El Museo Nacional de Irak,en Bagdad, ha abierto de nuevo sus puertas, casi seis años después de que fuera saqueado y destrozado al poco tiempo de la invasión dirigida por Estados Unidos en 2003. Sin embargo, parte de su colección ha desaparecido tras el expolio. Para ilustrar esta gran pérdida reproducimos un artículo publicado al poco tiempo de la invasión por el Instituto Schiller.
El saqueo de Bagdad
El pasado 10 de abril, cuando Bagdad cayó en manos de fuerzas militares estadounidenses, cuadrillas de saqueadores vaciaron el Museo Nacional de Iraq. Al cabo de dos días de pillaje, casi todos los 170.000 objetos del museo —la mayor colección de antigüedades de Sumeria, Babilonia y Asiria en el mundo— habían desaparecido o fueron destruidos: urnas antiquísimas, despedazadas; tablillas cuneiformes de 5.000 años de antigüedad, de los tiempos del rey Nabucodonosor, que se consideraban la primera forma de lenguaje escrito, robadas; estatuas decapitadas; etc. El 13 de abril, la Biblioteca Nacional de Iraq, sede de los archivos nacionales y de algunos de los libros más raros del mundo, así como la vecina Biblioteca Islámica, donde había miles de Coranes antiguos, incluido el ejemplar más viejo que se conocía, ardieron en llamas. Mientras tanto, efectivos militares estadounidenses protegían celosamente las instalaciones de gas y petróleo de Kirkuk, donde se halla casi un tercio del petróleo iraquí, y el Ministerio del Petróleo, en la capital. Otros ministerios, incluidos los de Comercio, Información, Planificación, Salud y Educación, quedaron completamente desprotegidos. Muchos observaron el paralelismo con otros momentos aciagos de la historia, tales como la quema de la Biblioteca de Alejandría, a manos de los romanos, unos 1.600 años atrás.
«Es una catástrofe», dijo el profesor McGuire Gibson del Instituto Oriental de la Universidad de Chicago.
«Es como una lobotomía. Se ha extirpado la memoria más profunda de toda una cultura, una cultura que ha sobrevivido miles de años. Ahí [había] 5.000 años de registros escritos; ni siquiera los materiales egipcios se remontan tan atrás. Es un crimen», dijo Gibson, según citas publicadas en Salon.com.
¿Entendieron mal los hombres de Rumsfeld cuando arqueólogos e historiadores de arte instaron al Pentágono y al Departamento de Estado a que tomaran todas las precauciones posibles para proteger los tesoros milenarios e invaluables alojados en los museos y bibliotecas de Iraq? Al fin y al cabo, sí hicieron un gran despliegue de fuerza para garantizar la protección de lo que consideraban que era el más valioso patrimonio nacional: el petróleo. Y es cierto que el petróleo se demora millones de años en formarse, mucho más tiempo que los meros 10.000 años de historia que se hicieron humo en abril, cuando los saqueadores —muchos de ellos empleados por ladrones de arte organizados— lograron en pocos días, en términos de genocidio cultural, más que la invasión mongol de 1258, un hecho histórico que algunos iraquíes ahora llaman la anterior «invasión bárbara».
En Basora, bajo control de tropas británicas, saquearon e incendiaron la universidad. El decano Abdul Jabar al–Khalifa, contemplando las ruinas de su oficina, quería saber:
«Díganme, ¿esto es libertad para Iraq, o libertad para los ladrones?»
‘Guerra total contra el pasado’
«En cierto sentido, es una guerra total contra el pasado», dijo el profesor John Russell del Colegio de Arte de Massachussetts. Mesopotamia, región comprendida entre los ríos Tigris y Éufrates al sur de las montañas del Asia menor, fue cuna de las primeras ciudades del mundo, del primer lenguaje escrito, y de algunas de las primeras expresiones del arte y la arquitectura. Hay decenas de miles de artefactos y sitios arqueológicos que ahora peligran o que ya han sido destruidos. «Lo que parece suceder en Iraq no tiene precedentes en ningún país del Oriente Medio en tiempos modernos», dijo Russell.
«Están saqueando a granel sitios arqueológicos famosos y otros de los que no se sabe».
