Don Julio Caro Baroja, era la de descentralizar la asociación de al-Ándalus con el Sur de la península ibérica, y en concreto con Andalucía. En ellas, especialistas de diferentes ámbitos y lugares analizaron aspectos como la historia, la filosofía, la espiritualidad, el arte, la tecnología y la literatura, entre otras cuestiones. Desde entonces, sin embargo, se ha avanzado de forma discreta y rigurosa en la investigación del legado islámico de esta región española, en la que, al igual que ha sucedido en otras, como Toledo, el pasado andalusí parece haberse desdibujado en los estudios académicos y divulgativos en las últimas décadas.
Este es el caso de la arquitectura llamada zagrí, de la que uno de sus estudiosos y promotores, el arquitecto técnico Jaime Carbonel Monguilán, nativo de Tauste, nos habla en esta entrevista realizada por Inés Eléxpuru. En ella nos ilustra acerca de cuestiones tan apasionantes como las técnicas constructivas y la morfología de ciertos elementos del siglo XI, existentes solamente en en Aragón y ¡en Irán!
Jaime ¿cuándo y cómo empezasteis a detectar Javier Peña, José Miguel Pinilla y tú mismo, como arquitectos, que una gran parte de las iglesias y torres catalogadas como mudéjares en Aragón no son tales, sino que son de época andalusí, y en concreto, taifal?
Javier y José Miguel llevan en esto más de 30 años. Ya en 1986 publicaron sobre este asunto en un libro titulado “La cultura islámica en Aragón” editado por la Diputación Provincial de Zaragoza. Como arquitectos especializados en la restauración del patrimonio arquitectónico, acostumbrados a ver sus “tripas” y a leer el lenguaje mudo que los edificios transmiten, fueron descubriendo que muchas torres catalogadas como mudéjares habían sido construidas con anterioridad a las iglesias a las que hoy pertenecen, y que había que adscribirlas a otra época anterior. Yo me incorporé hacia 2007 con motivo de ciertos detalles que fui descubriendo en la torre de Santa María de Tauste.
¿Nos puedes situar y describir qué es y en qué consistió la arquitectura zagrí?
La palabra “zagrí” es un neologismo que viene de ath-Thagr al-‘Alà (Marca Superior de Alandalús). Los zagríes (“tagarinos” los llama Cervantes en el Quijote) son los habitantes de ath-Thagr, y la arquitectura zagrí es aquella que desarrollan los habitantes de estas tierras durante el periodo de la Taifa de Saraqusta (1018-1118), considerado de gran esplendor, y en el que los sultanes saraqustíes dan la espalda a Córdoba y se miran en Bagdad, la ciudad más avanzada por aquel entonces en todo el mundo conocido. Desarrollan una arquitectura de ladrillo y yeso, con unas técnicas importadas de allí, algo muy fascinante para aquella época.
Háblanos de estas técnicas constructivas y de cuál es la relación entre las torres octogonales aragonesas y los alminares iraníes…
En casi todo el mundo conocido, antes de conocer el cemento (que fue a finales del siglo XIX) se utilizaba la cal como material aglomerant,e mezclada con arena y agua. Así se hacía el mortero con el que asentar las piedras y, en este caso, los ladrillos. Sin embargo, que sepamos hasta ahora, solamente en dos regiones del mundo se utilizaba el yeso en lugar de la cal y, además, casi siempre, sin adición de arena. Estas regiones son la irania y el actual Aragón. Tenemos un paisaje muy similar en ambas: enormes desiertos con unos oasis donde florece la civilización. En el caso del valle del Ebro, es un gran desierto cuyos oasis son lineales, constituidos por los valles de los ríos que los surcan (el Ebro y sus afluentes). Se da la gran coincidencia de que el medio geológico también es prácticamente el mismo: ausencia de piedra y abundancia de arcilla con la que fabricar ladrillos y yeso para cocerlo y obtener conglomerante.
