La expansión del Islam en occidente, tanto en Europa como en EE.UU., parece avanzar a una velocidad creciente. Existen ya nueve millones de musulmanes instalados en el oeste europeo y la comunidad islámica de América no tiene menos de seis millones de miembros. Sólo en la República Federal Alemana se contabilizaron 2.578 centros islámicos y lugares de culto a comienzos de este año.
Y todavía hay voces alarmistas advirtiendo de una posible reacción violenta mientras se ven emerger sentimientos antiturcos y antiárabes por doquier. La razón principal de este peligroso desarrollo es un temor emocional al Islam, muy extendido no sólo en los Balcanes y en los países europeos mediterráneos sino también en el norte y centro de Europa. No se tiene una opinión del Islam tal y como la exponen los musulmanes —como la más respetuosa de las religiones— sino, al contrario, como militante, agresiva, muy intolerante y una religión intrínsecamente violenta.
En consecuencia, aunque parezca algo lejano, los europeos están cada vez más preocupados por la posibilidad de que sus poblaciones musulmanas —a causa de su demografía, de su emigración adicional y de sus actividades de dawa— puedan ser culturalmente dominantes. Esta idea es especialmente amenazadora para muchos porque se asume que los musulmanes, una vez en el poder, suprimirán a los cristianos y a las demás minorías.
En respuesta a esto, un grupo evangélico antiislámico militante e inquieto, el llamado Christliche Mitte (Centro Cristiano), ha empezado a lanzar panfletos pidiendo a la gente que se pronuncie “en contra de una islamización de Alemania”.
Por el futuro del Islam en Europa es esencial informar a la gente acerca de la correcta actitud del Islam en general, y de la jurisprudencia islámica en particular, hacia las minorías religiosas.
¿Es el Islam intolerante?
Las discusiones acerca de si el Islam es tolerante o no por naturaleza derivan de la interpretación del conocido ayat del sura Al Imran: “Inna ad-din ´aind Allah al-Islam”. Si este pasaje se interpretase así: “La única religión verdadera a los ojos de Allah es el Islam”, queriéndose indicar con ello la religión y la civilización islámicas tal y como se han desarrollado históricamente, entonces este ayat puede verse como triunfalista, exclusivista y potencialmente como una doctrina peligrosa. Afortunadamente este parecer sólo puede basarse en unas pocas traducciones contemporáneas del Corán al inglés.
Para contrarrestar este impacto hay que informar a los no musulmanes del hecho de que es casi unánime la interpretación actual del sura 3, ayat 19, entre los eruditos coránicos de que hay que entenderla del modo que hubo de entenderse antes del establecimiento del Islam como un específico estilo de vida, es decir, como ‘sumisión a Dios’ o ‘aceptación de Su Voluntad’, de forma que Al Imran en realidad dice: “La única religión [verdadera] ante Dios es la sumisión [del hombre] a Él”.
El mismo problema surge cuando al-islam ingenuamente se deja sin traducir en el ayat 85 de Al-Imran en lugar de interpretarlo como
“Pues quien busque una religión que no sea la sumisión a Dios, no le será aceptada.” (Corán, 3:85)
Del mismo modo, hemos de evitar una nota triunfalista cuando citemos al-Fath, sura 48, ayat 28. Esta aleya debe entenderse que dice:
“Él es quien ha mandado a Su enviado con una guía, la verdadera religión, para que prevalezca sobre cualquier otra…”
Aquí, din al-haqqi, ‘la verdadera religión’ no se debe identificar con las instituciones islámicas surgidas históricamente sino con sumisión a Allah. La importancia de esta operación la demuestra el hecho de que tanto el Presidente de la Iglesia Protestante en el Land de Hessen, Dr. Peter Steinacker, como el Presidente del FBI alemán, Peter Frisch, han mantenido controversias acerca del Islam por una errónea interpretación de estos versículos coránicos.
Tolerancia en el Islam
La historia religiosa europea está condicionada por la temprana doctrina cristiana “extra ecclesiam nullum salus” según la cual los no cristianos no podían acceder a la salvación. Por lo tanto, la historia de occidente está marcada por una intolerancia estructural.
