Diversas organizaciones de la sociedad civil o del llamado «tercer sector», entre ellas la Fundación de Cultura Islámica, participaron el 26 de noviembre en un taller para actualizar la Estrategia Integral contra el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y otras formas conexas de intolerancia. Transcurridos ocho años de su aprobación por el Consejo de Ministros, el 4 de noviembre de 2011, la Dirección General de Integración y Atención Humanitaria, a través del Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (Oberaxe), considera que se hace imprescindible emprender una revisión de la Estrategia que tenga en cuenta, al menos, dos aspectos. Por una parte la actualización del contexto y del diagnóstico de situación, y por otra la incorporación de «las recomendaciones de los principales organismos internacionales a España, en los ámbitos de racismo discriminación racial, xenofobia y otras formas de intolerancia». Aunque, como se puso de manifiesto en el propio taller, también pesa en el ánimo del mismo el crecimiento y normalización de los discursos y prácticas racistas en el ámbito político y en el social (a través de las redes sociales, por ejemplo), así como la importancia creciente de los llamados «delitos de odio».
Con ese objeto, Oberaxe ha diseñado una «metodología de validación y consulta» en la que se inscribe el citado taller, que se celebró en la Secretaría de Estado de las Migraciones. El Movimiento contra la Intolerancia, Mujeres Progresistas, la Liga Española de Educación, Rromani Pativ, el Instituto de Dominicanos y Dominicanas en el Exterior y Conciencia Afro fueron algunas de las entidades convocadas, aunque no se facilitó un listado de las mismas. Del ámbito específico de la lucha contra la islamofobia participaron la FUNCI, el proyecto Salam Plan, la Fundación Al Fanar y la Asociación Musulmana por los Derechos Humanos.
Se trata sin duda de una iniciativa imprescindible en un contexto en que el racismo y otras formas conexas de discriminación parecen hacerse cada vez más estructurales y normalizadas en el discurso y la gestión política. Y en el que el propio discurso tiende constantemente al libelo y a la movilización racista, alentado por los algoritmos de los nuevos canales de comunicación así como por las tendencias del periodismo y de la industria del ocio, que favorecen el sensacionalismo y el vaciamiento de sentido. Por esa razón, resulta imprescindible dotarse de instrumentos institucionales potentes de análisis y actuación, que se actualicen permanentemente y que incorporen, como también se dijo, los conocimientos y experiencias de quienes estudian y combaten las discriminaciones, y sobre todo los de quienes las sufren.
Se trata sin duda de una iniciativa imprescindible en un contexto en que el racismo y otras formas conexas de discriminación parecen hacerse cada vez más estructurales y normalizadas en el discurso y la gestión política.
Un trabajo en curso
La iniciativa (todavía en curso, por lo aún es pronto para extraer conclusiones), también reflejó muchos aspectos en los que se debe continuar trabajando, varios de las cuales fueron señalados por diversos asistentes. En primer lugar, la propia composición del taller y las invitaciones cursadas para participar en el mismo. Detectamos por ejemplo algunas ausencias importantes, no solo en cuanto a la representación de los grupos sociales más vulnerables a las discriminaciones y el discurso de odio, sino también de agentes relevantes en las luchas antirracistas. Debido a su localización geográfico, el encuentro tuvo, por lo demás, un sesgo mayoritaria aunque no exclusivamente madrileño.
En segundo lugar, las premisas del diagnóstico se centraron en el ámbito discursivo y en general en las expresiones más explicitas y agresivas de racismo, reducidas a una cuestión de «actitud» en las relaciones interpersonales, de «intolerancia» y de «odio». Esta perspectiva, que es habitual en las iniciativas antirracistas promovidas por las instituciones, deja fuera las expresiones sutiles y estructurales de las discriminaciones, que, sin embargo, son las que prevalecen con mucha diferencia. Y soslaya los estudios más recientes sobre el racismo, así como las voces de las víctimas, que precisamente apuntan al carácter estructural del racismo, por encima de los posicionamientos y discursos explícitos. En ese sentido, varios de los asistentes llamaron la atención sobre la dimensión institucional del racismo: cómo las lógicas de las fronteras, la extranjería y el acceso diferencial a los derechos de ciudadanía son causa de discriminaciones estructurales, e incluso de encierro y muerte, que se ejercen burocrática y desapasionadamente, sin que medie ninguna clase de «discurso de odio» ni justificación explícitamente racista. O cómo afectan, en el caso de los musulmanes, las políticas securitarias que ponen bajo sospecha a sectores de población enteros bajo la falsa premisa de la «radicalización». O el menos dramático, pero igualmente relevante, incumplimiento administrativo sistemático de aspectos centrales del Acuerdo de Cooperación con la Comunidad Islámica (Ley 26/1992, de 10 de noviembre). La metodología del taller no dejaba espacio para analizar la cuestión desde esta perspectiva.
El foco en el ámbito discursivo y en las manifestaciones explícitas del racismo deja fuera las expresiones sutiles y estructurales de las discriminaciones, que, sin embargo, son las que prevalecen con mucha diferencia.
En relación con lo anterior, también se señaló cómo la dependencia institucional del Oberaxe de la Secretaría de Estado de Migraciones, así como el propio lugar de celebración del encuentro refuerzan la idea de que el racismo y sus víctimas son algo extraño, extranjero a la sociedad española, lo que en sí contribuye a reforzar las lógicas racistas. En ese sentido, se puso de relieve también la falta de diversidad interna de las instituciones a todos sus niveles, así como de la clase política y de las redacciones de los medios de comunicación. En definitiva, de los agentes que deberían intervenir en las políticas antirracistas, y que por esa carencia no pueden dejar de percibir el racismo y a sus víctimas como algo ajeno. Se trata de una cuestión estructural conectada con otra más estructural aún, que es precisamente que el racismo, como mecanismo que es de jerarquización social, dificulta el acceso de personas racializadas a esos ámbitos.
Se mencionó asimismo cómo la idea recurrente de que el antirracismo debe descansar en la persecución judicial del «delito de odio», unido a la definición de por sí laxa de conceptos como el del «odio» y la «intolerancia», está propiciando una perversión del concepto. Se corre el riesgo de caer en un uso extensivo del mismo para perseguir opiniones en ámbitos ajenos a aquel en que se creó —la protección de grupos socialmente vulnerables—, así como de contribuir a una lógica de judicialización de la diferencia política. En cambio, deja desprotegido todo el espacio de las discriminaciones que no se expresan mediante discursos de odio y que, no por ello, son menos reales.
Las lógicas de las fronteras, la extranjería y el acceso diferencial a los derechos de ciudadanía son causa de discriminaciones estructurales, e incluso de encierro y muerte.
En resumen, se trata de una iniciativa de gran calado, más aún en las circunstancias que rodean actualmente el racismo, la islamofobia, la xenofobia y formas conexas de discriminación, y el panorama nada halagüeño que se vislumbra en el futuro inmediato. En ese sentido, hay que agradecer el esfuerzo de Oberaxe por actualizar la Estrategia Integral, y de hacerlo con los actores implicados. Pero precisamente por la importancia capital del tema, sería deseable resituar la cuestión del racismo y la islamofobia en sus dimensiones reales, que exceden con mucho el «odio» y la «intolerancia», valiéndose de la excelente y abundante literatura reciente al respecto y de un abanico más amplio de actores. Y superar con ello inercias de actuación y marcos de análisis que tienen poco recorrido fuera del gesto.