Es una noche húmeda y fría de octubre en Berlín, pero a lo largo de la calle Hauptstraße (distrito de Friedenau), en el interior del famoso club de jazz Zig Zag, el ambiente es cálido y el público que espera a Alaa Zouiten está animado y hablador.
Un resplandor rojo color fuego se refleja en las luces cercanas al escenario donde el intérprete de ‘ud [especie de laúd árabe], nacido en Marruecos, comienza a tocar algunas de las cuerdas de su instrumento. El tintineo de la cristalería y el murmullo de la conversación desaparecen bajo la concentración en la música.
La primera canción de Zouiten es un arreglo rápido que muestra su virtuosismo, y que fluctúa entre estilos que él denomina flamenco árabe y jazz urbano. A continuación, su banda se une a él: un percusionista español, un bajista francés, un violinista canadiense y un pianista libanés. A mitad de su actuación, Zouiten hace una pausa para informar al público de que va a escuchar algo nuevo.
«Estamos probando una mezcla de diferentes estilos de música», dice. «Espero que os parezca bien».
Los aplausos estallan. Una mujer cerca del frente grita: «Está mejor que bien. Es geil, un cumplido en argot alemán que se asemeja a “guay”.
Bebiendo del entusiasmo del público, Zouiten se explaya mientras rasga y habla, rasga y habla.
Una rica tradición musical
«No soy ni un intérprete de ‘ud árabe purista, ni un compositor de jazz, ni un artista de flamenco tradicional», dice, mientras sigue acompañando sus pensamientos con notas que darán paso a la siguiente canción. «Sólo el hecho de ser de un país como Marruecos, con sus influencias árabes, amazigh, islámicas, africanas, judías y andaluzas, hace que la definición sea más compleja «.
«No soy un intérprete de ‘ud árabe purista, ni un compositor de jazz, ni un artista de flamenco tradicional. Sólo el hecho de ser de un país como Marruecos, con sus influencias árabes, amazigh, islámicas, africanas, judías y andaluzas, hace que la definición sea más compleja.»
Al igual que su banda, su música y la ciudad a la que ahora llama hogar, Zouiten está rodeado de una mezcla de culturas y el consiguiente intercambio de colaterales geográficos.
«Cuando estaba buscando sello musical, algunos llamaban a mi música Jazz Oriental. Otros la llamaban «fusión árabe-andalusí», dice. «Sin embargo, yo no estaba satisfecho con estos nombres, hasta que finalmente di con el término correcto. Mi música es un plaisir transculturel, un disfrute transcultural».
La música nunca ha sido solo sobre una sola cosa, dice. En todo Oriente Próximo, el norte de África y el Mediterráneo, la música siempre ha sido rica tanto en tradición como en el eclecticismo propio de los movimientos de los pueblos. En Marruecos, por ejemplo, donde el francés y el árabe se hablan tanto de forma independiente como fusionados en un dialecto, hay una compleja soldadura e incluso reconciliación de identidades que a menudo se encuentra en la música. Los marroquíes, como el resto del mundo, entienden los distintos matices de las representaciones culturales, que en su región iluminan un espectro de influencias árabes, italianas, francesas, amazigh y andalusíes, que en algunos momentos han bebido de o aportado a otros estilos.
Una amplia población árabe en Berlín
Los berlineses que se identifican como árabes son ahora el cuarto grupo étnico de la ciudad, con aproximadamente 135.000 personas, el 3,5% de la población total. Músicos como Zouiten están contribuyendo a crear un paisaje musical más abierto que nunca a la fusión.
En la década de los 70, comenzaron a llegar un gran número de árabes a Alemania como Gastarbeiter (trabajadores invitados), muchos de ellos procedentes de Marruecos y Túnez. Otros llegaron más tarde desde Líbano, Palestina, Irak, Sudán y -más recientemente- Siria, a menudo huyendo de los conflictos. Por esta razón, en las dos últimas décadas, Berlín se ha convertido en un polo de música influenciada, interpretada y cada vez más producida por los recién llegados. Dentro y junto a una mayoría étnica alemana, se ha producido una mezcla de conexiones entre personas, tonos, ritmos, instrumentos e ideas. Las composiciones resuenan no sólo en Berlín, sino en toda Europa y más allá. Berlín se ha convertido en uno de los crisoles de creatividad musical más activos del mundo.
Cuando el profesor Amro Ali llegó en 2011, dice que percibió los primeros signos de la floreciente escena cultural. Como sociólogo especializado en la forma en que las culturas influyen en el comportamiento, se dio cuenta de que la ciudad estaba llena de restaurantes que ofrecían kebabs, shawarmas, baklava y productos similares, pero también observó que había una falta de instituciones que mostraran la literatura, el arte y la música árabes.
