Estambul otomana

Autor del artículo: Inés Eléxpuru

Fecha de publicación del artículo: 25/10/2010

Año de la publicación: 2010

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Entre el poderío militar y el culto a la delicadeza

Los sultanes gobernaron gran parte de Asia y Europa, siendo tan temidos por sus ejércitos, como admirados por su tolerancia o la protección de las artes.

Desde el BósforoEstambul es la quintaesencia del aroma otomano. Es además el nombre con que bautizó el sultán Mehmet II Constantinopla tras conquistarla en 1453.

Cuando Mehmet II Fatih (el Conquistador) se apoderó de la ciudad imperial bizantina,  codiciada por los musulmanes desde el siglo VII, combatió el pillaje y la destrucción, decretó el amân (el estatuto de protección) para los griegos que permanecieron en ella, y los invitó a elegir un patriarca de su comunidad para evitar que la metrópoli se despoblara. Decidió convertir la iglesia de Santa Sofía en mezquita aljama y mandó edificar un palacio.

Mehmet II era un estratega con una importante visión de estado y un gran sentido de la gobernabilidad. Así, refuerza la alta administración con hombres escogidos, organiza un gobierno centralizado y crea gobiernos provinciales en Europa y Asia (Rumelia y Anatolia), que aseguran a los pobladores su libertad de culto, lengua y costumbres consuetudinarias a cambio de pagar un tributo.

Además, el sultán se propone sanear los barrios cristianos que se benefician del amân, y también repuebla el centro de la ciudad con musulmanes, cristianos y judíos. Autoriza a los comerciantes venecianos a vender sus productos tras las capitulaciones de 1454, sumándose a los cristianos que ya habitaban Galata. Así describe la situación existente en el siglo XIV el viajero tangerino Ibn Battuta: “Aquí (en Galata) habitan en particular cristianos francos (ifrany), que son de varios sitios: genoveses, venecianos, romanos y gente de Francia”.

Para marcar el terreno aún más si cabe, Mehmet II manda construir varios de los característicos complejos imperiales otomanos, formados por una mezquita rodeada de madrazas (escuelas coránicas), hospitales, caravasares y baños, como el nombrado Fatih, concebido por Christodoulos, un arquitecto griego convertido al Islam. Son estos edificios los que prestan su particular fisonomía a la ciudad con sus formas esféricas y sus alminares afilados clamando al cielo.

Para la construcción y mantenimiento de estos complejos, que se multiplicarán a lo largo de los siglos XV y XVI, se utilizan los fondos waqf (gestión de bienes inmuebles cuyo usufructo se revierte en el mantenimiento de un bien público), consistentes en baños y tiendas.

Santa Sofía

Entre ellos sobresalió el del sultán Bayezit II, cuya gran mezquita domina aún hoy una de las plazas principales, con su juego de cúpulas como gajos de naranja (Jorn Utzon, el creador de la Ópera de Sydney, no había inventado nada). En el siglo XVI surgieron, bajo orden de Solimán el Magnífico, los conjuntos de Selimiye Cami, Sehzade Cami, y Suleymaniye Cami. Todos los concibió el arquitecto Sinan y estaban presididos por una enorme cúpula que, a modo de la basílica bizantina de Santa Sofía, ocupaba todo el espacio central y se rodeaba de semi cúpulas que se apoyaban sobre los contrafuertes.

Sinan revolucionó el arte islámico inspirándose en las iglesias bizantinas.Las mezquitas adoptaron una forma de “te” invertida, y en su interior creó grandes espacios libres de columnas bajo la cúpula central, lo que proporcionaba una sensación de inmensidad. En la mezquita de Suleymaniye Cami, la sala de oraciones está definida por cuatro enormes pilares unidos por una triple arcatura que reposa sobre cuatro columnas de pórfido, que hicieron exclamar a cronistas que el templo se elevaba “sobre los tronos de los antiguos dueños del mundo”. En ella, como en el resto de las mezquitas otomanas, los alminares surgen a modo de faros espirituales o de pilares apuntalando el cielo.

La mezquita azul

Mezquita azul

Cuando la población se comenzó a desbordar de los muros de la antigua Constantinopla, se levantaron otros complejos como el de Ahmet I, llamado Mezquita Azul, entre 1609 y 1616. Ideada por el arquitecto Mehmet Aga, discípulo de Sinan, es ésta una de las mezquitas más proporcionadas y bellas. Levantada sobre el antiguo hipódromo, su silueta se destaca desde el mar de Marmara y es fotografiada por cientos de turistas cada atardecer, recreando uno de los iconos más inconfundibles de Estambul. El nombre le viene de las pinturas que cubren las bóvedas y de los azulejos de Iznik de tonalidades esmeralda, turquesa y azul. Además, las vidrieras de cristal de Venecia aportaban, antes de su sustitución por otras de escaso interés tras un incendio, un resplandor azul misterioso y etéreo.

