Cualquiera que se adentre en la historia de al-Ándalus se topará de bruces con tres o cuatro nombres que no habrá manera de sortear. Uno de ellos es el del gran cronista Ibn Hayyan, por más que su relato de los acontecimientos no cubriera siquiera la mitad del devenir histórico de al-Ándalus y que su obra nos haya llegado en extremo fragmentada y, por consiguiente, incompleta. Si hubiese pertenecido al «genio español», si su obra, por hablar de un período particularmente fecundo, se hubiera desarrollado en nuestro «Siglo de Oro», toda la historiografía hispana moderna y contemporánea se hubiera rendido a los pies de este historiador, enorgulleciéndose de contar con tan excelso cronista que se integraría, sin ningún género de dudas, en su gran nómina con letras de oro.
Pocos son los historiadores que puedan identificar- se con una época de la manera que Ibn Hayyan lo hizo con al-Ándalus de los Omeyas. Por lo dicho anteriormente y por lo que a continuación tendremos ocasión de ver, Ibn Hayyan representa la cima de la historiografía andalusí, como hizo ver Ibn Jaldun. Sabemos que la proclamación del califato supone el fin del período de formación de al-Ándalus desde la perspectiva política. Habremos de esperar, no obstante, varias décadas para que, primero, los Razi y después Ibn Hayyan den carta de naturaleza historio- gráfica a esa nueva situación plenamente consolida- da. Si se dice que una sociedad ha finalizado su fase de formación cuando es capaz de trazar una historia propia y «nacional», cuando es capaz, en definitiva, de forjarse una idea sobre sí misma, el maestro cordobés simboliza precisamente la elaboración de ese discurso que viene a cerrar el ciclo de la titubeante tradición historiográfica anterior.
Lo mejor de Al-Ándalus
Y es que Abu Marwan Hayyan ibn Jalaf ibn Husayn ibn Hayyan ibn Muhammad ibn Hayyan ibn Wahb Ibn Hayyan al-Qurtubi, nacido en la metrópoli cordobesa en el año 377 de la Hégira/987 de la era cristiana, representa uno de los mejores ejemplos de lo mejor de al-Ándalus, de esa sociedad capaz de aportar genios que trascendieron de ese ámbito para proyectarse no sólo al resto del mundo musulmán, sino a la humanidad entera. Descendiente de una familia de maw/a-s (= libertos), su padre, Jalaf, desempeñó un relevante papel como secretario en la compleja administración desarrollada por Muhammad lbn Abi ‘Amir, Almanzar. y ello a pesar de que estos Banu Hayyan, hasta llegar a Jalaf, están ayunos de dignatarios involucrados en la administración cordobesa. Está por determinar, a pesar de todo lo que se ha escrito al respecto, la in- fluencia que ejerció su padre en su formación y nervio intelectual, por más que sea obvio que el ambiente socio-cultural en el que se desarrollaron los primeros años de la vida de Abu Marwan, la corte cordobesa repleta de advenedizos y trepadores., forjó una parte nada desdeñable de su enrevesada personalidad.
No estamos sobrados de detalles concretos sobre su vida, si bien se pueden escudriñar datos sustanciales sobre sus maestros. Los más significados fueron los cordobeses, Abu ‘Umar lbn Abi l-Hubab, filólogo de renombrada celebridad, Abu Hafs al-Umawi, alfaquí y tradicionista, y el compilador Ibn al-Faradi, autor de la «Historia de los ulemas de al-Ándalus». Por mucho que se haya cuestionado la referencia aportada por algún cronista posterior de su asunción, en fechas bastante precoces, de una magistratura como era la de sahib al- shurta (= jefe de la policía) de la ciudad de Córdoba, tal hecho tiene todos los visos de ser verosímil.
La gran revuelta de los beréberes (al-fitna al-barbariy~ ya), «atroz y lóbrega» en palabras del mismo Ibn Hayyan, pudo ser el detonante para activar una aletargada vocación historiográfica. Nuestro autor lo confirma cuando dice que «su terror, superando toda moderación, alteró mi raciocinio hasta el punto de obsesionarme en un empeño de llevar el registro estricto de lo sucedido y se apoderó de mi espíritu al extremo de creer que había perdido la salud». Hechos tan traumáticos para la sociedad andalusí, y especialmente, como es el caso, para quienes se habían movido con toda comodidad en una administración que les brindaba amparo y sustento activarán en un todavía joven Ibn Hayyan incontenibles deseos por contar por qué y cómo sucedió aquel abominable desastre, acontecimientos que, sin duda, forjaron de una manera indeleble el carácter del que, pasado el tiempo, alcanzaría la condición de principal cronista de al-Ándalus.