El 13 de abril, la UNESCO, la Organización Económica, Científica y Cultural de la ONU, instó a los Estados Unidos y a Gran Bretaña a tomar medidas inmediatas para proteger lo que aún quedaba de las preciosas antigüedades de Iraq. Desde antes de la guerra, esa organización le había dado a Washington un mapa detallado de todos los museos y sitios arqueológicos. No obstante, los ladrones «saquearon o destruyeron 170.000 objetos de la antigüedad. . . por valor de miles de millones de dólares», dijo Nabhal Amin, subdirector del Museo Nacional de Antigüedades de Bagdad.
Muchos arqueólogos y expertos en antigüedades han señalado que lo que se perdió, no sólo es la historia de Iraq, o de la región, sino la historia humana universal. Ciudades antiguas tales como Ur, donde nació Abraham, padre de las religiones judía, cristiana y musulmana; las fabulosas Babilonia, Nimrod y Nínive están en ruinas o amenazadas, y sus tesoros, muchos de los cuales estaban guardados en los museos de Iraq, han sido destruidos o están en riesgo de serlo.
Aun antes de la guerra, doce años de sanciones económicas habían dejado a Iraq sin los fondos ni el personal necesarios para resguardar sus tesoros. A eso hay que añadir la permeabilidad de las fronteras, por las que saqueadores organizados lograron despojar a Iraq de incontables objetos históricos preciosos. Y, por último, bandas jacobinas de saqueadores, bajo la dirección de criminales organizados, completaron la destrucción de este legado histórico.
Aunque en parte el saqueo fue posible por la falta de tropas suficientes, demasiado dispersas para hacer las veces de fuerza policial, la causa subyacente de esta tragedia son los gallinazos straussianos del gobierno estadounidense que dirigen la guerra, que están decididos a erradicar la historia y la cultura del mundo árabe, en un apocalíptico «choque de civilizaciones».
«Nuestro legado está perdido», dijo Amin. «¿Por qué hicieron esto? ¿Por qué? Si hubiera habido cinco soldados estadounidenses a la puerta, todo hubiera estado bien», dijo Amin. «Se supone que están aquí para protegernos».
Cuando lo cuestionaron los reporteros, el secretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld caracterizó la destrucción y el saqueo generalizados como una fase de «desorden», agregando que en cualquier período de transición «pasan cosas».
Pero otros funcionarios del gobierno de Bush lo tomaron con menos frescura. Martin E. Sullivan, presidente de la Comisión de Asesoría Presidencial sobre Propiedad Cultural, renunció, como lo hicieron otros dos integrantes de esa comisión, y declaró que «la tragedia era previsible y prevenible», sin embargo, «no se evitó por inacción de nuestra nación».
En la sección «Week in Review», del New York Times del pasado 20 de abril, Adam Goodheart identificó tres de los objetos históricos preciosos que se perdieron para siempre en el saqueo de Bagdad. Uno es el famoso jarrón Warka, de la antigua Sumeria, de más 5.000 años de antigüedad, sobre el que estaba inscrito el grabado ilustrativo de una ceremonia religiosa más antiguo, y desapareció del Museo Nacional. «Es uno de los grandes tesoros del arte mundial», dijo la profesora Irene Winter, de la Universidad de Harvard. «Canta su período histórico, de la misma manera que una catedral gótica canta la historia de Francia en el medioevo».
Entre las decenas de miles de tablillas cuneiformes que se perdieron, está la famosa biblioteca de Slippar, una colección de tablillas de arcilla babilónicas, y la más antigua biblioteca del mundo que se haya descubierto sobre su estantería original. Elizabeth Stone, arqueóloga de la Universidad Stonybrook, declaró al New York Times que la biblioteca de Slippar contenía porciones faltantes de la Epopeya de Gilgamés, la más antigua obra literaria de la humanidad.
Traficantes de arte organizaron el saqueo
Mientras el mundo veía con horror e indignación la insensible destrucción en Iraq, destacados arqueólogos reunidos el 17 de abril en la sede de la UNESCO en París, denunciaron que al menos parte del saqueo de objetos históricos lo dirigieron traficantes de arte profesionales. Los expertos aludieron a informes iniciales de que los ladrones aprovecharon el ambiente de saqueo que se desató en Bagdad tras la invasión estadounidense, para encubrir el hurto deliberado de invaluables objetos del Museo Nacional Iraquí. «Cuando menos una parte del robo fue una acción planificada y muy deliberada», dijo el profesor Gibson de la Universidad de Chicago, en una conferencia de prensa en París. «De alguna parte obtuvieron las llaves de las bóvedas, y pudieron sacar el mejor material, el más importante». Agregó que la desesperada ciudadanía iraquí, empobrecida por años de severas sanciones de la ONU, estuvo más que dispuesta a colaborar en el despojo de museos y sitios arqueológicos.
