Las escalas en el Mediterráneo hacia el Occidente dependían de muchos factores: el estado del mar, los vientos, la frecuencia de los corsarios, la época en que se realizaba, las guerras de cruzadas o que la nave fuese musulmana o cristiana.
Un viaje era siempre una incógnita que había que resolver según fuera trascurriendo y, ante cada vicisitud, siempre existía el peligro de pérdidas de vidas y de mercancías.
Ruta mediterránea de la costa norte
Si el barco (generalmente genovés, veneciano o de Pisa) partía de Antioquía, o de cualquier puerto sirio-palestino bajo dominio cristiano, su escala inmediata era la isla de Chipre, sede de la Orden militar de los Caballeros de San Juan, continuando a las islas de Rodas, Creta y Sicilia. Para alcanzar esta isla era necesario atravesar el mítico y peligroso estrecho de Messina, y se iba haciendo escala en Messina, Cefalú, Palermo y Trápani.
Después se proseguía hasta la isla de Cerdeña (Sardaniya), y una de las islas orientales de al-Andalus, Ibiza (Yabisa), para llegar a tierra peninsular andalusí por el puerto de Denia (Daniya) o el de Cartagena (Qartayanna) (hasta mediados del s. XIII, ya que a partir de esa fecha estos territorios fueron reconquistados por los reyes cristianos). En la última época nazarí (ss. XIV-XV) el viaje terminaría en Almería o Málaga, los puertos más importantes del reino granadino.
Ruta mediterránea del litoral magrebí
Desde el puerto de Alejandría las naves musulmanas seguían el contorno del litoral norteafricano (territorios bajo gobierno islámico), con escalas en Barca y Trípoli (actual Libia), Gabes, Sfax, Susa, Túnez, Bugía, Argel (Ifriqiya), Honein, hasta alcanzar Almería, ya en tierras de al-Andalus. Quizá, el barco podía continuar hasta Ceuta (Sebta) y desde allí finalizar su ruta, depositando su cargamento en el puerto andalusí de Málaga (Malaqa).
Almería fue el puerto de exportación-importación más importante de al-Andalus, desde finales del s. IX al XIII. Después cedió este puesto a Málaga. En estas escalas magrebíes se podía coincidir con numerosos grupos de peregrinos hacia La Meca, que pretendían embarcarse en dirección a Alejandría, y con numerosas caravanas beréberes que marchaban costeando hacia Egipto, para llevar los productos norteafricanos al Oriente musulmán.
En la travesía marítima eran frecuentes los naufragios y los apresamientos de los barcos por parte de las naves cristianas, que los despojaban de mercancías y esclavizaban a las personas, al igual que se hacía a la inversa.
Los caminos del interior de al-Andalus
En al-Andalus hubo un gran número de itinerarios interiores, tanto a través de los caminos principales, uniendo ciudades importantes -Córdoba, Sevilla, Granada, Almería, Málaga-, como de los secundarios, que unían pueblos entre sí. También estos pequeños núcleos de población estaban comunicados, por medio de caminos interiores, con los numerosos castillos de su zona.
Había una gran organización viaria (en parte heredada de la época romana) que, desde la etapa califal, cambió poco a lo largo del tiempo, dada su útil estructura. En esa red se incluían también determinados servicios, como los de posta y alojamiento en las numerosas ventas (manazil), que surgían a lo largo de los caminos principales.
Además, el paisaje andalusí estaba plagado de pequeñas alquerías, que podían abastecer al viajero, y de abundantes vegas con frondosos árboles, en cuyas entrelazadas ramas, según Ibn al-Sabbát «… el ruiseñor pone sus huevos y cría». Cobijos naturales que hacían innecesaria la acampada en tiendas. Tenían estos caminos vigilancia de soldados, encargados de proteger a viajeros y mercaderes, de los salteadores de caminos, que nunca faltaban.
Muchas puertas de las ciudades tomaban el nombre de la ciudad hacia la cual podía el viajero dirigirse, anunciándole ya el inicio de una ruta. Siguiendo a geógrafos y viajeros por los caminos de alAndalus, se pueden concretar varias rutas hacia Granada.
De Cartagena a Granada
Cartagena (Qartayanna al-Hulafa), Torres de los Tres Zafareches, Murcia (Mursiya), Lebrilla, en el mismo día. Lorca, al-Mansura («Lugar de la Victoria»), Caniles de Baza, Guadix y Granada, empleando un día por cada jornada. Según al-Himyari (s. XIV), Cartagena era el puerto de Murcia con un buen fondeadero, donde anclaban tanto barcos de grandes dimensiones como pequeños.