En época de Mehmet II, tras el palacio inicial, se erigió uno nuevo en la antigua acrópolis bizantina que dominaba desde su situación privilegiada el Bósforo, el Cuerno de Oro y el mar de Marmara. Se llamó Topkapi Saray. Comprendía dependencias administrativas, jardines, patios, pabellones, salas de audiencia y harén, y se completaría hasta el siglo XIX.

Las estancias de esta fabulosa ciudad palatina están articuladas en torno a patios que separan distintos espacios privados. Surgen jardines interiores propios de la concepción musulmana, pero también exteriores abiertos a la mirada ajena, característicos de la moda occidental. Además de la complejidad y la belleza arquitectónicas, en el Topkapi se pueden admirar numerosas colecciones de arte: porcelanas chinas y europeas, joyas, armas, miniaturas, vajillas de oro y relojes.

El harén, construido por Solimán, dispuso en su día de cocinas, hospitales y escuelas, además de las dependencias privadas. En una inscripción se puede leer: “Salud a todas, sed las bienvenidas y quedaros aquí para la eternidad”. Siniestra recomendación para una cárcel de pórfido y mármol desde la que las sultanas madre tramaron no pocas intrigas políticas. En el harén se encuentra el dormitorio del sultán Murad III, dotado de una fuente que impedía que se oyera el murmuro indiscreto de las conversaciones. “Dentro del “cerraje” del Gran Turco hay una sala donde se tiene en consejo, dentro la cual hay un trono, todo hecho de gelosias, que cae adentro a los aposentos del emperador, y de allí habla de lo que ha de hacer. Y cuando piensan que está allí no está, y cuando piensan que no está, está”, describe Cristóbal de Villalón en su “Viaje de Turquía” del s.XVI.

En el siglo XVII Estambul no cesa de crecer. Se contaban 13 distritos y cada uno de ellos tenía barrios cuyos habitantes, responsables del mantenimiento, estaban representados por el imam ante las autoridades. Sus pobladores pertenecían a una misma confesión.

Había barrios musulmanes, armenios, judíos y griegos. En el centro de cada cual se erigían sinagogas, iglesias y mezquitas. Aunque muchas iglesias durante la conquista fueron convertidas en mezquitas, otras se conservaron, mientras que algunas se construyeron posteriormente para satisfacer las necesidades de la población cristiana. Los no musulmanes por su parte, contribuyeron a la prosperidad de la metrópoli, gracias al comercio de la artesanía, los objetos de lujo y la construcción naval, en una interacción abierta y productiva.

Sultanes respetados

Durante siglos Occidente ha alimentado una imagen de sultanes otomanos sanguinarios y salvajes, cuando la realidad es que fueron respetados, en especial en sus comienzos, y estuvieron abiertos a las influencias extranjeras. Así, Mehmet II fue un gran historiador y un apasionado de pintura occidental. Su hijo Beyazit II hizo llamar al mismo Leonardo da Vinci para construir un puente sobre el Cuerno de Oro, mientras que Selim I reiteró esta oferta a Miguel Ángel, que hubiera aceptado si el Papa Julio II no le hubiera amenazado de excomunión. Solimán era también un hombre del Renacimiento sensible a la cultura, y se rodeó de artistas y sufíes. Hablaba turco, árabe, persa y algo de italiano.

Durante siglos Occidente ha alimentado una imagen de sultanes otomanos sanguinarios y salvajes, cuando la realidad es que fueron respetados, en especial en sus comienzos, y estuvieron abiertos a las influencias extranjeras.

Los sultanes otomanos organizaron un estado y un ejército encabezado por jenízaros, o unidades de infantería de elite. Se rodearon de médicos, astrólogos y ulemas. Tenían un vasto secretariado ocupado del Diván, o especie de consejo de ministros. Este complejo engranaje administrativo se pudo llevar a cabo mediante el sistema de devsirme, que consistía en reclutar muchachos cristianos de los Balcanes, educados y convertidos al Islam para desarrollar diversas funciones, debido, entre otras cosas, a que los cortesanos no eran siempre de fiar. Algunos alcanzaron algo rango, pero este sistema fue contestado por los religiosos de su tiempo, ya que se oponía a la Sharía. Según ésta, los cristianos deben ser respetados y no se puede forzar la conversión: “No hay imposición en materia de religión”, dice el Corán.  El devsirme, como la ley del fratricidio, en auge bajo desde el siglo XIV para acabar con las intrigas de sucesión familiares, acabó por desaparecer en el siglo XVII.

Por lo demás, la mayoría de los turcos pertenecían a la escuela ortodoxa musulmana hanafí, la más permisiva de todas. Aunque la religión se hallaba muy latente, se caracterizaron por una aplicación liberal de la misma, con especial atención al sufismo popular.

Mezquita MecidiyePero, retornando a la fisonomía y la vida cotidiana de la ciudad, son los hammams, o baños turcos, otra de sus señas de identidad. Uno de los mayores es el de Haseki Hürram (1553). Herederos indirectos de los baños romanos, pronto adquieren características propias, diferentes de las bizantinas. Están cubiertos de cúpulas dotadas de luz cenital y tienen cuatro salas al modo romano: vestíbulo, sala templada a base de aire caliente, sala caliente, y sala fría, a veces dotada de una piscina en la que tonificarse tras tanta dilatación epidérmica.

