Las caricaturas del Profeta y la libertad de expresión, alocución pronunciada el 18 de mayo de 2006 en el Senado de París, con ocasión de una audición organizada por la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa sobre la libertad de expresión y el respeto a las creencias religiosas.
Señoras y Señores,
Antes que nada, quisiera saludar a nuestros amigos de la Comisión de Cultura, Ciencia y Educación de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa y agradecer esta invitación a dirigirme a ustedes.
Lo que menos necesitábamos en estos momentos era llegar a esta situación. Cuando un sector de la población y los poderes fácticos se permite abiertamente humillar e insultar a otro, la cosa es grave. Muy grave. No es la primera vez en la historia contemporánea de Europa que se usa este instrumento satírico para demonizar a un colectivo y justificar así su opresión.
Aquí la situación es doblemente grave por tratarse del acoso a un sector minoritario y generalmente poco instruido en el seno de nuestras sociedades.
Parece indudable hoy en día, que la publicación de esta serie de caricaturas escondió una intención perversa. Bajo el pretexto de la creatividad y el “experimento social” la idea era claramente provocar una oleada de violencia entre los sectores más fanatizados e ignorantes del mundo islámico, que demostrara que los musulmanes son intrínsecamente agresivos, y que es necesario combatirlos.
La intención era demostrar a través de estos hechos la incompatibilidad del Islam con los valores democráticos.
Sabían que se iba a producir una manipulación de las capas de población poco instruida, de manos de agentes islámicos que en el fondo comparten intereses con los que originaron este conflicto. Desde ambos extremos se quiere provocar el enfrentamiento, manipulando los sentimientos más íntimos y vulnerables
Claro que los que urdieron esta estrategia de tensión, nunca previeron las dimensiones de las protestas, ni que éstas llegaran a amenazar ciertos intereses económicos.
Los musulmanes que reaccionaron de forma violenta tienen, por supuesto, una gran responsabilidad en lo ocurrido. Pero es mayor la de los provocadores desde su supuesta superioridad intelectual. Siempre es más responsable quien más sabe y quien mayor cotas de poder acumula.
Tampoco olvidemos que fue tan sólo una minoría la que, entre 1.200 millones de musulmanes en el mundo, actuó de esta forma.
Ahora, sin embargo, se pretende ocultar el objetivo de la estrategia con la defensa inocente y bien intencionada de la libertad de expresión.
Señoras y señores,
El Islam conlleva una serie de preceptos que preconizan la paz, la buena convivencia y el respeto. En el Islam la figura del Profeta es venerada porque representa el modelo a seguir. Es el espejo en el que los musulmanes se miran para aplicar estos preceptos. Cuando el Profeta fue insistentemente insultado durante los primeros tiempos del Islam por los que no creían en su misión, él se limitó a defenderse con la palabra y su verdad. No recurrió a la violencia.
Como muy bien queda reflejado en el primer capitulo de la obra de la teóloga inglesa Karen Armstrong, “Mahoma, biografía del Profeta”, existe una tradición en la cultura occidental de ataque sistemático a esta figura histórica, utilizando argumentos que no se sostienen sobre ningún análisis riguroso de su vida y sus actos.
Aunque algunos no le concedan el crédito de la profecía, como atestigua Armstrong, el Profeta del Islam fue un gran hombre, eminentemente pacífico, y que desarrolló un labor revolucionaria en su Arabia natal implantando la justicia, la equidad de género y el desarrollo social. Solamente recurrió a la guerra para defenderse de los ataques sistemáticos que hacían peligrar su comunidad.
Este ejemplo histórico del Profeta no lo conocen muchos musulmanes, que como algunos creyentes de otras religiones se quedan tan sólo en los aspectos más superfluos y rituales de sus creencias. Este desconocimiento de su doctrina los hace débiles y vulnerables y por tanto, manipulables.
Lo que ahora observamos con mayor preocupación si cabe, es cómo otro tipo de personas e instituciones, supuestamente mucho más capacitadas, están siendo también víctimas de la manipulación al considerar que existe una amenaza a la libertad de prensa. Algo impensable, pues la libertad de prensa no se cuestiona en Europa. No es negociable.
Señoras y Señores,
Si queremos que en nuestras sociedades multiculturales o interculturales exista una convivencia armoniosa, debemos prepararnos para el conocimiento adecuado del otro. Pero un conocimiento desde la igualdad y el respeto. En primer lugar, no podemos permitir, como ha ocurrido con ciertas teorías de izquierdas, fomentar el desprecio hacia el creyente.