Este material tiene como principal característica su rápido fraguado, a diferencia de la cal. Ello permite realizar elementos prácticamente “al aire” (arcos, bóvedas, etc.), es decir, sin apenas cimbras ni apeos, porque aplicas la pasta fresca sobre el ladrillo, lo colocas en su sitio y prácticamente se tiene ya al instante. Esta ventaja posibilitó una arquitectura de mucha mayor plasticidad que la del mortero de cal. Podemos comprobarlo en las obras mudéjares herederas de aquellas: el arte mudéjar castellano posee una gran riqueza, pero en el aragonés se observa una finura y una fascinación especial, y ello es debido a esto que explico. El sistema de construcción de bóvedas enjarjadas, y los repertorios decorativos mediante ladrillos resaltados de sus paramentos son prácticamente los mismos en aquellas tierras y en estas. Es algo así como tener una arquitectura persa en un paisaje persa, pero aquí, en el valle medio del Ebro. Aún hoy en día, solo existen torres octogonales de ladrillo y yeso en estas dos regiones de las que estamos hablando.
¿Cuántos son aproximadamente los edificios de origen islámico que habéis descubierto en Aragón y, brevemente, cuáles son los elementos arquitectónicos que os llevaron a esa conclusión?
Además del palacio de la Aljafería (hasta hace poco, el único edificio reconocido en Aragón como arquitectura hispano-musulmana), existen más de una treintena de torres erróneamente catalogadas dentro del arte mudéjar aragonés, entre las que podemos citar el conjunto de las tres torres octogonales de San Pablo de Zaragoza, San Pedro de Alagón y Santa María de Tauste, y también otras no menos fascinantes como las de Utebo, Longares, La Magdalena de Zaragoza, San Andrés de Calatayud, etc. También otros edificios, como la iglesia de San Andrés, que no es sino la mezquita que antes hubo en el mismo lugar (salvo la techumbre, que la hicieron en época posterior sustituyendo a la original) y la Parroquieta de la Seo de Zaragoza, posible mausoleo de los Banû Hûd. Las circunstancias constructivas que nos llevan a estas conclusiones se basan en el estudio de las juntas de encuentro con las iglesias a las que acompañan, donde siempre se aprecia qué edificio se construyó antes. Mediante el estudio de las épocas inmediatamente anteriores determinamos cuál pudo ser la fecha más tardía de construcción de la torre en cuestión, y eso es lo que nos lleva a la Taifa de Zaragoza en muchos casos. Siempre coincide con el hecho de no existir documentos fehacientes de su fecha de inicio de obras.
A menudo relacionáis estos edificios zagríes con la arquitectura islámica irania, ¿habéis viajado por la zona para comprobarlo y hacer analogías?
Realizamos un viaje en 2014 a Irán invitados por la ONG “Musulmanes por la Paz”. Allí tuvimos ocasión de conocer de primera mano aquella arquitectura de ladrillo y yeso que tanto se parece a la nuestra y, sobre todo, intercambiar impresiones con el profesorado de las Facultades de Arquitectura de las Universidades de Teherán e Isfahán, donde recibimos todo tipo de atenciones.
¿Cómo pensáis que se produjo el trasvase constructivo desde la región medio oriental al Aragón del siglo XI?
A diferencia de la sociedad feudal, la islámica era muy viajera por dos motivos. Uno, el religioso, por la obligación de viajar a La Meca al menos una vez en la vida, si no hay impedimento fuerte para ello. El otro, el económico, pues era una sociedad eminentemente mercantil y monetarizada (a diferencia también de la feudal, donde se usaba más el trueque). El medio propicio era la navegación a través del Mediterráneo, al que podemos considerar, en aquella época, como un gran lago musulmán por donde se transportaba todo tipo de mercancías. Hablar de Bagdad entonces, era como ahora hacerlo de Nueva York, y la importación de la cultura de aquellas tierras daba prestigio a los de aquí. Además, el río Ebro era navegable en aquel entonces. Los sultanes saraqustíes necesitaban destacarse de los del resto de la Península y, aprovechando la disponibilidad de los mismos materiales de construcción que allí (ladrillo y yeso), imitaron aquella arquitectura que, por otra parte, les daba legitimidad al estar allí el califato Abasí, una vez desaparecido aquí el Omeya.
¿Qué es lo que más os ha llamado la atención y cautivado de esta región del orbe de mayoría musulmana?
Aparte de los descubrimientos de tipo constructivo, que vinieron a confirmar nuestras teorías, nos cautivó el alto grado de hospitalidad que cultivan aquellas gentes. Aquí nos parece que somos muy hospitalarios y, no es que no lo seamos, pero no nos podíamos imaginar que se pudiera recibir tan bien a unos extranjeros en cualquier sitio.
Las teorías que defendéis, ¿suponen algún cambio en cuanto al origen de la arquitectura mudéjar aragonesa?