Mursiya tenía una amplia mezquita aljama (mezquita mayor), muchos baños públicos y alcaicería. Muy concurrida, la vida resultaba barata por los económicos precios de sus abundantes frutas. Para al-Saqundi (s. XII), Mursiya era una de las tierras más ricas en frutos y en perfumes, y sus gentes, las más alegres de al-Andalus.
Wadi’As (Guadix), cercana a Granada, era famosa por sus moreras, árboles frutales y algodón. Tenía unas importantes termas (hammam), adonde acudían frecuentemente los andalusíes.
De Almería a Granada
Almería, Pechina, Mondújar, Fiñana, Alquería de Abla, Guadix y Granada.
Almería (al-Mariyya) fue fundada por el califa ‘Abd al-Rahman III (s. x), quien mandó construir una hermosa alcazaba que dominaba la ciudad. Desde pocos años antes, ya había sido puerto de Pechina (Bayyana), a cuatro millas de al-Mariyya; a este puerto llegaban barcos mercantes desde Alejandría y Siria. Pues como dijo al-Saqundi en su famoso elogio de lo andalusí, en al-Mariyya:
«Estaba la base comercial de los bajeles cristianos y la reunión de su lonja. Desde ella las mercancías cristianas [muchas procedentes de Oriente] se expedían a todo al-Andalus y en ella cargaban los cristianos las mercancías nuestras que les convenían».
Para dar cabida a tanto viajero, al-Mariyya contaba con más de 970 hospederías, según al-Himyari.
Munduyar (Mondújar), a una jornada de Almería, era una aldea en cuya venta se podía repostar pan, pescado y frutas, bajo la atenta mirada de su castillo emplazado sobre una alta colina de tierra roja.
En cuanto a ‘Abla, alquería famosa situada a seis millas de Guadix, era parada obligatoria en el camino de Córdoba a Almería por Granada, hasta época nazarí.
Otra ruta de Almería a Granada
Almería, Dalías, Berja, castillo de Cadiar (Hisn Qadír), cruce del río Guadalfeo, Tayula, Órgiva (Uryiba) y Granada (Garnata).
En la zona de Dalías (Dalaya), al parecer, crecía una especie de áloe indio. El visir granadino Ibn al-Jatíb (s. XIV) recogió esta noticia del geógrafo al-Bakri (s. XI), y por lo visto la variedad de Dalías era superior al áloe indio en fragancia y delicadeza. Una raíz de este áloe fue objeto de regalo a Jayrán (s. XI), rey taifa de Almería.
De Málaga a Granada
Málaga, Munyat Ibn Dabbún, Bezmiliana (Bizilyana), Torre del Mar (Almariyya), alquería de Almazate, Salinas (Saliha), al-Rabí’a, Alhama (al-Hama), río Cacín y Granada.
En esta ruta y antes de llegar a al-Hama, el viajero y mercader podía descansar en el Manzil Fahs Rayya, venta del camino que ha dejado su topónimo: Ventas de Zafarraya.
Málaga (Malaqa), según al-Himyari, era una hermosa ciudad con elegantes viviendas, rodeada de higueras, cuyo puerto tenía dos dársenas naturales y desde donde se exportaban los mejores higos del mundo, famosos por su sabor y perfume, a Egipto, Siria e Iraq. El puerto era, en época nazarí, una auténtica base comercial de los bajeles musulmanes y cristianos.
Otra ruta de Málaga a Granada podía transcurrir por Vélez, Alhama y Granada. En Granada terminaba el largo camino del viajero y del mercader.
«Granada es el Damasco de al-Andalus, pasto de los ojos, elevación de las almas».
Esto dijo al-Saqundi, quien nos informa además que en el Hawz Mu’ammal, alameda granadina entre jardines en la orilla derecha del río Genil, se respiraba un exquisito aroma procedente de la cercana colina del Nayd:
«Venía del Nayd un perfume que, al soplar, difundía el aroma del clavo. Cantaba la tórtola entre el boscaje y se curvaban los ramos de arrayán sobre el arroyo».
Llegada la mercancía al reino de Granada, se depositaba en alhóndigas como al-funduq al-yadida (alhóndiga nueva) de Madinat Garnata (conocida más tarde, en s. XVI, como el Corral del Carbón), o las de los genoveses en Málaga y Almería.
En el zoco granadino las especias se pagaban caras, como resultado de su azaroso transporte. Un cántaro de pimienta valía, en época nazarí, 30 doblas (cada dobla equivalía a 445 maravedíes), y el de canela se pagaba a 38 doblas.
Extracto del catálogo, Los Aromas de al-Andalus
Cherif Abderrahman Jah (FUNCI)