Los creyentes no son seres inferiores incapaces de alcanzar nuestro elevado grado de comprensión y discernimiento. No, los creyentes son seres humanos como todos los demás, con sus valores. Y ahí es donde reside el problema. Cuando hablamos de musulmanes, judíos, cristianos y demás, estamos olvidando que estos individuos son personas como nosotros con sus sufrimientos, sus anhelos y sus esperanzas. Cuando se insulta a un musulmán, se está ofendiendo a un ser humano como nosotros, se está vilipendiando a un conciudadano y provocando una confrontación gratuita.
La libertad de prensa nace como herramienta de la democracia para proteger al débil contra el poder, no para atacarlo. Y hoy por hoy, las minorías musulmanas y de otras culturas representan al débil en el seno de las sociedades europeas. Aquí se ha producido claramente un abuso de poder contra el débil, amparado en la libertad de expresión.
Insistimos, la libertad de expresión no está amenazada en Europa. Goza de buena salud, aunque tampoco es absoluta, como todos sabemos.
Todos los aquí presentes admitimos que la Democracia es la manera más adecuada de gobernar. Y la libertad de prensa, una de sus más valiosas herramientas para garantizar la justicia y el bienestar social. Cabe sin embargo preguntarse si en el caso de que éstos se vean amenazados, como ha sucedido recientemente, pueda considerársela tan neutral y beneficiosa. De hecho, la estamos convirtiendo en un fin en sí, sacralizándola y utilizándola como argumento político.
La libertad de prensa es sólo una herramienta, no debe ser nunca un arma.
No es cuestión de atenazarla, pero tampoco se puede amparar el insulto a los que piensan de manera diferente, como tampoco se amparan las teorías revisionistas ni las humillaciones a colectivos desprotegidos como los discapacitados y otros.
No es una cuestión de leyes sino una cuestión de sensibilidad, de sentido común y de responsabilidad colectiva.
Nunca un musulmán se permitiría insultar a los profetas venerados por el judaísmo o el cristianismo, profetas que, por cierto, también forman parte de la tradición islámica.
La palabra Libertad está privada de su significado cuando se falta al respeto. Y aquí retomamos la famosa frase: la libertad de unos termina dónde empieza la de otros. Esto es claramente lo que ha pasado en el caso de las caricaturas famosas.
La cuestión de las viñetas fue la gota que colmó el vaso. La última de las humillaciones sufridas por los musulmanes. Recuerden: Argelia, Bosnia, Chechenia, Palestina, Irak… La reproducción repetida e irrespetuosa de las viñetas cayó como una bomba sobre un terreno abonado por la violencia y el fanatismo.
Además, muchos musulmanes estiman que Occidente actúa constantemente con doble rasero. En este caso, enarbolando la defensa de las libertades, cuando todos sabemos que también existen temas tabúes en los medios occidentales, que todos admiten d forma implícita.
No creemos pues que sea necesario crear un código de conducta, ni por supuesto modificar la ley más allá de lo que estipula. Sí pensamos en cambio que todo el tiempo empleado por la prensa en reproducir las viñetas y en debatir esta cuestión, se podría haber empleado en informar al lector acerca de la verdadera naturaleza del Islam y su Profeta.
El miedo y la intransigencia surgen cuando hay desconocimiento y desinformación. Por ello, pensamos que la herramienta más eficaz contra ello es la Educación. Como dijo Pitágoras de Samos “Educad a los niños, y no será necesario castigar a los hombres”.
Hemos sido capaces de engendrar tecnologías que nos llevan a otros planetas y a progresos insospechados, y no hemos sido capaces de contribuir a crear una vida digna para millones de seres humanos sobre este planeta.
La educación y la instrucción, repito, son el antídoto contra el fanatismo.
En este sentido tengo que señalar la iniciativa de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa de 1991, que, junto con nuestra Fundación y con el apoyo del grupo socialista y de nuestro buen amigo Luis María de Puig, redactó la Recomendación
1162. En ella se apoyaba una serie de medidas que propiciaban la información y el diálogo intercultural, que si se hubiesen puesto en práctica de manera efectiva, habrían evitado muchas de las tensiones que hoy padecemos.
Muchas gracias por su atención.
Cherif Abderrahman Jah
Fundación de Cultura Islámica
París, 18 de de mayo de 2006