Se había establecido como dogma que esta arquitectura había surgido a finales del siglo XIII, por influencia de la almohade. No tenía sentido: una arquitectura eminentemente religiosa realizada para el poder cristiano que imitaba la del enemigo musulmán cuyos dominios por aquel entonces se encontraban a unos 500 Km hacia el Sur, después de casi dos siglos ya de cristiandad (y de europeidad) en estas tierras. Lo cierto es que, a medida que los aragoneses avanzaban en su conquista (principios del siglo XII), iban encontrando pueblos y ciudades con sus mezquitas y alminares.
Las mezquitas fueron consagradas en un principio para el culto cristiano y se reutilizaron los alminares como campanarios. Superada la miseria de la posguerra, se van derribando aquellos viejos templos para construir otros nuevos al gusto europeo (el gótico, por aquel entonces), pero no son tan necios como para derribar aquellas estupendas torres que, además, tenían una estética muy del gusto del poder cristiano. Las construcciones de esas nuevas iglesias son encargadas a alarifes mudéjares, porque son los que mejor dominan esas técnicas ya que, realmente, lo que están haciendo es continuidad del legado de sus antepasados. Ese es el verdadero origen de la arquitectura mudéjar aragonesa: la arquitectura zagrí, derivada a su vez de aquella otra del Oriente Medio.
¿Este descubrimiento y su posterior divulgación ha causado algún tipo de malestar en el ámbito académico, y en concreto entre los historiadores del arte?
Hemos percibido algún signo de malestar por parte de ese mundo académico, aunque también todo lo contrario. Nunca faltan personas eruditas y bien formadas que saben captar e interpretar nuestras aportaciones con mucha receptividad. Pero sí es cierto que, por parte de la mayoría, el silencio ha sido su respuesta, quizá por su dificultad para comprender argumentos arquitectónicos y no sentirse capaces de entrar siquiera al debate. De hecho, nosotros siempre estamos abiertos a ello, pero nunca se nos ha ofrecido desde ese ámbito ninguna posibilidad.
¿A qué crees que es debido este rechazo, piensas que hay un factor de islamofobia o de un nacionalismo mal entendido?
No me atrevo a calificar de islamofobia este fenómeno. Cuando se comenzó a sistematizar la clasificación del patrimonio (S.XIX), había una clara influencia ideológica y se dio en meter todo lo posible en época cristiana. Cuando se habla de arquitectura hispano-musulmana, solo se piensa en Córdoba, Sevilla, Granada y, en menor medida, Toledo. Creo que es un problema educacional: en este país no se concibe que nada que no haya sido cristiano haya podido ser español. En cualquier otro país occidental avanzado con nueve siglos de presencia islámica, no se concebiría que en la formación de historiadores medievalistas no se incluyera la lengua árabe como asignatura obligatoria que posibilitara a esos profesionales un mínimo acercamiento a la cultura que aquí se desarrolló durante tanto tiempo. Pero aquí, todo eso parece normal.
Tú eres nativo de Tauste, una población con un fuerte sustrato andalusí, y has trabajo arduamente para darlo a conocer. ¿Cuáles son los elementos más llamativos de este periodo?
Creo que son los mismos que en el resto de la Península. Con la entrada del islam a principios del siglo VIII se produjo un cambio de sistema político, económico y social muy importante. En aquella Europa tan atrasada, que no terminaba de salir de las cenizas del Imperio romano, surgió un país que se llamó Alandalús (utilizo la forma del profesor Corriente) donde se produjo un primer renacimiento que sirvió de faro para todo el mundo occidental. Vino la cultura oriental, pero las gentes que aquí vivían eran las de siempre, con una minoría llegada de fuera. Desarrollaron la medicina, la agricultura de regadío, la música, la filosofía, astronomía, etc., a unos niveles insospechados hasta entonces en estas tierras.
Desde la asociación El Patiaz habéis hecho una ingente labor de recuperación de este legado, y en concreto de la gran ‘maqbara’, o cementerio islámico de Tauste, cuyas excavaciones promovisteis. ¿Con qué os habéis encontrado?
Encontramos a aquellas gentes que supuestamente nunca habían existido. Cuando comenzamos a defender que la torre de Santa María no era mudéjar del siglo XIII, sino zagrí, del XI, los historiadores decían que no podía ser porque, según las fuentes escritas, Tauste no había tenido siquiera entidad de población antes de su incorporación al reino de Aragón y no tenía sentido la construcción de un alminar tan majestuoso en medio de la nada. El hallazgo de una maqbara tan extensa, que pudo albergar más de 4.500 tumbas de adultos, más las infantiles intercaladas entre las mismas, es la demostración palpable de que Tauste, por aquel entonces, tuvo la suficiente entidad demográfica como para justificar la edificación de semejante torre y de otros edificios que, evidentemente, tuvo que haber.