De hecho, allí donde han podido, los cristianos han eliminado físicamente a la gente que no se adscribía a su doctrina. No sólo las tribus paganas germánicas y eslavas fueron masacradas. Después de la Reconquista en España se practicó la limpieza étnico-religiosa contra los musulmanes y judíos de Al-Ándalus de modo tan eficaz como ahora se hace contra los musulmanes de Bosnia y Herzegovina.
La intolerancia religiosa cristiana se dirigía también contra los correligionarios heréticos, ya fuera la Iglesia Ortodoxa o los protestantes. Especialmente dañinos fueron los efectos de la doctrina mutuamente acordada de “cuius religio eius religio” que obligó a muchos pueblos a aceptar la denominación de sus respectivos monarcas, según iban viniendo. Ello implicó un grado de intolerancia que privó a los europeos de experimentar el pluralismo religioso tal y como se practicaba en tierras musulmanas —Andalucía, Sicilia, los Balcanes, el próximo Oriente— lo que todavía hace que los europeos asuman naturalmente que los musulmanes van a responder de modo recíproco.
Se ha reflexionado poco sobre algo que debería verse como un hecho sorprendente: que los griegos y los serbios, después de quinientos años de dominio otomano, permanecían con su religión y su lenguaje tradicional intactos.
Tampoco se sorprenden los occidentales cuando ven más iglesias coptas que mezquitas al dirigirse desde el aeropuerto hacia el centro de la ciudad de El Cairo. Tampoco se maravillan cuando ven cruces nuevas en los campanarios de las iglesias en Damasco o iglesias católicas, armenias, protestantes u ortodoxas funcionando en Estambul, además de las docenas de sinagogas.
Es esencial, pues, hacer ver a los occidentales que el Corán es un verdadero manifiesto de pluralismo religioso hasta el punto de que el Islam se caracteriza, en la teoría y en la práctica, por lo que podríamos denominar ‘tolerancia estructural’.
El pluralismo religioso en Islam se basa en varios versos del Corán, entre ellos los siguientes:
“A cada uno de vosotros le hemos asignado una ley y un modo de vida [distintos]. Y si Dios hubiera querido, ciertamente, os habría hecho una sola comunidad: pero [lo dispuso así] para probaros en lo que os ha dado. Competid, pues, unos con otros en hacer buenas obras. Habréis de volver todos a Dios: y, entonces, Él os hará entender aquello sobre lo que discrepábais.” (Corán: 5, 48)
“Y entre Sus portentos está… la diversidad de vuestras lenguas y colores.”
“No cabe coacción en asuntos de fe.”
(Corán: 2, 256)
“Para vosotros vuestra adoración y para mí la mía.”
(Corán: 109, 6)
“Hemos asignado a cada comunidad formas de adoración [distintas], que deberían observar. Así pues, [Oh creyente] no permitas que esos [que siguen formas distintas a la tuya] te arrastren a disputar sobre esta cuestión, sino llama a tu Sustentador…”
(Corán: 22, 67)
Y si [intentan] discutir contigo, di [simplemente]:Dios sabe bien lo que hacéis´.”
(Corán: 22, 68)
“Y di: ´La verdad [ha venido ahora] de vuestro Sustentador: así pues, quien quiera, que crea, y quien quiera, que la rechace.”
(Corán: 18, 29)
“¡Hombres! Os hemos creado a partir de un varón y de una hembra y os hemos hecho pueblos y tribus distintos para que os reconociérais unos a otros. Y en verdad que el más noble de vosotros ante Allah es el que es más consciente de Él.”
(Corán: 49, 13)
Podría continuar, pero estos maravillosos pasajes coránicos bastan para demostrar que los musulmanes consideran:
– el pluralismo religioso no sólo normal sino beneficioso.
– la creencia religiosa como algo personal en lo que no hay que interferir.
– las especulaciones religiosas y las disputas dogmáticas como inútiles.
Subrayaríamos esta actitud si sirviera para una coexistencia pacífica del Islam con otras religiones, una existencia respetuosa de unos junto a otros. Pero vemos que el Corán llega más lejos, insistiendo no sólo en la unidad sino en la diversidad.
Unidad en la diversidad
Cristianos y judíos tienden a sentirse incómodos cuando uno les señala que el Islam es la religión más joven en términos históricos y también la más vieja, conceptualmente. Se lamentan de lo que perciben como una trampa inclusivista. Hemos de sentir simpatía por esta reacción visceral ya que tampoco a nosotros los musulmanes nos gusta que nos traten como ‘cristianos anónimos’, como lo hace el católico Karl Rahner. Lo que esta gente tiene que entender es el vínculo ontológico entre todos los seres humanos, incluso entre toda la creación, y el vínculo abrahámico entre todas las religiones monoteístas.
