Artículo del diario ABC sobre el Palacio de Abrantes, antigua Embajada de Italia y, en la actualidad, sede del Instituto Italiano di Cultura en Madrid. Construido en el s. XVI y situado en la calle Mayor, este edificio esconde una parte de la muralla islámica, además de constituir un importante testigo de la historia reciente de España.
Desde 1888, el Palacio de Abrantes, en la calle Mayor (entre la calle del Factor y la calle de la Almudena), es propiedad del Estado italiano. Allí instaló en primer lugar su Embajada y en 1939 pasó a ser la sede para el entonces recién creado Instituto Italiano di Cultura, que se mantiene a día de hoy en dicho edificio. Un palacio relacionado con la historia más antigua de Madrid, que pasó por manos de distintos propietarios y que después de varias reformas e intervenciones conserva su belleza.
Este edificio se sitúa sobre la antigua muralla islámica de la capital, que, según el plano diseñado en 1549 por Cristóbal de Villarreal, atravesaba los edificios situados entre la calle del Factor (denominada entonces calle de Los Palominos) y la iglesia Nuestra Señora de la Almudena. Un muro de unos cinco metros de la muralla subsiste en el interior del palacio como fragmento vivo del Madrid más antiguo. La muralla data del siglo IX y fue construida por el emir omeya Mohamed I para proteger el alcázar y la almudayna de una nueva ciudad bautizada como Mayrit.
Se cree que las cinco primitivas parcelas que ocupaban este solar fueron compradas por el maestro de obras Miguel de Soria y construyó un palacio entre 1652 y 1656 diseñado por el arquitecto Juan de Maza. Más tarde lo vendió a Juan de Valencia, de la Orden de Calatrava y Espía Mayor de la corte de Felipe IV, aunque parece que el verdadero promotor de la compra fue Antonio de Valdés y Osorio. Se logró unificar las fincas anteriores con una fachada común en la calle Mayor, por entonces llamada calle Real de la Almudena. Allí se levantó un portón monumental que se conserva y dos torreones con chapitel en ambas esquinas que ya no existen.
Este edificio se sitúa sobre la antigua muralla islámica de la capital, que, según el plano diseñado en 1549 por Cristóbal de Villarreal, atravesaba los edificios situados entre la calle del Factor (denominada entonces calle de Los Palominos) y la iglesia Nuestra Señora de la Almudena.
Las obras del palacio dejaron en apuros económicos a la familia. Lo alquilaron al arzobispo de Toledo y en 1669 la familia Valdés lo vende al Marqués de Alcañices. «El palacio tuvo varios propietarios hasta caer en manos de la pequeña nobleza local», explica a ABC el Instituto Italiano de Cultura. Sin dinero y necesitada, la pequeña nobleza, durante el siglo XVIII y parte del XIX, acaba por subdividir y alquilar el interior del palacio.
Palacio isabelino
Debe su nombre a los duques de Abrantes, que fueron sus propietarios entre 1842 y 1874 y fue con ellos que se remodeló el edificio de la mano del arquitecto Aníbal Álvarez Bouquel. Entre 1844 y 1854, el viejo caserón pasó a ser un lujoso palacio isabelino, que conservó la portada de granito, aunque eliminó las torres. Entre las curiosidades de esta época cabe referir que el hijo de los duques, el marqués de Sardoal, fue alcalde y presidente de la Diputación de Madrid. Desde este palacio defendió la Primera República y obtuvo la cartera de Fomento. El edificio pasó a manos del senador progresista Manuel María de Santa Ana en 1874, quien instaló en él la sede de la redacción del periódico La Correspondencia de España. Sería el siguiente dueño del diario, Ignacio Escobar, quien lo vende al Gobierno italiano por 400.000 pesetas.
«Al comprar el palacio el Gobierno italiano instaló en primer lugar su Embajada», explica a ABC Laura Pugno, directora del Instituto Italiano di Cultura. El Embajador que lo adquirió, el Conte Giuseppe Tornielli-Brusati y su sucesor, el Barón Renzis di Montano, se encargaron de reestructurar el interior del edificio (trabajo del arquitecto Luis Sanz) redecorando los salones con obras maestras de la pintura italiana. También restauraron y embellecieron las fachadas, con zócalo granítico en el sótano y almohadillado en la planta baja, conservando la portada original de piedra berroqueña y decorando la planta superior con pinturas, con temas referidos a la reunificación italiana, firmadas por la firma milanesa M. C. Grandi-Passetti. En 1924 visitaron el palacio los Reyes de Italia que ofrecieron una cena y un baile a los monarcas españoles.
Fue precisamente al final de la guerra civil, en 1939, cuando la Embajada de Italia se trasladó al barrio de Salamanca y el palacio de los Duques de Abrantes acogió al Instituto Italiano di Cultura adaptándose el espacio a su nuevo uso.
«Durante la Guerra Civil, el palacio hospedó al batallón italiano de las Brigadas Internacionales», subraya la directora, años en los que el edificio sufrió algunos daños por los combates. Fue precisamente al final del conflicto, en 1939, cuando la Embajada de Italia se trasladó al barrio de Salamanca y el palacio de los Duques de Abrantes acogió al Instituto Italiano di Cultura adaptándose el espacio a su nuevo uso. Desde entonces ha acogido numerosas exposiciones de artistas italianos que ocupan los espacios que en su día fueron cuartos, salas y salones del palacio. El antiguo Salón del Trono fue reestructurado en 2009 cuando se realizó una exposición de Ottavio Missoni, «devolviendo el esplendor a este salón», puntualiza Laura Pugno. La escalera mantiene su estructura original y sus paredes están decoradas por obras de la artista Carla Accardi quien también expuso su obra en este palacio. Paseando por las salas se pueden todavía contemplar azulejos originales de Talavera de la Reina y una vidriera del siglo XVII.
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