¿Qué emociones suscitó en ti este descubrimiento?
Es cierto que nos venía bien el hallazgo para apuntalar ante los más reticentes aquello que defendíamos respecto a la torre, pero, de todas formas, teníamos ya clarísimo el verdadero origen de la misma. Estuvimos un año reprimiéndonos de lanzar adelante la primera cata arqueológica porque no queríamos que se perjudicara a ningún vecino. Las normas de Patrimonio son muy injustas: cargan sobre el propietario particular la obligación de costear los estudios arqueológicos cuando lo suyo sería que, si se trata algo de interés público, fuera financiado con dinero público. Fue cuando llegó una carta desde Patrimonio del Gobierno de Aragón advirtiendo de ciertas sospechas (se habían enterado porque, de vez en cuando, salían esqueletos cuando se hacía alguna obra y pensaban que eran de una epidemia de cólera de 1885), cuando decidimos acometer el asunto de manera firme, tratando, a la vez, de arrancar un compromiso a la Corporación Municipal de apoyar económicamente a los propietarios vía exención en el pago de licencias de obras. En la primera cata que promovimos ya hallamos cinco tumbas en unos pocos metros cuadrados bajo la avenida Obispo Conget. Luego siguieron tres actuaciones arqueológicas más, todas ellas con resultados positivos, y la de ahora que, con motivo de la renovación del pavimento de esta avenida, está resultando ser la más espectacular de todas por su gran extensión.
¿No tuvisteis en algún momento la sensación de estar “profanando” algo considerado “sagrado” como son los enterramientos en las culturas islámica y monoteístas en general?
Por supuesto. Venimos de una cultura monoteísta en la que las sepulturas de nuestros antepasados constituyen algo sagrado. Sin embargo, nos soliviantaba más el hecho de que, con motivo de cualquier obra, esos restos fueran a la escombrera de manera indiscriminada. De esta forma, por lo menos, los restos son exhumados con el máximo respeto y después son estudiados para obtener la mayor información posible acerca de las gentes que nos precedieron en el mismo lugar donde nosotros ahora lo hacemos.
¿Y en qué estadio está esta cuestión?
Asistimos ahora a la exhumación de unas 500 tumbas bajo una avenida en la que se va a renovar el pavimento. Tenían prevista la realización de un bulevar central con carriles de circulación a ambos lados, pero nosotros proponemos convertir esa avenida en un paseo mediante un diseño asimétrico que pueda dar más cabida al peatón, en cuyo suelo se dejen unas losas que recuerden las tumbas que ahí han estado durante más de mil años. También se plantea la construcción de una cripta bajo el mismo lugar, donde, de manera ordenada y clasificada, puedan seguir estando esos restos humanos, sin ser trasladados a ningún otro lugar, con un pequeño monumento explicativo de todo ello expresado en español, en inglés y en árabe. Estamos en gestiones con el Ayuntamiento para que se nos atienda esta petición, pues no supone incremento de coste. Para Tauste es muy importante y todavía se está a tiempo de reconsiderar el diseño.
Además de arquitecto técnico e investigador, publicaste en 2018 una novela histórica llamada “El alminar de Tawust”, que ha tenido una excelente acogida, ábrenos boca, en tres palabras, en relación a lo que nos vamos a encontrar en ella…
Se trata de una historia en la que los protagonistas son inventados, pero rigurosamente enmarcados en su contexto histórico. Algunos de los que desenterramos en catas anteriores, a través de esta novela, regresan a la vida y tienen nombre propio y una historia que contar, basada en la información que extrajimos de sus tumbas. Es asombrosa la cantidad de datos que los especialistas son capaces de obtener de una sepultura. Dentro de cada una de ellas, hay enterrada una historia personal apasionante. Estas son las gentes que construyeron nuestra torre o que fueron testigos de ello. En la novela se recrea el ambiente de las ciudades del entorno (Zaragoza, Calatayud, Tudela, Zuera, Alagón, etc.) y, en ella, ladrillo a ladrillo, página a página, se va erigiendo un relato, a la vez que la torre, que nos permite tender puentes con nuestro pasado.