Alianza De Civilizaciones
Excelencias, Ilustrísimos Señores y Señoras representantes del Grupo de Alto Nivel para la Alianza de Civilizaciones, Señoras y Señores observadores.
En primer lugar quisiera agradecer en mi nombre y en el de la Fundación de Cultura Islámica, ONG española que tengo el honor de representar hoy, la invitación cursada por las Naciones Unidas y el Gobierno de Qatar para participar en este importante foro.
Nuestra experiencia como Fundación, a lo largo de más de veinte años, se ha basado en intentar abrir los caminos del diálogo entre la sociedad musulmana y la occidental. En este largo período de tiempo hemos sido testigos de excepción de la complejidad de esta relación y hemos sido capaces de adelantarnos a los acontecimientos, contribuyendo en cierta manera a definir algunos de los desafíos a los que nos enfrentamos en la actualidad.
Como muestra de este esfuerzo, en 1991 organizamos en París en colaboración con el Comité de Educación y Cultura de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, un Coloquio Internacional denominado “Contribución de la civilización islámica a la cultura europea”, que se celebró en la sede de la UNESCO, entonces dirigida por nuestro amigo Federico Mayor Zaragoza.
Como resultado de aquel Coloquio sobre la contribución de la civilización islámica a la cultura europea, se aprobó la Recomendación 1162 (1991) de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, Recomendación que, como todas las emitidas por ese Organismo, es no vinculante, pero que sentaba las bases universales para una comprensión mutua que diera paso a un posible diálogo entre ambas partes, precursora en cierto modo de la actual Alianza de Civilizaciones impulsada por el Sr. Rodríguez Zapatero y el Sr. Erdogan.
En aquella Recomendación se enumeraba una serie de consideraciones y de propuestas concretas que todavía hoy siguen siendo de plena actualidad. Ninguna sin embargo fue puesta en práctica tal y como se planteaba.
Aquel fue un intento de asociar a nuestra causa a los parlamentarios diseñadores de políticas, o por lo menos de llamar su atención ante el enorme desafío que se avecinaba.
Todas la ONG’s hemos pasado por la dura experiencia de ver cómo nuestros esfuerzos se ven a menudo truncados por ejercicios irresponsables de los poderes públicos, como hemos comprobado por ejemplo últimamente con las tristemente célebres viñetas del Profeta. Nos asombra a veces la falta de conocimiento y la arrogancia de ciertos dirigentes en el ejercicio de sus funciones.
Comprendemos que muchas cuestiones se dejen en manos de la llamada “política de mercado”, pero nos cuesta entender la negativa o la incapacidad de algunos gobernantes de ver el enorme riesgo que conlleva el tener en cuenta solamente este factor a la hora de decidir.
Señoras y Señores, Alianza significa unir y aliar. En palabras del Presidente de nuestra Fundación, Cherif Abderrahman Jah:
“No podremos llegar nunca a una alianza duradera si ésta no se basa en la noción de equilibrio. Porque todo en la naturaleza y en la Creación tiende por sí sólo al equilibrio. Si nuestras Alianzas se intentan forjar entre partes donde priman los desequilibrios, éstas se acabarán por romper, porque, como todas las cosas de este mundo, las partes buscarán de manera natural su postura de equilibrio original.”
Así pues, y aunque parezca obvio, si queremos forjar una alianza duradera, debemos solucionar ante todo los problemas que provocan los grandes desequilibrios en el mundo, tanto en la esfera política como en la económica y social. Si no, estaremos tan sólo poniendo parches o remiendos que acabarán por saltar.
Y para ello, lo primero consiste en analizar y asumir las responsabilidades políticas a lo largo de la Historia, pues nada surge por generación espontánea y todo tiene un origen definido. Se han cometido errores que sería conveniente fueran reconocidos tanto desde el ámbito de la opinión, como de la oficialidad. Ninguna de las propuestas de alianza se revelará eficaz si antes no se consiguen cerrar las heridas históricas, origen de tanto desencuentro.
En este sentido, el mundo occidental que, desde sus indiscutibles logros sociales ostenta a veces con arrogancia su superioridad, debería de ser capaz de dar los primeros pasos. Estos pasos a su vez deberían de ser seguidos por el mundo de mayoría musulmana, que del mismo modo ha cometido errores históricos que se deberían de analizar, en aras a facilitar el entendimiento y el equilibrio entre las partes.