La situación cambió en la década de 2010, tras la Primavera Árabe, que obligó a muchas personas del Norte de África y del Levante – especialmente de Siria- a buscar refugio y asilo en el extranjero. Un punto de inflexión histórico se produjo en 2015 cuando, ante el gran número de personas que huían de la represión de la revolución siria, la entonces canciller alemana Angela Merkel decidió abrir las puertas de Alemania. Entre los aproximadamente 1,2 millones de solicitantes de asilo que Alemania acogió, había artistas, profesores, empresarios e intelectuales muchos de los cuales eligieron establecerse en Berlín.
La población procedente de Oriente Medio y el Norte de África se encontró así en la ciudad, dice Ali, y compartieron una experiencia común de emigración y adaptación. Esto creó un terreno fértil para las interacciones y colaboraciones interculturales en todo tipo de cuestiones, desde aspectos prácticos hasta la creatividad musical.
«Berlín ya era un centro cultural», dice Ali, que ahora es investigador en la Universidad Libre de Berlín y profesor de sociología en la Universidad Americana de El Cairo. «Pero se estaba convirtiendo en un centro donde los árabes podían establecerse rápidamente».
«Berlín ya era un centro cultural. Pero se estaba convirtiendo en un centro donde los árabes podían establecerse rápidamente».
Una actividad cultural floreciente
Se produjo lo que la revista inglesa Exberliner denominó «un estallido de actividad cultural sin precedentes».
Periódicos, obras de teatro, películas, espectáculos artísticos y Baynatna, la primera biblioteca árabe de la ciudad, abrieron en medio de la afluencia.
«Se convirtió en la ciudad elegida por una nueva generación de talentos culturales de Oriente Medio y el Norte de África», afirma Ali.
Surgieron nuevas alianzas y nuevas oportunidades entre los artistas y las instituciones, organizaciones y subculturas locales, todo ello en la que puede ser considerada, especialmente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, una de las ciudades más introspectivas del mundo, una ciudad inusualmente comprometida con la experimentación necesaria para la regeneración cultural. Berlín volvía a convertirse en un punto de inflexión para otro capítulo de la historia cultural europea.
Antes de la pandemia de COVID-19 proliferaban las jam sessions, las actuaciones musicales y las fiestas de baile, que ahora se reanudan con cautela. Los intérpretes de ‘ud conectaron con percusionistas y un sinfín de personas en parques y plazas, especialmente en el popular mercado dominical de Mauerpark (Parque del Muro), a lo largo de una antigua parte del Muro de Berlín.
Las actuaciones semanales de The Arab Beats Project, una colaboración de «electrónica oriental» de los disc-jockeys Rafi Gazani, de Palestina, y Uroš Petkovic, de Serbia, reunieron a cientos de fiesteros en los clubes de las calles cubiertas de grafitis de Kreuzberg. En el ámbito de la música clásica, la renombrada Orquesta West-Eastern Divan, fundada por el académico palestino-estadounidense Edward Said y el director de orquesta israelí-estadounidense Daniel Barenboim y con sede en Sevilla (España), creó en Berlín la Barenboim-Said Akademie, que ofrece a los estudiantes de Oriente Próximo y el Norte de África licenciaturas y certificados en música. La Arab Song Jam surgió con actuaciones semanales en el Werkstatt der Kulturen, un local del barrio de Neukölln, en el sur, cada vez más de moda.
Un centro de desarrollo cultural
«Es esta diversidad la que hace que la escena sea tan interesante», dice Sean Prieske, doctorando en musicología transcultural en la Humboldt-Universität de Berlín. Prieske dice que ha conocido a músicos tradicionales y modernos, a artistas clásicos y a los que se dedican al hip-hop, al metal, a la electrónica y al jazz, y afirma que ahora es habitual oír que los músicos se trasladan a Berlín únicamente para intentar lanzar sus carreras musicales internacionales.
Elias Aboud es uno de ellos. Percusionista que aprendió música en Damasco, Aboud terminó sus estudios musicales en 2021 en Barenboim-Said. Además de actuar con destacadas orquestas, Aboud formó el Ramal Ensemble con tres compañeros sirios en Berlín. No sólo tocan piezas tradicionales, dice, sino que también componen «obras que llevan el sofisticado sonido polirrítmico de la música árabe a los conjuntos de cámara occidentales, experimentando con melodías clásicas de ambas tradiciones.»
Aunque la idea del conjunto comenzó en Siria, Aboud recuerda que «pude llevarla a cabo aquí en Berlín», donde no sólo descubrió un nuevo sonido, sino lo que él llama «un nuevo color» en la música mientras tocaba los teclados sobre instrumentos tradicionales de Oriente Medio, como el ney, parecido a una flauta, o el qanun, [especie de salterio], que se toca pulsando sus cuerdas.
«La música clásica es algo de lo que los alemanes están orgullosos», dice Aboud. «Tenía sentido combinar los sonidos, mezclar las tradiciones y crear algo nuevo que tocara a personas de múltiples orígenes y culturas».
En su proyecto más reciente, Aboud está creando música inspirada, dice, en las populares líneas de metro Untergrundbahn o U-bahn de Berlín. Su primera pieza, «U8», evoca las líneas de transporte rápido que conectan los barrios árabes del distrito de Neukölln con otras partes de la ciudad.
