Vistas inéditas sobre la Alhambra

Autor del artículo: Inés Eléxpuru

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El carmen de los Catalanes abre al público hasta el 28 de febrero.

Carmen de los CatalanesUna antigua propiedad privada que se puede visitar ahora, antes de las obras que la recuperarán como parte del recinto. Recorrido por un jardín que descubre la vertiente sur del palacio nazarí.

“Empiezo a pensar que hay un placer más grande que ver Granada, y es el de retornar.”, escribió Alejandro Dumas rendido ante la belleza de la ciudad andaluza. Y en ella está el monumento que más fascinó a escritores y pintores románticos: la Alhambra.

Como un organismo inmenso que palpita y transpira, la Alhambra no para de crecer. Lejos de estancarse con el paso de los siglos, la ciudad palatina nazarí avanza en sentido contrario a su deterioro: recuperando poco a poco su fisonomía original, mientras desentierra su pasado.

Al igual que un organismo vivo, la Alhambra y el Generalife se transforman lentamente al filo de las estaciones y el transcurrir del tiempo.

Así sucede con los jardines de luz y tonos cambiantes y los materiales constructivos que se degradan y se restauran alternativamente, erosionados por el contacto del agua y la sucesiva acción del calor y el frío.

Ladrillos, piedra caliza, estucos policromados y maderas labradas forman un conjunto frágil y especialmente sensible al deterioro.

Monumento a la naturaleza

La Alhambra es ante todo un monumento a la Naturaleza, por eso es porosa y parece respirar. Los alarifes que la concibieron procuraron solidificar el soplo de la brisa entre los jazmines, el sonido del agua arrojada como guijarros desde los surtidores y el silencio cosmogónico del cielo.

Todo ello impregna los estucos de las paredes, los zócalos cerámicos y las bóvedas cuajadas de mocárabes de las salas de Dos Hermanas y Abencerrajes, que son un canto a la fuerza centrífuga del universo. Las poesías de Ibn Zamrak, el llamado poeta de la Alhambra, y las suras coránicas que adornan frisos y fuentes recuerdan la fuente de tanta belleza:

“Él es el poderoso, el Indulgente. Aquél que ha creado siete cielos superpuestos. Mira si ves en la obra del Clemente imperfección alguna. ¡Vuelve la vista! ¿Has observado alguna falla? Luego, vuelve la vista a ella una par de veces; la vista volverá a ti cansada y fatigada”.

Patio de los ArrayanesDesde que en el siglo XIII, el fundador de la dinastía nazarí, al-Ahmar, instaló su corte en la colina Sabika, la Alhambra (la roja, en árabe) no ha cesado de evolucionar. Primero debido a su lenta degradación tras la toma de Granada por los Reyes Católicos en 1492, después con su descubrimiento por parte de los artistas románticos del XIX (Washington Irving, Fortuny, Chateaubriand, Owen Jones) y más tarde, a principios de siglo XX, con su recuperación a cargo de Leopoldo Torres Balbás.

En 1985 se fundaba el Patronato de la Alhambra, dirigido por Mateo Revilla, y desde entonces, son muchos los espacios recuperados para el público.

El último es el carmen de los Catalanes, que abrió sus puertas el 15 de diciembre y permanecerá abierto al público hasta el 28 de febrero.

Situado a mediodía y sobre un promontorio conocido como Peña Partida, en plena alameda, forma parte del recinto de la Alhambra y ocupa una extensión de dos hectáreas. El nombre le viene del origen de la familia Miralles, que adquirió la propiedad a comienzos de siglo XX. Anteriormente había pertenecido a Isabel de los Cobos y Antonio Porcel, a quienes su amistad con Goya les valió quedar inmortalizados en dos lienzos.

El de Porcel fue a parar a Argentina y despareció entre las llamas de un incendio, mientras que el de Isabel de los Cobos, de dulce expresión, permanece en la National Gallery de Londres.