En estas dependencias, entre vaharadas de calor y en una atmósfera irrespirable e intimista, se reúnen por turnos hombres y mujeres al amor de los baldes de agua fría y caliente, los afeites y los masajes.

El agua, que forma parte intrínseca de la cultura musulmana, siempre tuvo gran importancia en la Estambul otomana, no solamente a través de los baños públicos. Para apaciguar la sed y, también, para combatir los numerosos incendios que se cebaban en las viviendas modestas de madera, los urbanistas crearon numerosas fuentes, en ocasiones tan monumentales como la de Ahmet III, que se puede contemplar en la entrada del serrallo del Topkapi.

Por fin, no hay que olvidar la vida comercial, el hormigueo cálido y colorista de los mercados. El Gran Bazar fue mandado construir por Mehmet II Fatih, al parecer sobre un mercado bizantino, y reagrupa unas 4.000 tiendas, además de restaurantes, fuentes y talleres. En torno a él se agrupan diversos hans, o caravasares a modo de las alhóndigas hispano musulmanas, que servían en el pasado, tanto para almacenar las mercancías, como para venderlas y alojar a los mercaderes viajeros. Se conservan unos cuantos como el Kürkçu Han, el Büyük Yeni Han y el Küçüc Yani Han. Están generalmente provistos de un patio rodeado de locales que agrupan los talleres y las tiendas, mientras que los dormitorios ocupaban antiguamente la planta superior. El alojamiento era gratuito, a cambio de pagar un impuesto a la entrada y la salida de la ciudad.

Todo este rico engranaje multiconfesional e institucional propició un modo de vida cosmopolita y diversificado. Y esta belleza arquitectónica, en un entorno geográfico dominado por el agua, ha modelado a lo largo de los siglos una de las ciudades más bellas de Europa, en la que Oriente y Occidente se dan cordialmente la mano.

Cronología

1302. Comienzo del estado otomano en Turquía encabezado por Osman, quien daría nombre al emirato. Se tratará de un estado multiracial y multiconfesional.

1362 – 1384. El sultán Murat I avanza hacia Macedonia, Bulgaria y Hungría. Centraliza el Diván y crea el cuerpo de jenízaros.

1396. Su hijo Bayezit I aplasta una contienda de cruzados y el Estado otomano comienza a ser temido en Europa.

1409. Bayezit I es vencido ante la ciudad de Ankara por el turco mongol Tamerlán, que gobierna Irán e Iraq.

1453. Mehmet II Fatih (el Conquistador) se hace con Constantinopla tras siete semanas de asedio. Se auto proclama “Dueño de los dos mares y los dos continentes” y reina desde Persia hasta Hungría.

1480. Mehmet II se adentra en Italia y vence en Otrante. Para conquistar Europa decide aprender con los sabios, poetas y científicos musulmanes, cristianos y judíos. El Papa Pío II le propone convertirse al cristianismo a cambio de devenir Emperador de Grecia y Oriente.

1514 – 1517. Selim I conquista Azerbayan, el Kurdistán, Palestina y Egipto. Se autoproclama Califa, Emir de los Creyentes y “protector y servidor de las dos ciudades santas” (La Meca y Medina).

1520 a 1566. Su hijo Solimán el Kanuni (conocido en Europa como el Magnífico) consolida la mayor potencia mundial,  formada por una veintena de etnias y unas 15 religiones diferentes. Asegura que es la “sombra de Dios sobre la tierra”. “Me he convertido en el dueño del mundo tras mendigar en tu puerta (de Dios)”. Conquista una gran parte de los países arabo musulmanes, incluidos los del Magreb, al tiempo que emprende una misión civilizadora.

1571. Los otomanos sufren la derrota en la batalla de Lepanto, frente a Grecia, contra la Liga Santa cristiana.

Siglo XVII. Comienza el declive del sultanato con una sucesión de sultanes y pachás corruptos. Se producen  sublevaciones entre los jenízaros mal pagados, y en el harén, graves intrigas políticas. Por otra parte, es un siglo fructífero para la poesía y la literatura.

1703 – 1730. Las artes florecen de manera especial bajo el reinado de Ahmet III. Es la era de los tulipanes, que invaden jardines, azulejos y poemas.

1826. Mahmut II elimina el cuerpo de los jenízaros, que se oponen a los sultanes reformistas.

1908. Los Jóvenes Turcos acaban con el régimen absolutista impuesto por Abdülhamid, aunque acaban siendo autoritarios ellos mismos.

1923 Instauración de la República de Turquía por Mustafa Kamal Ataturk. Termina el califato otomano y comienza un laicidad radical y forzada del Estado y la sociedad.

Inés Eléxpuru

Publicado en: Altaïr 58