Al-Muqtabis
El joven hubo de adaptarse forzosamente a las nuevas circunstancias que le deparaba la vida, alterada esta Como había quedado para siempre por el inexorable y violento hundimiento del orden omeya. La labor de producción intelectual, al verse sacudido por tales acometidas, se incrementaría de una manera destacadísima, siendo así que en torno al año 410/1020 su «Gran Historia» (AI-Ta’rij al-kabir) había alcanzado la cantidad de diez volúmenes, como señala J. Moheda- no Barceló, a «diez volúmenes por año», conformándose a partir de materiales dispersos «que no eran ni lo que hoy llamamos AI-Muqtabis, ni lo que AI-Métin, sino correspondía a una mezcla de materiales fragmentarios pero acompañados de ambos: los Anales (…, posiblemente alguna versión de Ajbaral-dawla al-‘ami- riyya y la narración de los sucesos de la época de los disturbios hasta fecha aproximada, o sea, al final del primer período de dominación hammudí»’. Independientemente de que esos sean los textos que componen su «Gran Historia», es de justicia resaltar que en esas fechas Ibn Hayyan ya se asoma, y no precisamente con timidez, a la puerta que le llevará a más altas consideraciones como cronista. Su suerte como historiador de prestigio no sólo está echada, sino ganada.
A partir de esa base seguiría construyendo su sólido edificio historiográfico. Siempre vinculado al poder, aunque se guardara de quedar fagocitado por el mismo, contará con la protección de la dinastía que en Córdoba procedió a la abolición del Califato, los Banu Yahwar, en la persona de Abu I-Walid, quien, sabedor de lo preciso que resulta contar con un cronista oficial de crédito que empleara su tiempo en alabanzas hacia los dignatarios que ejercen el mulk, lo atrajo hacia sí con un cuantioso sueldo. Su reconocimiento público debía estar ya plenamente consolidado porque, de lo contrario, no hubiera recibido la pléyade de discípulos que a él se arrimaron buscando su saber y experiencia. Pero aquel patrocinio, en un mundo tan cambiante como el de los taifas, fue sustituido por un indisimulable encono profesado por el hijo de Abu I-Walid, de nombre ‘Abd al-Malik, propiciador de una actitud de menosprecio hacia el afianzado historiador, quien lejos de abatirse a tan provecta edad (contaba con unos 80 años de edad) no sólo continuó con la labor a la que estaba llamado, sino que empleó su tiempo en describir los malos usos prodigados por estos Banu Yahwar en sus tiempos finales en una obra perdida, AI-Batsha al-kubra, esto es, sin lenitivos hacia los que habían sido sus protectores, «La tiranía mayor».
De uno de los episodios finales de su vida, su vinculación al taifa de Toledo, al-Ma’mun Ibn Di I-Nun (456-/1064-467/1075), se ha escrito que supone toda una cesión a los cantos de sirena del poder, aunque, como también se ha advertido, buscara una contrapartida evidente: conservar para la posteridad su «Gran Historia», guardada celosamente. La carta que destina a al-Ma’mun constituye, por lo que tiene de alegato en defensa de la desaparecida legitimidad omeya, un encendido manifiesto a favor de un anhelado tiempo pasado que nunca regresará.
Los giros que imprime la historia mueven a Ibn Hayyan a una última relación de mecenazgo, su acercamiento a al-Mu’tamid Ibn ‘Abbad, desde el año 461/ 1068-9 señor de la vieja metrópoli de los omeyas. Allí, en Córdoba, trascurrirán los años terminales de su existencia, turbado por la imagen que dejará tras de sí en la posteridad y, por ello, tratando de lavar una actividad pública, tan repleta de contradicciones y paradojas. El gran Ibn Hayyan fallecerá en Córdoba, con la más que respetable edad de 92 años lunares, el 27 de rabi’ I de 469/30 de octubre de 1076, siendo sepultado en el cementerio del Arrabal.