La construcción que se conserva tiene escaso valor arquitectónico. Lo más interesante es el jardín que, en la más clásica tradición granadina, conserva su primitiva estructura, con amplias zonas de huerta, arriates con setos de boj, miradores, pérgolas y grandes ejemplares de pinos piñoneros y almeces. Pero puede que su valor más excepcional sea la vista inédita que ofrece sobre el conjunto monumental desde su vertiente Sur.

“No hay que olvidar que la Alhambra siempre se contempla desde el Norte, con Sierra Nevada al fondo”, explica Revilla, “para comprenderla, a partir de ahora, será necesario no solamente subir al barrio del Albayzín, sino acercarse hasta aquí”.

En efecto, desde este mirador de excepción, la ciudad palaciega confirma aún más el tópico que la pinta como un barco, cuya proa es la torre de la Vela, que rasga las aguas tranquilas de la vega sobre la que se asienta Granada.

Excavaciones

A partir de su cierre al público a finales de febrero, se iniciará en el carmen una serie de excavaciones que descubrirán los silos, las torres y los antiguos sistemas hidráulicos de época nazarí, cuando esta zona servía como cementerio musulmán y campo de entrenamiento militar.

También se prevé rehabilitar la vivienda, los jardines y la huerta. Pero no es esta la única novedad del monumento más visitado de la Península (2.200.000 personas al año), y cuyo aforo limitado trae las colas de espera más largas.

Hace aproximadamente un año abrió sus puertas al público la rauda, o cementerio real, cuyos restos se consolidaron tras años de trabajo.

A finales de este verano se podrá visitar también la iglesia de Santa María de la Alhambra –levantada en el siglo XVII sobre la antigua mezquita grande–, lo mismo que esos bellísimos baños de la mezquita, no muy lejos.

Entre su penumbra y su suave luz cenital se conservan aún los alicatados cerámicos que emulan la ondas del agua. No fueron pocos los pintores que evocaron la molicie de los hamman, o baños árabes. M. Vico fue uno de ellos, como se aprecia en un lienzo de 1887 que recrea a dos mujeres en el baño del palacio de Comares, descansando con esa indolencia y esa sensualidad que cautivaban a los románticos.

También ofrecerán cara nueva dos de los pabellones del palacio de verano, o almunia, del Generalife. Allí se está trabajando desde hace un año en la recuperación del aspecto original del pabellón Sur y del Jardín de la Acequia. Esta intervención cambiará sensiblemente la fisonomía del popular jardín que jalona una alberca con surtidores, y que hasta hace poco rebosaba de color y de flores exóticas.

El problema es que la mayoría de esas especies no existía en época hispano musulmana, y que las actuales investigaciones descubren que las plantas de entonces eran menos espectaculares: jazmines, alhelíes, arrayanes, adelfas, gramíneas y otras. Pero el rigor es el rigor, y el jardín recobrará además su nivel original, más bajo que el actual.

Los palacios nazaríes tampoco se salvan de alguna que otra intervención. Es allí, entre el apoteosis ornamental del salón de embajadores, el palacio de Comares y el patio de los Leones, donde Marguerite Yourcenar debió de hacer esta reflexión: “…Líneas que es estiran, se entrelazan y se acarician, sin otro significado que ellas mismas, música abstracta, meditación matemática eterna”.

Una de las piezas en las que está trabajando el departamento de restauración de la Alhambra son los leones de la célebre fuente, que podría haberse inspirado en la descrita en la Biblia, que se hallaba en la entrada del templo de Jerusalén y estaba sustentada por los doce leones de las doce tribus de Israel.

En torno a la pileta de mármol que escupe agua para después hacerla desaparecer, Ibn Zamrak dejó plasmada su admiración: “…¿No ves cómo el agua se derrama en la taza, pero sus caños la esconden enseguida? / Es un amante de cuyos párpados rebosan lágrimas, lágrimas que esconden por miedo a un delator.”

Inés Eléxpuru

El Viajero, El País, el 18 de enero de 2003