«Mi esperanza es que mi música te conmueva no por ser árabe, sino como oyente. No importa si eres árabe, alemán o latinoamericano. Sólo quiero que la gente aprecie la música».
Gracias a la escena musical berlinesa, ecléctica y, a menudo, no restrictiva, músicos como Aboud han podido obtener un nivel de estatus local que no pueden replicar en sus países de origen, dice Prieske.
«Aunque no se puede comparar con El Cairo o Bagdad, con sus sólidas tradiciones musicales, Berlín es sin duda la ciudad más importante para la música árabe fuera de los países de habla árabe en este momento».
6aha Aiwa, rapero y letrista de Alepo, está de acuerdo. Sabe que Berlín no es la única ciudad donde se producen estas fusiones musicales, pero afirma que la ciudad ofrece a los músicos como él acceso a diferentes tipos de redes. Taha, que compone bajo el nombre de 6aha Aiwa, actuó de forma relativamente desapercibida durante ocho años en Siria antes de trasladarse en 2015 a Berlín, donde conectó inmediatamente con la escena musical.
«Estaba haciendo cola en un centro de refugiados y unos voluntarios me estaban proporcionando té caliente. Empecé a hablar con uno de ellos y me invitaron a una jam session«, explica.
Cuando 6aha Aiwa llegó, esperaba disfrutar de la actuación de otros músicos. Se sorprendió cuando le llamaron para subir al escenario.
«De repente tuve que cantar en árabe. Fue abrumador», dice.
Desde entonces, 6aha Aiwa ha actuado en festivales y conciertos en solitario por todo Berlín. En 2016, fundó wladalamm, un grupo de rap, reggae y hip-hop árabe.
«Nuestra música no es para divertirse», dice. «No hay una sola línea que se pueda desperdiciar. No se trata sólo de rellenar palabras».
Sus letras, dice, ofrecen un medio para explorar las experiencias de los solicitantes de asilo: todo lo bueno, lo malo y lo intermedio.
«Que los sirios hablen de estos temas, sin miedo, es una forma de que los alemanes aprendan sobre esto, directamente de la fuente. Nos da un escenario para que podamos «integrarlos» en nuestro mundo», dice. Su rap, subraya, no es «música para refugiados».
«Que los sirios hablen de estos temas, sin miedo, es una forma de que los alemanes aprendan sobre esto, directamente de la fuente. Nos da un escenario para que podamos «integrarlos» en nuestro mundo».
«Hago arte. Hago música. Quiero que la gente me fiche como músico y no como refugiado», dice, y comenta cómo los artistas árabes de los círculos de rap berlineses similares se han dado cuenta de que su música parece estar cambiando las cosas de las que hablan también los berlineses no inmigrantes.
«No podemos cambiar el hecho de que Berlín es una ciudad alemana. No vamos a cambiar lo que les gusta a los alemanes ni cómo hacen las cosas. Pero con una escena formada por personas de tantas corrientes culturales diferentes, también estamos dando forma a la ciudad», dice.
«Nuestra base de fans está formada por árabes y occidentales, anarquistas e izquierdistas, gente de todo el espectro. Coinciden con nuestras perspectivas políticas, no sólo con nuestros orígenes culturales», afirma. «Así es Berlín».
La vocalista Jamila Al-Yousef también sabe cómo es, viviendo una identidad hifenizada como minoría en una ciudad curiosa pero históricamente homogénea. Nació el mismo día en que cayó el Muro de Berlín -el 9 de noviembre de 1989-, su madre es una Urberliner, es decir, una «berlinesa original», y su padre llegó a Berlín como refugiado de Palestina: Se llama a sí misma Berlini-Palestini, y le apasiona trabajar y colaborar con artistas de todo el mundo.
Al-Yousef fundó en 2016 la banda Jamila & the Other Heroes, que en los últimos años ha realizado giras por Alemania, Oriente Medio y el norte de África. En 2020, el grupo publicó su álbum de debut, SIT EL KON (La abuela del universo), que cuenta con percusión árabe y letras en árabe, pero elude el confinamiento de etiquetas como «música árabe» al autodescribir su sonido como «funk psicodélico del desierto.»
Aunque las giras siguen siendo difíciles debido a los problemas de visado y a una pandemia mundial que no termina de remitir, Al-Yousef afirma que “como banda, viajamos dentro de nuestra música. Viajamos dentro de las creaciones que hacemos juntos”.
Su objetivo, como el de tantos otros, es aportar una energía nueva y creativa a temas importantes para la ciudad.
«Lo que podemos hacer como artistas en Berlín es derribar las fronteras existentes en nuestra cabeza e invitar a otros a hacer lo mismo», dice.
Esta idea recupera el sentimiento de plaisir transculturel que Zouiten explicaba bajo los focos del escenario Zig Zag, donde las notas, los vítores y las sonrisas desafían las divisiones, unen a la multitud en una experiencia común y calientan el frío de otra noche de finales de otoño.
Fuente: AramcoWorld
Traducción: FUNCI