Socotra, la isla de los misterios

Autor del artículo: Jacinto Antón

Fecha de publicación del artículo: 07/12/2016

Año de la publicación: 2016

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Las fotos en blanco y negro de Jordi Esteva reflejan los enigmas de Socotra con una calidad onírica mientras bucean en su memoria. Tierra de magos y fábulas, el solo nombre de la isla, que pertenece a Yemen, provocaba miedo en los marinos árabes, que apenas se atrevían a visitar sus costas y evitaban el interior, poblado de espíritus y monstruos.

Jacinto Antón

Pocos lugares del mundo han atesorado tantos misterios. La isla de Socotra, perdida en el Índico, entre el Cuerno de África y la península arábiga, acuñó su leyenda desde tiempos remotos. Tierra de incienso y de mirra, del milagroso áloe que curaba las heridas de guerra de griegos y romanos, Socotra era también lugar de brujos, de genios y de monstruos. Marco Polo estableció que sus habitantes eran los hechiceros más poderosos del mundo. Allí vivían serpientes voladoras y se creía que en sus montañas habían hecho nido el ave Fénix y la no menos fabulosa ave Roc, la gigantesca rapaz descrita por el viajero Simbad. El escritor, fotógrafo y cineasta barcelonés Jordi Esteva escuchó hablar de la isla a los mercaderes y marinos árabes de Zanzíbar, de Mombasa, de Lamu, y sus relatos encendieron su deseo de visitarla. Sus viajes a Socotra han dado pie a una película y dos libros, el segundo de los cuales, recién aparecido (Socotra; Atlanta), reúne una extraordinaria selección de fotos en blanco y negro que reflejan toda la fascinación que ha ejercido la enigmática isla a través de los tiempos. Esteva intimó con sus habitantes, pastores, camelleros y viejos magos; se dejó poseer por aquel mundo perdido escuchando junto al fuego. Una isla misteriosa amenazada por peligros muy reales: la nunca lejana presión turística y la inestabilidad política de la región. Socotra pertenece a Yemen y su situación ha atraído los intereses de las grandes potencias: se rumorea incluso que EE UU querría trasladar allí a los presos yemeníes de Guantánamo. ¡Tiembla, Simbad!

 

Fuente: El País Semanal