Desde la FUNCI queremos felicitar a nuestro colaborador y amigo, el arqueólogo Manuel Retuerce, miembro del CEMI, y a todo su equipo, por el fabuloso hallazgo realizado en el yacimiento arqueológico de Calatrava la Vieja, en la provincia de Guadalajara. Se trata del mayor arsenal del Medievo.
La ciudad de Calatrava (Qal’at Rabah), actual Calatrava la Vieja, forma hoy en día un importante parque arqueológico abierto al público, que hace las delicias de los visitantes cuando alcanzan a comprender lo que fue aquello y lo que sucedió. Calatrava era una ciudadela defensiva fundada en época omeya, hacia 785, en la margen izquierda del río Guadiana, en una zona inundable y pantanosa que aún persiste en parte. No en balde el famoso dicho «aparecer y desaparecer como los ojos del Guadiana» tiene aquí mismo su origen. El hecho de que este asentamiento se encuentre en mitad de la nada, alejado de todo núcleo urbano, ha permitido que no haya sido expoliado en exceso, y que los restos materiales se hayan conservado, bajo tierra, en relativo buen estado y en abundancia. Así, a lo largo de las sucesivas campañas arqueológicas llevadas a cabo desde 1984, se han hallado restos y estructuras procedentes de la Edad del Bronce y de época ibérica, además de abundante material de época islámica y medieval como es el actual hallazgo.
También tuvo una función primordial como mediadora en los enfrentamientos civiles entre muladíes toledanos y el poder cordobés, así como en las revueltas bereberes y jariyes.
La gran importancia estratégica de Calatrava, debido a su emplazamiento, en una encrucijada de la submeseta sur, hacía que sirviera como enclave óptimo para la defensa de la meseta y de Córdoba, de los envites cristianos del Norte. También tuvo una función primordial como mediadora en los enfrentamientos civiles entre muladíes toledanos y el poder cordobés, así como en las revueltas bereberes y jariyes, que exigían un retorno a la «pureza» religiosa de los gobernantes. Por todo ello, la ciudad tenía una poderosa muralla dotada de 44 torres albarranas y de flanqueo, y un foso defensivo que la rodeada. Además, para dar cabida a su numerosa población, poseía un complejo sistema de abastecimiento de agua, así como un alcázar, la medina con sus hammams, sus hornos y sus viviendas, y una serie de arrabales extramuros.
Escaramuzas y tácticas bélicas
Pero esta bonanza no habría de durar eternamente. Tras diversas escaramuzas entre el poder almorávide y las tropas de Alfonso VII, la ciudad cayó de nuevo en manos cristianas en época almohade. Fue en 1212 cuando se produjo la toma definitiva de Qalat Rabah por las tropas de Alfonso VIII de Castilla, al tiempo que se preparaba, junto con Sancho VII de Navarra y Pedro I de Aragón, para derrotar al ejército de Muhammad an-Nasir en la cruenta batalla de Las Navas de Tolosa (Santa Eilalia, Jaén), para acabar con la supremacía del gobierno musulmán de al-Ándalus.
Nada, no obstante, hacía prever que las tropas cristianas obtuvieran la victoria final, habida cuenta de su inferioridad numérica pero, sobre todo, táctica, debido, entre muchos otros factores, a la velocidad de las monturas de los andalusíes, la ligereza de su armadura y sus estrategias bélicas.
Así describe estas últimas el jurista andalusí Al-Turtusi (ss.XI-XII):
«hay una excelente táctica que observamos en nuestro país, y es la más eficaz de cuantas hemos puesto en práctica en la lucha con nuestros enemigos: consiste en poner en primer término a la infantería, con escudos grandes, lanzas largas y venablos afilados y penetrantes; formada en filas, ocupaban sus puestos tras haber clavado en el suelo y a espaldas de ellos las lanzas con las puntas afiladas hacia el enemigo; hincaban la rodilla izquierda en tierra, adelantándoseles los [arqueros] cuyas flechas pueden traspasar las cotas de malla, y situándose detrás la caballería. Cuando los cristianos cargaban contra los musulmanes, la infantería permanecía inmóvil en la posición que tenía, sin que ninguno se pusiese de pie. Así, cuando el enemigo se acercaba, los arqueros lanzan sus flechas contra él y la infantería los venablos, recibiendo las puntas de las lanzas a los que [conseguían aproximarse]. Después, giraban a izquierda [unos] y a derecha [otros] para que saliese la caballería musulmana por entre los arqueros y la infantería, consiguiéndose así contra el enemigo todo cuanto Dios quiere».
Nada, no obstante, hacía prever que las tropas cristianas obtuvieran la victoria final, habida cuenta de su inferioridad numérica pero, sobre todo, táctica.
Sin embargo, la batalla de Las Navas de Tolosa supuso una derrota para el ejército de An-Nasir, y la conversión definitiva de Qal’at Rabah en una plaza cristiana, vinculada a la orden de Calatrava. El asalto cristiano se llevó a cabo, según el historiador Alejandro Floristán, mediante un triple ataque con el empleo de tres cuerpos de arqueros cristianos de manera simultánea. Los arqueros “actuaban en superficie, lanzando andanadas de flechas”, algunas «emponzoñadas» e incendiarias para derrotar al enemigo. Posteriormente intervinieron los ballesteros, cargando sus armas con precisión y rotundidad.
Campañas arqueológicas
Son estas y otras armas empleadas en la toma de Calatrava las que un grupo de arqueólogos, encabezados por Manuel Retuerce, de la Universidad Complutense de Madrid, y Miguel Ángel Hervás, han desenterrado en sucesivas campañas. Entre las armas encontradas, en lo que se considera el mayor arsenal medieval encontrado, destacan ballestas, espadas, puntas de lanzas, dardos, flechas, azagayas, virotes, saetas y abrojos. Según el historiador Alejandro Floristán, hasta más de 20.000 objetos metálicos, de los que muchos son de elementos arrojadizos. Las anteriores campañas de excavación habían permitido encontrar igualmente numerosos restos de uso doméstico como objetos cerámicos, vidrios, y piezas de metal, algunos de ellos cristianos.
Sin embargo, las intervenciones en la ciudadela medieval habían comenzado en los años setenta, con las labores de consolidación y reconstrucción llevadas a cabo por Santiago Camacho y Miguel Fisac.
Una larga historia de intervenciones arqueológicas, para un fabuloso asentamiento en mitad de la llanura manchega.