En memoria de Julio Caro Baroja

Autor del artículo: Julio Caro Baroja

Fecha de publicación del artículo: 15/02/1990

Año de la publicación: 1990

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Este año se celebra el Centenario del nacimiento del gran etnólogo navarro Julio Caro Baroja, una persona que revolucionó el campo de la etnografía en España, y al que debemos esa visión siempre profunda, distinta, comprometida y libre sobre tantos aspectos de la vida, así como tantos pueblos y causas a menudo olvidadas.

Julio Caro Baroja, Don Julio, como lo llamábamos, fue el Presidente de Honor de la FUNCI hasta su fallecimiento en 1995, junto con el Presidente de la FUNCI, Cherif Abderrahman Jah, a quien unía una gran amistad, sincera y siempre en busca de descubrimientos y Conocimiento. Con mayúsculas.

Su obra es tan amplia y variada que es difícil de cernir. A él debemos importantes estudios sobre el pueblo vasco, las tradiciones y fiestas populares, la tecnología popular, la brujería, la inquisición, los moriscos, los judíos, los gitanos y el Sáhara, en ese imprescindible libro Estudios saharianos.

El Ensayo sobre la literatura de cordel (1969), Las formas complejas de la vida religiosa (Religión, sociedad y carácter en la España de los siglos XVI y XVII) (1978), La aurora del pensamiento antropológico. La Antropología en los clásicos griegos y latinos (1983) y La cara, espejo del alma. Historia de la fisiognómica (1987), fueron otras de sus obras más relevantes. Pero sus artículos, ensayos y prólogos suman más de setecientos títulos.

El sobrino del escritor Pío Baroja nació en Vera de Bidasoa y fue un sabio a la antigua usanza. Un sabio dotado de la capacidad de escuchar, aprender y valorar a los demás. Fue miembro de la Real Academia de la Lengua, la Real Academia de la Historia, la Real Academia de la Lengua Vasca y la Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Este año, son numerosas las iniciativas que se han realizado en homenaje a este gran pensador, promovidas por el Gobierno de Navarra. Así, aprovechamos para publicar uno de los numerosos textos que dedicó a la FUNCI y a su amistad con Abderrahman Jah, siempre con la sabiduría y la búsqueda de la verdad como telón de fondo.

Desde aquí le dedicamos un recuerdo afectuoso de todos los que le conocimos de cerca. Descanse en Paz.

Sobre la amistad

«Resulta comprobado que en la vejez es muy difícil renovar las amistades y yo he podido ser testigo de la verdad que contiene la idea. Sin embargo he de poner ciertas limitaciones a ella: porque cuando andaba ya en la setentena he tenido una experiencia afortunada en otro sentido. Es decir que me han surgido amistades nuevas y de un carácter particular, porque, hasta cierto punto, son colectivas: o de un “colectivo” como se dice ahora.

Empiezo a no recordar bien las circunstancias en que conocí a Cherif Abderrahman Jah a su mujer y a sus amigos. Acaso esto sea debido a que la amistad creada fué luego tan grande e intensa que hizo borrar los detalles y preliminares.

Hoy, en 1990, puedo afirmar que es uno de los principales soportes de mi vida, ya larga y en la que las debilidades orgánicas empiezan a hacer mella y a hacerla cansada en consecuencia.

La personalidad del Cherif es muy grande. Da una imagen como de equilibrio y de sabiduría antigua, de tipo moral, que nada tiene que ver con los saberes técnicos. Esto hace que en su alrededor, se hayan agrupado un número de mujeres y de hombres que ejercen profesiones distintas, que arrancan de ámbitos diferentes y que llegan a tener un ideal común.

Es en sí admirable cómo se ha podido producir esta atracción. También lo es el resultado. Hay unos hechos, más formales, que le dan fisionomía clara. Pero también otros, más difíciles de ver y más profundos a mi juicio.

El estudio de los caracteres que tiene y ha tenido el Islam occidental y de las huellas que ha dejado en España (o en la totalidad de la península ibérica) es un propósito de los agrupados: su objetivo intelectual. Ha dado ya resultados brillantes. Pero creo que es más fuerte en sí el hecho de que haya producido amistades hondas, una especie de sistema de “afinidades colectivas”, en el que me encuentro incluido, por lo que he de sentir un agradecimiento sin límites.

Nuestra amistad es grande, desinteresada, carente de todo egoísmo. Ejemplar por eso. He de decir también, por último, que me enorgullece y enaltece. Gracias mil, queridos amigos por este apoyo decisivo en las horas flacas de la vejez.

Julio Caro Baroja

9 de febrero de 1990, Madrid