Que el pillaje estuvo dirigido por ladrones organizados, lo subrayó el doctor Donny George, director de estudios de investigación en el museo, señalando que los saqueadores ni siquiera miraron una copia del famoso código de Hammurabi, sabiendo que no era el original, y que por tanto carecía de valor. También penetraron las arcas subterráneas, adonde se habían trasladado muchos objetos para mayor seguridad, lo que indica que conocían los predios. Además se usaron herramientas muy sofisticadas, señal de que no eran saqueadores improvisados.
Koichiro Matsuura, director de la UNESCO, propuso crear una «policía patrimonial» para proteger lo que queda de los sitios culturales iraquíes, y anunció la creación de un fondo especial para el legado cultural iraquí, al que ya han hecho aportes Italia, Francia, Gran Bretaña, Alemania, Egipto y Qatar. La UNESCO también tiene planes de enviar a Iraq un equipo de expertos en arqueología y archivos históricos para ayudar a calcular los daños.
Como ya se dijo, una colectividad de profesionales preocupados por el peligro que la guerra suponía para los tesoros nacionales iraquíes ya había informado al Pentágono. El profesor Gibson, por ejemplo, les dijo a los oficiales del Pentágono que, puesto que el museo podía ser completamente despojado en un solo día, «deben asegurar el Museo Nacional contra el saqueo».
El Instituto Americano de Arqueología (AIA, siglas en ingles) redactó una «Declaración sobre el legado cultural en Iraq», en el que se conmina a todas las partes a acogerse a la Convención de La Haya de 1954, sobre protección de la propiedad cultural en caso de conflicto armado. Firmaron la declaración los principales expertos de todas las instituciones arqueológicas importantes.
Pero los Departamentos de Defensa y de Estado de los EU, al parecer estaban más atentos a las súplicas de otro grupo: una agrupación de «coleccionistas influyentes» que promovía la liberalización de los reglamentos aduaneros en Iraq, para facilitar la exportación de objetos históricos. Este grupo, el Consejo Americano de Política Cultural (ACCP, siglas en inglés), se había reunido con funcionarios del Pentágono y el Departamento de Estado antes de la guerra «para ofrecer su ayuda en la preservación de las valiosas colecciones arqueológicas del país». El ACCP es conocida por su oposición a «las severas restricciones iraquíes a la posesión y exportación de antigüedades». William Pearlstein, tesorero del ACCP, dijo que estaría a favor de un gobierno de posguerra que «haga más fácil dispersar las antigüedades a los EU».
El AIA, por su parte, señaló que el relajamiento de dichas restricciones sería «desastroso».
Presentando a Michael Steinhardt
El líder y uno de los fundadores del ACCP es un tal Ashton Hawkins. En 1998, Hawkins organizó una reunión con Frederick Shultz, un comerciante de arte de alto vuelo (quien actualmente purga una condena de 33 meses por contrabando de objetos de arte) y otros, para respaldar a Michael Steinhardt, especulador y patrocinador del Consejo del Liderato Demócrata, en sus dificultades con la ley. Steinhardt había adquirido ilegalmente una antigüedad sacada de Italia de contrabando. Hawkins se las arregló para que la Asociación de Directores de Museos de Arte, para la cual había trabajado como abogado, radicase una moción de defensa en el caso judicial de Steinhardt. Steinhardt había donado importantes sumas de dinero al Museo Metropolitano de Nueva York, donde trabajaba Hawkins como abogado. Steinhardt y su mujer son miembros de la Comisión Visitante del departamento de arte griego y romano del Museo Metropolitano.
La fortuna de Steinhardt proviene del sindicato criminal de Meyer Lansky, por conducto de su padre, quien empezó a financiar las especulaciones financieras de Steinhardt el menor desde una celda de prisión. Steinhardt visitó recientemente el Oriente Medio con su socio de inversiones, el gángster Marc Rich, para tratar de aplastar la oposición electoral a Ariel Sharon en Israel.
Aunque no se ha identificado aún una conexión explícita entre Steinhardt y demás, y el reciente pillaje en las bibliotecas y museos de Iraq, las investigaciones continúan.
Ahora hay que centrar todos los esfuerzos en ubicar y devolverle a Iraq todos sus tesoros históricos. Lo que es más importante, debe derrotarse a los gallinazos straussianos enquistados en el gobierno estadounidense, antes de que logren imponer el «fin de la historia».