Tradición historiográfica
Su obra se resume, pese a la dificultad que tenemos para calibrarla en su integridad por las numerosas ausencias con las que tenemos que lidiar, en dos títulos que han estado en boca de toda la tradición historiográfica de al-Ándalus: el Matin y el Muqtabis fi ta’nj riyal al-Ándalus. Como se ha venido repitiendo desde que García Gómez reparara en ell02, las dos cabeceras revelan a la perfección los objetivos con las que ambas obras fueron concebidas.
El Muqtabis, «el que toma la candela de otro, acerca de la historia de los hombres de al-Ándalus», no es otra cosa que una recopilación en la que Ibn Hayyan toma prestados pasajes de distintos autores que le precedieron, copiando las partes que le interesan, rechazando otras, proponiendo, ocasionalmente, distintas versiones sobre un mismo acontecimiento… En definitiva, un brillantísimo quehacer compilatorio en el que se afanó a lo largo de 10 volúmenes, manejando toda la historiografía andalusí anterior, sepultada -o casi- por la titánica labor de Ibn Hayyan. De todo ello, lo conservado es manifiestamente incompleto, pero mucho más que testimonial: los tomos segundo (entre los años 180/796-267/881)3, tercero (275/888-299/912)4 y quinto (299/912-330/ 942)5 se conservan prácticamente íntegros, mientras que del séptimo, lo preservado (360/971-364/975)6, aún insuficiente, tiene un gran valor historiográfico. Sobre los manuscritos de esta crónica, en torno a la edición y traducción de alguno de los tomos que han sobrevivido, se han tejido inverosímiles peripecias, descritas certeramente por Manuela Marín como remedo metafórico del «halcón maltés»?
Como magnífico cronista cortesano que era, Ibn Hayyan maneja en su Muqtabis el registro de la historia oficial y codificada al servicio del poder. En ese sentido, se suceden acontecimientos que de otra manera sería imposible fechar’ y que tienen casi siempre como protagonista a la amplísima familia omeya, bien sea porque se desarrollan en el ambiente palaciego o parten del mismo (expediciones militares hacia el norte, nombramiento de cadíes, gobernadores, magistraturas ciudadanas…), bien porque vienen a describir la actividad de aquellos que se erigen en oposición a esa dinastía, rebeldes y levantiscos de toda laya que hasta la consolidación del califato omeya se multiplicaron por el territorio de al-Ándalus. Lejos de ofrecer una visión completa de la sociedad andalusí, ni siquiera en sus rasgos más pintorescos, el Muqtabis es una perfecta historia hecha por un cronista complaciente al servicio de los que él consideraba poderosísimos amos, los Omeyas, pese a que por aquellos tiempos no quedara de ellos más que el recuerdo de su legitimidad, hundida en la vorágine del convulso siglo XI andalusí.
Ibn Hayyan es consciente de lo que este Muqtabis debe a aquellos fuegos ajenos, como en el título quiere hacer constar. Para la saga de los Razi, Ahmad y su hijo ‘Isa, es el débito más destacado, por ser los dos los grandes cronistas del siglo X. Los restantes, de menor consideración, integran una nómina de la que el Muqtabis es, en palabras de Eduardo Manzano, su «epílogo»8.
El Matin, «lo sólido», tiene una conformación ciertamente diferente al Muqtabis. Abu Marwan recurre ahora a una metodología distinta, donde prima el juicio personal, la valoración de los hechos que el mismo cronista ha vivido, sin apenas fuegos ajenos que aviven la historia, muy centrado en los sucesos del siglo XI. Lamentablemente, no se conserva ningún manuscrito de esta obra, pero distintos compiladores (fundamentalmente Ibn Bassam, pero también Ibn al-Abbar, Ibn al-Jatib, Ibn Sa’id, Ibn ‘Idari o al-Maqqari) transmiten pasajes relativamente largos, en los que se aprecia una dimensión distinta del genio del cordobés, más proclive a la crítica personal, a la causticidad sobre aquellos que propiciaron el desorden de la época taifa.