En este sentido proponemos:
1. En primer lugar, y desde los mecanismos y fórmulas adecuados auspiciados por las Naciones Unidas, que se estudien a fondo las consecuencias positivas y negativas de las etapas de colonización en nuestro planeta, realizándose a continuación una Declaración Mundial.
Por otra parte, los dirigentes y líderes de opinión del mundo árabo islámico deberían debatir abiertamente los mecanismos capaces de incorporar a las sociedades de mayoría musulmana para que participen en mayor medida en su futuro, manifiesten su opinión y elijan a sus gobernantes a través de la elección directa en las urnas, como consecuencia de un proceso de madurez social que, por otra parte, ya se está produciendo.
2. Sin embargo, no hay libertad política sin libertad religiosa. Esto es indiscutible. En este sentido se debe de analizar en toda clase de foros la utilización sesgada e interesada de la religión. En época premoderna la religión, tanto en Oriente como en Occidente, dominaba la esfera de lo político y ejercía el poder sólo a través de la instrumentación de las “obligaciones” y del miedo sobre los ciudadanos, ejercidos por los distintos dirigentes religiosos.
Como contrapartida, la era moderna trajo el valor incuestionable de los derechos del individuo como un valor casi sacralizado, dentro de una sociedad laica, que apenas reconoce ningún tipo de obligación. En este tipo de sociedad, y desde que se impusieran las grandes corrientes de pensamiento de izquierda surgidas desde el siglo XVIII, se considera a los ciudadanos creyentes como inferiores, anclados en conceptos y creencias obsoletos propios de épocas ya pasadas. A cambio, se han entronizado y sacralizado ciertos conceptos como la libertad de expresión por encima de cualquier ética, y el ejercicio de cualquier libertad sin límite, más allá del respeto a la sensibilidad de los demás.
Por otra parte, si queremos conseguir el equilibrio del que hablábamos, como premisa para cualquier intento de alianza, hay que solucionar, y con urgencia, los problemas derivados de la injusticia social en el mundo, No podemos pedir a los pueblos que se sumen a elevados proyectos de desarrollo académico y cultural, si padecen pobreza y hambre. Hambre, una terrible palabra que debería de haber desaparecido desde hace mucho de nuestro léxico planetario.
Hay prioridades que son absolutas, incuestionables. Si no somos capaces de ponernos de acuerdo para subsanar los problemas derivados de la pobreza y el hambre en el mundo, paradigma del desequilibrio imperante, cómo podremos pretender forjar una alianza entre los pueblos.
Cómo puede ser, en este sentido, que todavía existan Estados que nieguen el derecho de sede a las ONG’s internacionales de ayuda humanitaria y cooperación al desarrollo, bajo determinados pretextos de carácter ideológico.
Esto es lo primero que se debería de solucionar, y con urgencia.
Así, pues, y resumiendo, hay dos cuestiones que se deberían de afrontar desde un punto de vista internacional e institucional:
1.- La asunción oficial de las consecuencias del colonialismo.
2.- La aceptación oficial en el mundo de mayoría musulmana de la libertad religiosa y el derecho a ejercer el iytihad, (reinterpretación) ante determinados problemas y cuestiones. Una institución, la del iytihad, plenamente islámica, que se abandonó en el siglo XIII.
Señores y Señoras,
Decimos que la sociedad civil tiene que ser protagonista absoluta de esta Alianza de Civilizaciones. Nosotros, desde la sociedad civil, queremos decir que ya tenemos ese protagonismo, aunque se nos niegue en ocasiones en algunos campos como el de la cooperación. Que es cuestión de tiempo. Que disponemos de las armas ideológicas y políticas suficientes para decidir nuestro futuro, como así lo hemos demostrado recientemente en España con la elección por las urnas del nuevo gobierno socialista gracias a su política anti belicista.
Desde la sociedad civil, miles y millones de hombres y mujeres pertenecientes a toda creencia y cultura, se asocian cada día en mayor medida a proyectos de solidaridad, ayuda humanitaria y desarrollo educativo y cultural, fomentando el intercambio entre los pueblos. Este proceso es imparable. Sólo queda que nuestros políticos decidan secundarlo con medidas concretas que contribuyan a restablecer el equilibrio necesario y, en consecuencia, el diálogo y la alianza cultural.
Muchas gracias.
II Encuentro del Grupo de Alto Nivel
Doha, 27 de febrero de 2006
Encarna Gutiérrez
Secretaria General
Fundación de Cultura Islámica, Madrid