En la Ceuta del siglo XI nació Abu Addullah Muhammad ibn Muhammad ibn Addallah ibn Idrisi (1099-1166), el creador de una de las obras cartográficas más famosas de la historia: el llamado Kitab Ruyar en árabe, o Libro de Roger, en español. Pero la obra por la que, sin duda, se reconoce a Al-Idrisi es la Tabula Rogeriana, un compendio de mapas que sirven de anexo al libro y que dan una visión de la geografía mundial totalmente diferente a la que estamos acostumbrados en el occidente actual.
Como decíamos, al-Idrisi nació en Ceuta en el año 1099 y el hecho de que fuera criado en el seno de una familia noble le permitió viajar por todo Oriente Medio, así como estudiar en Córdoba, una de las ciudades más importantes de al-Ándalus. Durante su estancia en la península viajó por la mayor parte de la zona meridional, llegando hasta la actual Lisboa por la costa atlántica y a Valencia, por la mediterránea. Sus largos viajes por estos territorios fueron recogidos en su posterior obra cartográfica, que le haría pasar a la historia. De su obra también se extrae que los lugares acerca de los que demuestra mayor conocimiento, quizá porque fue en los que más tiempo pasó, son las actuales regiones de Murcia, Andalucía y el Algarve portugués.
Tras pasar su juventud recorriendo la Península Ibérica, hacia el año 1140 el rey Roger II de Sicilia (1095-1154) se puso en contacto con el joven al–Idrisi. Este conde normando que consiguió ser coronado rey por un antipapa a cambio de apoyo militar, se dedicó durante todo su reinado a extender tanto su conocimiento como sus tropas por la zona norte de África y Grecia. Como parte de esta campaña le encargó al joven al-Idrisi que elaborara un compendio geográfico del Mundo y un atlas, tarea en la que éste emplearía unos quince años. Durante este tiempo viajó recopilando información geográfica y cartográfica, tanto árabe como cristiana, y envió emisarios con el fin de que obtuvieran información de los lugares a los que él no pudo llegar.
El rey Roger II de Sicilia le encargó al joven al-Idrisi que elaborara un compendio geográfico del Mundo y un atlas, tarea en la que este emplearía unos quince años.
El cumplimiento del encargo del rey Roger II dio como resultado un manuscrito titulado Nuzhat al-mustaq fi’khtiraq al-afaq, o Libro de Roger. Esta obra iba acompañada de un mapa del mundo conocido, elaborado sobre una tabla de plata. Ambos documentos fueron presentados al rey en 1154, quien murió poco después, hecho que podría haber supuesto el olvido de la labor y la obra del geógrafo ceutí. Sin embargo, su hijo y sucesor en el trono, Guillermo II, renovó el contrato con al-Idrisi para que siguiera trabajando al servicio del reino de Sicilia, lugar en el que pasó el resto de su vida. Cabe mencionar que su obra presenta multitud de fuentes, tanto escritas, como cartográficas, entre las que destacan las obras de Ptolomeo, Orsoius, Mukadasi o Ibn Hauqal. Para la península ibérica concretamente, se basó, sobre todo, en el gran cronista cordobés del siglo X, al-Razi.
El agua en la obra de Al-Idrisi
La profesora Ana I. Carrasco, de la Universidad Complutense de Madrid, en su artículo «La percepción del agua y los sistemas hidráulicos en la obra de Al-Idrisi» elabora un análisis detallado de la importancia del agua, y de todo lo relacionado con este elemento, en la obra del geógrafo. El método escogido para realizar dicho estudio está centrado «en el análisis del lenguaje y en el estudio de los términos clave, así como su frecuencia de aparición y de sus relaciones contextuales con otros términos.» (Carrasco, 1995)
Para el geógrafo ceutí el agua es un elemento central en la vida cotidiana.
En la edición en árabe del texto son muchos los términos que pertenecen o tienen relación con el campo semántico del agua. La palabra “agua” (ma’) concretamente, aparece 18 veces en el texto, y hay un total de 9 referencias a manantiales o fuentes (‘uyun). También aparecen los términos “pozo” (abar) y “noria” (na‘ura, o dawalib). En cuanto a los jardines (yannat) y huertas (basatin) aparecen hasta 29 veces; y también encontramos palabras como acequia, acueducto o embalse. Por otro lado, es importante lo numerosas que son las referencias a determinadas acciones que tienen que ver con el agua, como regar y beber.
Mediante su análisis lingüístico, la profesora Carrasco llega a la conclusión de que para el geógrafo ceutí el agua es un elemento central en la vida cotidiana. «El alto índice de aparición del término ma’ (agua) asociado a la descripción de ciudades y otras poblaciones, significa que, en la mente del geógrafo, es una cuestión de vital importancia.» (Carrasco, 1995). No obstante, parece que a al-Idrisi le interesa más consignar el consumo doméstico del agua que su uso agrario, ya que las descripciones de los sistemas de riego no son tan relevantes en su obra. Por último, el interés de al-Idrisi por el agua se refleja también en los calificativos que caracterizan al sustantivo “agua”. El agua que provoca la fertilidad de los campos es siempre abundante (<em; «>katir), dulce (<em;»>latifa/hulw), salobre (<em;»>milh sabih) y cálida (<em; f»>asjan).
Así pues, gracias a estos geógrafos y cartógrafos del pasado, especialmente a los estudiosos andalusíes que destacaron por trabajos de la magnitud de la Tabula Rogeriana, y sin olvidar la labor de historiadores y cartógrafos actuales que dedican su tiempo a recuperar la labor de los primeros, podemos comprender cómo era el mundo conocido en la época de al-Idrisi y cómo se abordaba su estudio. Pero no solamente el conocimiento recuperado atañe a la geografía o a materias humanísticas, ya que en el mismo texto de al-Idrisi se refleja el interés del cartógrafo por la intrincada infraestructura de los sistemas hidráulicos, tanto de su propia época como anteriores a su tiempo.
Patricia Montoro – FUNCI