El Corán es bastante claro acerca del hecho de que toda la creación ha venido a la existencia para reconocer al Creador y alabarLe. El Corán lo dice con claridad:
“¿No ves que es Dios Aquel cuya infinita gloria proclaman cuantas [criaturas] hay en los cielos y en la tierra, hasta los pájaros con sus alas extendidas en el aire? Cada uno [de ellos] sabe en verdad cómo orarle a Él y glorificarLe.”
(Corán: 24, 41)
“Ante Allah se postra todo ser viviente que hay en los cielos y en la tierra, así como los ángeles…”
(Corán: 16, 49)
No hay diferencia aquí entre católicos, protestantes, sunnis o shías.
En resumen, el hombre está al servicio de Dios, en la medida en que forma parte de una creación que está por entero al servicio de Él: cosas, plantas, animales, ángeles. Reconocer y alabar a Dios es parte de la disposición natural del hombre (al-fitra). Pero debido a su capacidad para elegir entre el bien y el mal (al-furqan) hay una diferencia especial, como se expresa en el Surat al-Hayy (22, 18):
“¿No ves que ante Dios se postran cuantos [seres y cosas] hay en los cielos y cuantos hay en la tierra —el sol, la luna, las estrellas, las montañas, los árboles y los animales? Y muchos seres humanos.”
Conforme a este vínculo ontológico ¿puede sorprender que Allah considere a todos los seres humanos como una unidad existencial?:
“¡Ciertamente, [Oh vosotros que creéis en Mí] esta comunidad vuestra es una sola comunidad, pues Yo soy el Sustentador de todos vosotros: Adoradme, pues, [sólo] a Mí!”.
Diversidad en la Unidad: el vínculo abrahámico
Ni siquiera el vínculo abrahámico es bien comprendido por parte de los cristianos, aunque sí por parte de los judíos. Sin embargo, es la base para cualquier esfuerzo ecuménico entre los musulmanes, sea en forma de diálogo o triálogo.
El Corán en el sura 42 ayats 14, 15 dice:
“Os ha legislado, dentro de la práctica de la adoración, lo que encomendó a Noé, lo que te hemos inspirado a tí y lo que encomendamos a Abraham, Moisés y Jesús: que estableciérais firmemente la práctica de la adoración y no os dividiérais en ella…[…].Creo en los libros que Allah ha hecho descender. Allah es nuestro Señor y vuestro Señor, para nosotros serán nuestras obras y para vosotros las vuestras, no hay discusión entre nosotros, Allah nos reunirá y el retorno es hacia Él.”
Si todos los implicados pudieran abordar sus ‘Concilios ecuménicos mundiales’ con este espíritu y con esta convicción, Hans Kung y John Hick podrían abandonar sus pleitos. Pero esto presupone una verdadera campaña de información y una incesante batalla contra una enorme cantidad de desinformación sobre el Islam.
Algunos eruditos cristianos, aun teniendo en cuenta el vínculo abrahámico, se incomodan un tanto a causa de la incommovible convinción de los musulmanes de estar en la verdadera religión. El Corán lo dice en términos simples. Sin embargo, la tolerancia islámica, el pluralismo religioso y el ecumenismo no implican que los musulmanes se conviertan en agnósticos o pierdan de vista el carácter exclusivo de la experiencia de Muhammad.
Que los adherentes de otras creencias más tempranas puedan obtener la gracia de Allah siguiendo su particular camino no supone que los musulmanes no vayan a disfrutar y defender el carácter único y la finalidad del mensaje coránico.
Las minorías y la ley
Sobre esta sólida base teológica, reforzada por la sunna del profeta, los juristas islámicos han desarrollado, dentro del campo jurídico o siyar, un detallado código para la protección legal de las minorías religiosas. Precediendo a los modernos convenios más de 1.400 años, la ley islámica —Shariah— proporciona a las minorías un estatus liberal que no se ha podido superar hasta hoy.
Bajo el viejo código tribal árabe de hospitalidad cualquier miembro —incluídas las mujeres— podía, al menos temporalmente, dar asilo político, es decir, protección válida contra todo, a individuos que buscan refugio (al-aman ma´ruf) .
