«El cálamo reviste las negras líneas escritas de esplendor como si de él brotase un manantial de luz». Ibn Hamdis de Sicilia (s.XI-XII), cortesano de al-Mutamid de Sevilla. El arabista e historiador del arte José Miguel Puerta Vílchez (Dúrcal, Granada, 1959) publicó en 2007 en la editorial Edilux una obra bajo el sugerente título «La aventura del cálamo».
Se trata de un libro de gran formato y edición de prestigio, que traza la historia de la caligrafía árabe, arte por excelencia de la cultura islámica.
«El cálamo reviste las negras líneas escritas de esplendor como si de él brotase un manantial de luz».
El arte de la caligrafía árabe nace con la necesidad de plasmar por escrito el Libro Sagrado de los musulmanes, y como un medio de comunicación y transmisión en la floreciente civilización islámica. La perfección de su técnica y el desarrollo de los distintos estilos se propagarán a lo largo de los siglos desde Bagdad hasta Córdoba, Damasco, Kairuán, Estambul e Isfahan.
Desde los manuscritos sobre pergamino y papel hasta la arquitectura y las artes decorativas, la caligrafía va a impregnar la vida cotidiana de los musulmanes de su espiritualidad.
Búsqueda del absoluto
“El trabajo del calígrafo se inscribe en la búsqueda del absoluto; su finalidad es percibir el sentido de la verdad en un movimiento infinito, con el fin de trascender el mundo existente y de esta forma realizar su unión con Dios. La caligrafía puede ser definida como un acto de comunicación y de fusión con el Ser Único”. Salah al Ali.
Desde los manuscritos sobre pergamino y papel hasta la arquitectura y las artes decorativas, la caligrafía va a impregnar la vida cotidiana de los musulmanes de su espiritualidad.
Calígrafos míticos como Ibn Muqla (ss. IX-X), Ibn al-Bawab (s.XI) y Al-Musta’simi (s.XIII) pasean por las páginas de este libro lleno de precisiones históricas, anécdotas e ilustraciones.
Puerta Vílchez nos habla de los primeros copistas del Corán en tiempos del Profeta, de la historia de las primeras compilaciones, de lo cánones de escritura surgidos en época abasí, y de los tratados históricos de caligrafía.
No escatima esfuerzos en mencionar a las numerosas calígrafas del orbe musulmán, a menudo silenciadas por los cronistas, como la esclava de al-Hakam II, Lubna. Tampoco se olvida de contar la vida, la obra y las peripecias de los calígrafos y tratadistas andalusíes. Entre ellos el valenciano Ibn Gattus (s.XIII), e Ibn al-Sid de Badajoz (ss.XI-XII).
Describe los diferentes estilos y escuelas surgidos en las cancillerías otomanas y en el Oriente de Dar al Islam, así como las obras magrebíes con su peculiar impronta.
Tampoco obvia a los grandes calígrafos contemporáneos: Hassan Massoudy, Kamal Bullata, Munir al Sa’rani y Yamil Hamudi, desmostrando que, más allá del paso del tiempo y la aparición de la imprenta y la comunicación digital, este arte sublime se ha perpetuado hasta nuestros días.
Un libro de referencia, imprescindible.