Además de estos dos libros de absoluta referencia, auténticas obras magnas de la historiografía andalusí, ponderadas por tirios y troyanos, sabemos de la existencia de otros tratados salidos del cálamo de Abu Marwan. La confusión sobre si la «Gran Historia» (AI- Ta’rij al-kabir), de 50 volúmenes a decir de determinados cronistas posteriores, es parte del Matin, puede hacerse extensiva a los restantes volúmenes que se le adjudican: Ajbar al-dawla al-‘amiriyya (Noticias del Estado ‘amirí), tal vez los tomos IX y X del Muqtabis; Batsha al-kubra, posiblemente el volumen final del Matin; Intijab al-yami’ li ma’athir Bani Jattab (Extractos de los hechos memorables de los Banu Jattab), fragmento que ha de referirse a las noticias contenidas en el Muqtabis sobre tan egregia familia; Kitab al-qudat (Libro de los jueces) y Ta’rij fuqaha’ Qurtuba (Historia de os alfaquíes de Córdoba), pasajes que probable- mente versan sobre los jueces y los alfaquíes de Córdoba, respectivamente, extraídos del Matin.
En definitiva, toda una obra consagrada plenamente a la historiografía, sin concesiones a otros géneros literarios, como sucedió con otros grandes historiógrafos de al-Ándalus, caso del que acompaña a Ibn Hayyan en la cumbre de los cronistas de al-Ándalus, Usan al-Din Ibn al-Jatib. Pero si el lojeño hizo gala de dispersión literaria, tan cara entre a intelectualidad andalusí, el cordobés renunció a todo aquello que no fuera Historia -así, con mayúsculas-, construyendo la más sólida y coherente obra en su género de al- Ándalus. Es por ello que Ibn Hayyan ha de ser considerado sin ningún género de dudas el «abanderado de la historia de al-Ándalus»9.
Fuente: Webislam
Bibliografía
Los historiadores árabes contemporáneos (el egipcio M. ‘A. Makki fundamentalmente) y el arabismo español se han volcado en la gigantesca obra hayyaní más que en su biografía, no precisamente prolija en detalles. La historiografía andalusí del siglo XI ha merecido una atención preferente por parte de distintos estudiosos. Destacamos 105 trabajos de P. Chalmeta, «Historiografía medieval hispana: arábica», AI-Ándalus XXXVII (1972), pp. 353-404, YL. Mo- lina Martínez, «Historiografía», en M. J. Viguera Molins (coord.), Los Reinos de Taifas. AI-Ándalus en el siglo XI, vol. VIII/1 de la Historia de España de Ramón Menéndez Pidal, Madrid, 1994, pp. 3-27. Para las ediciones y traducciones del Muqtabis, consúltense las notas correspondientes en el texto. Por otro lado, una buena parte de 105 estudios hayyaníes se ha destinado a fijar la cronología de tan intensa y extensa producción, siendo imprescindibles 105 trabajos de M.a L. Ávila, «La fecha de redacción del Muqtabis de Ibn Hayyan», AI-Qantara X (1989), pp. 93-108; P. Chalmeta, «Deux précisions d’historiographie hispano-arabe», Arabica XXIX (1982), pp. 330-335, A. López, «Sobre la cronología del Muqtabis» , AI-Qantara VII (1986), pp. 475-478, Y M.a J. Viguera Molins, «Referencia a una fecha en que es- cribe Ibn Hayyan», AI-Qantara IV (1983), pp. 429-431. Estados de la cuestión en cada momento sobre los estudios hayyaníes han sido escritos por M. Martínez Antuña, «Ibn Hayyan y su historia de la España musulmana», Cuadernos de Historia de España IV (1946), pp. 5-72; E. García Gómez, op. cit., A. Huici Miranda, Enciclopédie de I’Islam2, 111, pp. 812-813; M.a J. Viguera Molins, «Ante el X Centenario de su nacimiento. Apuntes sobre Ibn Hayyan (377/987- 8469/1076)>>, Temas Árabes 1 (1986), pp. 77-91, o la más reciente, muy bien estructurada, de J. Mohedano Barceló, op. cit.. Las peripecias sufridas por alguno de los manuscritos tienen en las páginas de M. Marín, op. cit Yde M.a J. Viguera Molins, «El manuscrito del Muqtabis 11-1», Qurtuba: Revista de Estudios Andalusíes 2 (1997), pp. 327-8, dos buenos muestrarios. Sobre el estilo literario de Ibn Hayyán, destacamos 105 trabajos de B. Soravia, «Ibn Hayyan, historien du siècle des Taifas. Une relecture de Dajira, 1/2, 573-602», AI-Qantara XX (1999), pp. 99-117, Y «Fonti letterarie e storia socio-culturale. 11 caso delle taifas andaluse», en A. Sidarus (ed.), Fontes da História de al-Ándalus e do Gharb, Lisboa, 2000, pp. 75-88.