Siguiendo las instrucciones coránicas pertinentes, esta institución del Islam se desarrolló en tratados de relación permanentes (al-aman mu´abbad) entre el estado islámico y sus habitantes no musulmanes de entre las religiones del Libro, el llamado al-dhimma.
Bajo este estatus, las minorías religiosas en el mundo musulmán disfrutaban de una autonomía prácticamente completa y de autogestión en cuestiones religiosas, incluidos los asuntos personales, familiares, leyes de herencia y ley criminal cuando las ofensas se cometían en el seno de la minoría. A este respecto los incluidos en al-dhimma quedaban fuera del monopolio de jurisdicción legal que los estados nacionales reclaman habitualmente para todo su territorio.
Así, sin temer sanciones, los cristianos podían producir, comerciar y consumir vino y carne de cerdo; y los judíos podían dar préstamos con interés. Al mismo tiempo, según la promesa de Muhammad a los cristianos de Najrán en 631, estas minorías disfrutaban de protección “de sus vidas, propiedad, tierras, fe, templos y todas sus pertenencias” al igual que los musulmanes en mayoría. Matar a un cristiano era considerado un crimen enorme.
Refiere al-Bujari que Muhammad sentenció sucintamente:
“Quien daña a un dhimmi, me daña a mí, y quien me daña, daña a Allah.”
De hecho, el dhimmi, sin estar sujeto a discriminación recibía un trato diferente tan sólo en tres aspectos:
(a) Estaban exentos del servicio militar en las fuerzas armadas musulmanas.
(b) En consideración pagaban unos impuestos especiales cuya cantidad no era superior necesariamente a la establecida para el zakat de los musulmanes. No era un castigo sino un pago por el servicio de ser protegido.
(c) Aunque podían votar y alcanzar cualquier grado en la jerarquía del Estado, un dhimmi no podía ser cabeza de un estado islámico, como ocurre aún hoy en día.
Estatus minoritario
Este estatus minoritario es tan generoso que a veces va contra los intereses de la comunidad islámica. Por ejemplo en los Balcanes, el imperio otomano preparó su propia caída adhiriéndose a las normas de las minorías islámicas aún cuando, en el siglo XIX, esto iba a alimentar inevitablemente los nacionalismos de tinte religioso griego, serbio y búlgaro. Cuando esos países se independizaron, sus instituciones dhimmi sirvieron inicialmente como instituciones del incipiente estado.
Es dudoso que el estatus de dhimmi sea el de ciudadano a medias. Al contrario, según la opinión de muchos autores musulmanes contemporáneos, en una nación-estado la situación del moderno dhimmi corresponde al concepto moderno de ciudadano.
Esto supone que, en un moderno estado musulmán, un no musulmán está sujeto a unos impuestos iguales a los de los musulmanes.
En este contexto la cuestión que se plantea es, desde una perspectiva actual, quiénes están legitimados para recibir la protección de su autonomía cultural y religiosa. Originalmente sólo judíos y cristianos eran considerados elegibles, hasta que el Profeta del Islam aceptó también a los zoroastrianos de Bahrain. Más tarde, los sabeos y “todos los que siguen a alguno de los profetas” serán considerados elegibles, siempre que tengan un libro o algo que pudo haber sido un libro y que no sean politeístas.
Esta definición ha ampliado sus límites. Así lo hace la que sugiere Ahmed el-Borai según la cual, además de la gente del Libro, los musulmanes deben proteger incluso al no creyente “al menos mientras no haya recibido el mensaje”.
Esta extraordinaria concepción, que, si se aceptara ampliamente facilitaría las relaciones entre musulmanes y agnósticos, ateos y materialistas en occidente se basa en at-Tauba (sura 9, ayat 6) que dice :
“Y si alguno de aquellos que atribuyen divinidad a otros junto con Dios busca tu protección, concédesela, para que tenga ocasión de escuchar la palabra de Dios; y luego hazle llegar a donde esté seguro: esto, porque [pueden ser] gentes que [pecan sólo porque] no conocen [la verdad].”
O sea, ¿cómo se puede privar a este grupo de protección de las minorías sin violar la norma más básica?
