Dejando a un lado las cuestiones religiosas que trae aparejadas, la banca islámica se plantea como un elemento ético dentro de unos mercados globales que acusan un exceso de especulación y carecen de una necesaria credibilidad. Así, aquellas economías que logren dar una imagen más firme y real lograrán un futuro más sostenible y duradero en el tiempo. Lecciones de un negocio menos rentable, pero más seguro y ético.
La crisis de las hipotecas norteamericanas y de los tipos de interés variable no parece haber afectado a los denominados bancos islámicos.
La principal razón se encuentra en lo que se denomina «Fiqh al-Muamalat», o reglas islámicas de transacción, que impiden tanto que se tomen grandes riesgos («Gharar»), como la consiguiente ganancia si el riesgo no se consuma («Riba»). Todas las escuelas de jurisprudencia islámica («Madhab»), desde la más liberal como la «Hanafí» hasta las más conservadoras como la «Hanbalí», critican estas operaciones. En cambio, sí son partidarias de otras de menor riesgo («yasir») a las que consideran adecuadas («halal»).
Así, las denominadas finanzas islámicas, que están haciendo fortuna en Malasia o en los países del Golfo Pérsico, se presentan como un negocio más seguro, pero donde el margen de beneficio es también mucho menor. Así, productos financieros como el denominado «Sukut» (certificado islámico) se han convertido ya en una opción para países no islámicos como Corea del Sur o China.
Algunos conceptos de las finanzas islámicas
Uno de los principales conceptos que diferencian las finanzas islámicas del resto es la «riba», o usura. Su origen está en la introducción de las monedas con valor «ex-natura sua», o que tomaban su valor no de su peso, sino del material del que estaban hechas (oro o plata), en lugar de las denominadas «fiat», que basaban su valor en su peso. Así, con las monedas «fiat», si uno acordaba una deuda con una compensación fija para aquel que lo prestaba, no se consideraba «riba», ya que su valor no variaba. Sin embargo, sí se consideraba «riba» cuando una deuda tenía un margen de fluctuación, ya que el que la contraía podía encontrarse con una variación de las condiciones acordadas.
Si quisiéramos comprar un bien x dentro de las reglas islámicas deberíamos fijar con el banco el precio del bien, más una cantidad extra que pagaríamos en un tiempo que también debe ser establecido previamente. Dicho bien sería adquirido por el banco que nos lo vendería en las condiciones acordadas. Sin embargo, la cantidad extra que pagaríamos no estaría sujeta a las condiciones cambiantes del mercado, por lo que no hay lugar a la especulación y no se consideraría «riba».
En algunos países como Malasia se han establecidos mecanismos de financiación más flexibles que, no obstante, no violan las reglas islámicas de transacción («Fiqh al-Muamalat»). Un ejemplo son las hipotecas denominadas «Musyaraka al-Mutanaqisa», que basan su éxito en el principio de riesgo/beneficio compartido («Mudharabah»).
Cuando se adquiere una casa, el banco y el comprador formalizan una sociedad. La entidad financiera alquila el inmueble al comprador, que se convierte en inquilino, y, sin salirse de las reglas islámicas, reintegra la cantidad de acuerdo con el mercado local. Una vez que se liquide la deuda en las condiciones acordadas, la sociedad creada entre el banco y el comprador se extingue. De producirse una pérdida, la casa sería subastada y los beneficios se repartirían entre ambas partes de la sociedad de acuerdo a su participación. Éste es el principio de «Mudharabah» o de riesgo/beneficio compartido.
En general, el beneficio que se obtiene para la economía es que los bancos cuentan con un ratio de reservas del cien por ciento, lo que da más fiabilidad a la economía, aunque permite menos margen de maniobra.
Otros productos bancarios son las aventuras conjuntas («Mudarabah»); los pagos avanzados por ciertos productos («Bai Salam»), las denominadas «hibah», o regalos que los bancos hacen para premiar a sus clientes ante la imposibilidad de dar interés.
Nacimiento de la banca islámica
El origen de este tipo de capitalismo, al que algunos llaman capitalismo islámico, se remonta a la Edad de Oro del Islam (siglos VIII a XII d.C.). En este período se dieron las condiciones necesarias –una moneda con un valor estable como el dinar y la incorporación de zonas monetarias independientes– para el desarrollo de unos conceptos que favorecen la estabilidad y rechazan la especulación.
Sin embargo, hasta 1963 no se creó el primer banco islámico, el «Mit Ghamr», que fue creado por Ahmad El Najjar, aunque huía de cualquier calificativo relacionado con la religión. En 1972 se convirtió en el Banco Social Nasr, entidad que dura hasta hoy. Sin embargo, el primer banco islámico moderno, el Dubai Islamic Bank, nació en Dubai en 1975 y fue el primero de los muchos que existen en el Golfo Pérsico, Malasia o Indonesia.
En la actualidad son muchos los bancos denominados islámicos, y otros muchos que no lo son tienen cuentas especiales para clientes que piden que se actúe de acuerdo a las «Fiqh al-Muamalat», o reglas islámicas de transacción. Incluso el poderoso índice Dow Jones tiene un índice para empresas que respetan las reglas islámicas, el Dow Jones Islamic Markets (DJIM), es decir, aquéllas que no comercian con productos prohibidos por el Islam como el cerdo, el alcohol o el juego, y que respetan las reglas anteriormente comentadas. Para su supervisión existe un órgano -«Auditing & Accounting Organization of Islamic Financial Institutions» (AAOIFI)- que certifica el cumplimiento de dichas normas.
Fuente: El Corresponsal de Medio Oriente y África. Febrero de 2009
Alberto Priego es experto en temas del Cáucaso y Asia Central. Ha sido investigador en el Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid, y actualmente es «Visiting Scholar» en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS, School of Oriental and African Studies). Su artículo se publica por gentileza de Safe Democracy Forum (Foro para una Democracia Segura).