Notas
- 1 Todos estos asuntos, en la magnífica síntesis sobre el personaje escrita por J. MOHEDANO BARCELÓ, «584 Ibn Hayyan, Abu Marwan», en J. Lirola Delgado y J. M. Puerta Vílchez (dir. y coord.), Enciclopedia de la Cultura Andalusi. Biblioteca de al-Ándalus: de Ibn al-Dabbag a Ibn Kurz, Almería, 2004, pp. 356-374.
- 2 E. GARCIA GÓMEZ, «A propósito de Ibn Hayyan. Resumen del estado actual de 105 estudios hayyaníes con motivo de una publicación reciente», AI-Ándalus XI (1946), pp. 395-423.
- 3 Ediciones y traducciones: M. ‘A. Makki, AI-Muqtabas min anba’ ahl al-Ándalus, Beirut, 1973; J. Vallevé Bermejo, Ben Haián de Córdoba (m. 469 H/7076 J.c.) Muqtabis 11 7. Anales de los emires de Córdoba Alhaquén 1(780-206/ 796-822) Y Abderrahman I1 (206-232/822-847). Edición facsímil de un manuscrito árabe de la Real Academia de la Historia (Legado Emilio García Gómez), Madrid, 1999; M. ‘A. Makki y F. Corriente, Crónica de los emires Alhakam I y Abderrahman 11 entre los años 796 y 847 AI-Muqtabis 11,7, Zaragoza, 2001; J. Vallvé y F. Ruiz Girela, La primera década del reinado de al-Hakam 1, según el Muqtabis 11, 7 de Ben Hayyan de Córdoba (m. 469h./7 076 J. C.), Madrid, 2003; M. ‘A. Makki, al-Sifr al-tani min Kitab al-Muqtabis li-Ibn Hayyan al-Qurtubi, Riyad, 2003.
- 4 Ediciones: M. Martínez AntJña, Kitab al-muqtabis fi ta’rij riyal al-Ándalus. Chronique du régne du califa umaiyade ‘Abd Allah a Cordoue, París, 1937; 1. al-‘Arabi, Kitab al-Muqtabis fi ta’rij riyal al-Ándalus, Casablanca, 1990; Traducciones: J. Gureieb, «AI-Muqtabis», Cuadernos de Historia de España, entre 105 números 13 y 31-32 (años de 1950 a 1960).
- 5 Edición: P. Chalmeta, F. Corriente y M. Subh, AI-Muqta- bis (V) de Ibn Hayyan, Madrid, 1979; traducción: M.a J. Viguera Molins y F. Corriente, Ibn Hayyan de Córdoba. Crónica del califa ‘Abdarrahman 11I an-Nasir entre los años 972 Y 942 (al-Muqtabis V), Zaragoza, 1981.
- 6 Edición: ‘A. R. al-Hayyi, AI-Muqtabis fi ajbar balad al-Ándalus (al-Hakam 11), Beirut, 1965; traducción: E. García Gómez, Anales Palatinos del califa de Córdoba al-Hakam II por ‘Isa b. Ahmad al-Razi (360-4 H.-977-S J.c’), Madrid,1967.
- 7 M. MARIN, «El «Halcón maltés» del arabismo español», AI-Qantara XX (1999), pp. 543-549.
- 8 E. MANZANO MORENO, Conquistadores, emires y califas. Los omeyas y la formación de al-Ándalus, Barcelona, 2006, pp. 475-476.
- 9 Véase al respecto lo que se recoge en J. MOHEDANO BARCELÓ, op. cit., p. 363.