Teoría y práctica
Según su jurisprudencia, el Islam no conoce problemas de minorías. Esto lo demostró especialmente bien Abu Ubaida, gran compañero del Profeta, cuando devolvió los impuestos pagados por los cristianos de Siria ante la duda de que pudiera efectivamente protegerles contra una invasión del ejército bizantino.
Umar, el segundo califa, empleó a un griego como ministro de economía y Mu’awiya, el primer califa omeya, tenía una mujer cristiana.
Y aun nadie se sorprende de que la historia musulmana no siempre se mantuviera en los preceptos de la religión, especialmente en la Edad Media, cuando la confrontación entre el mundo cristiano y musulmán entraba en su punto álgido con las Cruzadas, la Reconquista y las campañas otomanas en Europa central. Durante ese período, la mayoría de los fuqaha llegó a interpretaciones que en nuestra opinión no pueden reconciliarse ni con el Corán ni con la Sunna.
Así, An-Nawawi escribió que “un infiel que tiene que pagar su tasa debe ser tratado con desdén por el cobrador”, y dijo que los infieles no podían construir iglesias en las nuevas ciudades musulmanas, no podían cabalgar ni “hacer sonar las campanas de sus iglesias”.
Otros querían prohibirles la exhibición de cruces, contruir más alto que sus vecinos musulmanes o consumir cerdo y alcohol.
Estas deplorables desviaciones se justificaron entonces mediante una interpretación de la claúsula final del Sura at-Tauba (sura 9, ayat 29):
“Y luchad contra aquellos que no creen… hasta que [se avengan a] pagar el impuesto de exención, una vez que hayan sido humillados [en la guerra].”
Sin embargo, es posible darle una interpretación más benigna a esta sentencia que va mejor con el espíritu de la actitud islámica hacia la gente del Libro: las palabras ´an yadin pueden interpretarse como “de buen grado” Y también “pagar si tienen medios”.
Conclusión
El mundo occidental durante cientos de años se las ha arreglado para eliminar el pluralismo religioso. Esto ha cambiado decisivamente gracias a dos eventos principales:
a) Los Estados Unidos, tras superar su propia fase de caza de brujas y confesionalismo estrecho, se ha vuelto una verdadera comunidad multicultural. Ahora en el Pentágono están registradas al menos 261 afiliaciones religiosas diferentes dentro del ejército americano.
b) Después de la II Guerra Mundial, para acelerar su reconstrucción, los países europeos, sobre todo Gran Bretaña, Francia y Alemania, empezaron a importar mano de obra a gran escala. Cuando pararon, a mitad de los setenta, el panorama religioso de Europa había cambiado decisivamente. Incluso países monoreligiosos como Suecia tienen ahora que practicar el pluralismo religioso. Esta tendencia continúa debido al continuo flujo hacia Europa de refugiados políticos y económicos procedentes del mundo musulmán (kurdos, palestinos, argelinos, tunecinos).
Contra esto, la ONU y el Consejo de Europa han desarrollado tratados para combatir la violación de los derechos humanos en general y los de las minorías en particular. Este es el caso de la Declaración de los Derechos Humanos del 10 de diciembre de 1949, la Convención Europea de los Derechos Humanos del 4 de noviembre de 1950 y el Acuerdo Internacional sobre Derechos Políticos y Civiles del 19 de diciembre de 1966. Es de especial relevancia el Artículo 27 de este Acuerdo que dice: “En Estados con minorías étnicas, religiosas o lingüísticas, los miembros de tales minorías no deben verse privados del derecho, junto con otros miembros de su grupo, a su propia vida cultural, confesar y practicar su religión y acceder a su propio lenguaje.”
Occidente está orgulloso y con razón de haber alcanzado este progreso, al menos sobre el papel. Pero los occidentales siguen ignorando el hecho de que el último esquema de protección a las minorías se consiguió y practicó en el mundo islámico hace 1400 años.
No sólo conseguido sino superado. Porque todos los regímenes occidentales con minorías siguen sin tocar el pricipio de la territorialidad. En lo que respecta al mandato legal no pueden concebir la concesión del grado de autonomía proporcionado por la ley islámica. Y sin embargo parece obvio que incluso hoy algunos conflictos religioso-étnicos que parecen irreductibles, como el de Irlanda, Serbia o Bosnia-Herzegovina, podrían arreglarse siguiendo el camino trazado por la Sharia.
Fuente: Verde Islam 11