El blues en Mali, una fuente de unión y de amor

Autor del artículo: Alfonso Casani - FUNCI

Fecha de publicación del artículo: 16/03/2020

Año de la publicación: 2020

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En el año 2012, la música de Mali saltó a los medios debido a la persecución ejercida por el grupo terrorista Ansar Dine (grupo vinculado a Al-Qaeda) contra todo tipo de expresión artística y su decisión de prohibir la música en el país. El anuncio se produjo en un contexto de guerra civil y expansión de este grupo terrorista por el norte del país, que culminó en la decisión de intervención militar internacional, liderada por Francia.

Sin embargo, la música siempre ha ocupado un lugar prominente en el país, desde la expansión del Imperio Manden en el s. XIII, hasta la actualidad, en la que Mali se ha convertido en un referente internacional para la música africana, tradicional y contemporánea. Son numerosos los artistas de origen maliense que han alcanzado prestigio internacional y actúan en todo el globo. Artistas como Salif Keita, Amadou y Mariam, Rokia Traoré, Fatoumata Diawaré, el grupo Tinariwen, o el difunto y portentoso guitarrista Ali Farka Touré han alcanzado cotas internacionales. Todos ellos se caracterizan por su fusión de la música tradicional de la región con elementos contemporáneos, en el que el blues (“el blues del desierto”, como lo denominó Tinariwen) ocupa un lugar primordial.

Una tradición histórica

La importancia de la música en Mali se remonta a la creación del Imperio de Mali o Imperio Manden en el s. XIII, que llegó a ocupar un extenso territorio en la región occidental del África subsahariana, y a la tradición de los griot o jinel.

El Imperio de Mali fue fundado por Sundiata Keita. Sus sucesores se encargaron, a lo largo del siglo siguiente, es decir, el s.XIV, de expandir su territorio y unificar a las tribus regionales bajo su liderazgo, estableciendo un sistema político y económico complejo y efectivo. El Imperio alcanzó auge durante ese siglo, bajo el mandato de Mansa Musa, conocido por su riqueza y sus reservas de oro, tras lo cual comenzó un lento declive que finalizaría en el s. XVII.

Volviendo a la cuestión original de este artículo, es notable la importancia que, a lo largo de este dominio, alcanzaron los griot o jeli (en el idioma original) como consejeros del emperador. Los griot eran una suerte de trovadores, poetas, narradores y cantantes, encargados de mantener la memoria de las tribus, a través de las historias, cuentos, leyendas y la preservación de la tradición oral. Durante esta época, ejercieron de consejeros del emperador, proporcionando reflexiones, advertencias y conocimientos generales basados en su amplio dominio de la tradición oral. Además de un carácter político, los griot adquirieron funciones sociales, animando ceremonias, bodas, nacimientos, o eventos de relevancia social. Sus historias, a menudo, combinaban pasajes destinados a divertir a la gente con elementos instructivos y enseñanzas morales.

Los griot eran una suerte de trovadores, poetas, narradores y cantantes, encargados de mantener la memoria de las tribus, a través de las historias, cuentos, leyendas y la preservación de la tradición oral.

La importancia de los griot, que dominaron la música y el canto sirviéndose de instrumentos tradicionales como el balafon (similar a un xilófono), o la kora y el ngoni (ambos instrumentos de cuerda, similares al laúd), ha sobrevivido hasta la actual, manteniendo su función social primigenia y adquiriendo una visibilidad que trasciende las fronteras nacionales.

Embajadores de Mali en la actualidad

La situación de los músicos actuales en Mali no es sencilla. En un país sacudido por la inestabilidad política y los conflictos bélicos y sectarios, muchos de estos artistas se han visto obligados a desplazarse de sus hogares o a emigrar al extranjero. El prestigio internacional que muchos de ellos ha alcanzado en el exterior, sin embargo, les ha convertido en referentes culturales de Mali y en portavoces de los problemas a los que se enfrentan el país, o incluso el continente.

Es tal el número de artistas internacionales que ha salido de Mali, que resulta difícil ofrecer una lista coherente de los mismo, menos aún, comprensiva. De forma arbitraria, podemos comenzar destacando a Ali Farka Touré (1939-2006), por la influencia que ha ejercido en el desarrollo del blues en Mali. Popularizado en los años 80 tras firmar con un sello americano, Ali Farka Touré, original de la región de Tombuctú, al norte de Mali, cantó a menudo sobre su tierra y la importancia de preservar las costumbres, en un estilo que evoca el ritmo tranquilo y la soledad del desierto. Como afirmó este cantante en unas célebres declaraciones sobre su estilo musical:

“Lo que yo hago es música tradicional. La palabra blues está bien para Europa, pero no para mí. Todo eso que se llama blues es cien por cien africano; son las ramas y hojas de la música africana.”

Tampoco puede hablarse de la música de Mali sin destacar el trabajo de la pareja Amadou y Mariam, uno de los máximos referentes del afro blues, con una amplia trayectoria internacional y una larga lista de colaboradores africanos y europeos, entre los que se incluyen artistas como Manu Chao, Kn’aan, o Damon Albarn (Blur, Gorrilaz).

Siguiendo la estela de estos artistas, nuevos grupos de renombre han contribuido a popularizar el blues de Mali, como los mencionados Tirawinen, o el grupo Songhoy Blues. Los componentes de Tirawinen pertenecen a la tribu Tuareg, una tribu de tradición nómada que se extiende por todo el desierto del Sáhara y se encuentran presente en Mali, Níger, Libia, Argelia, y Burkina Faso, principalmente. La banda canta en tamashek, la lengua principal de los tuaregs, y muchos de sus temas giran en torno a la frustración de una vida nómada delimitada por fronteras nacionales, rodeada de conflictos bélicos y en constante movimiento (una idea a la que se refieren con el término assouf o nostalgia).

Por su parte, Songhoy Blues, también tuaregs del norte de Mali, se conocieron tras la prohibición de la música en 2012. Exiliados en Bamako, la capital del país, decidieron formar un grupo y publicar su primer trabajo con un fuerte carácter reivindicativo, “Music in exile” (música desde el exilio). Como afirmaban en una entrevista:

“El mensaje más importante es que la música debe ser un factor de unión, de reconciliación, de paz y de amor sin importar la cultura, el idioma o la religión de cada uno. Queremos que la gente sonría al escuchar nuestra música, que disfrute.”

La importancia de la mujer en la música

De igual modo, es imposible hablar de la música del país sin hacer referencia a su amplia producción de artistas femeninas. Tradicionalmente, de hecho, fueron las mujeres las que desempeñaban el papel de cantantes, mientras que los hombres actuaban como instrumentalistas. Estos roles sólo se han abierto en las últimas décadas.

Fatoumata Diawara y Rokia Traoré se han convertido, ambas, en jóvenes referentes internacionales de la música maliense, y combinan música contemporánea con instrumentos y sonidos tradicionales del país. También es posible, por supuesto, destacar a otras artistas tradicionales como Nahawa Doumbia, Djeneba Kouyate, Oumou Sangaré, o Mamani Keita. Muchas de ellas, como es el caso de Oumou Sangaré o de Fatoumata Diaware, se han convertido en prominentes portavoces de su país y activas defensoras de los derechos de la mujer. A través de la música, estas artistas han plantado cara al terrorismo del país, han denunciado las condiciones humanitarias a las que se enfrenta la población, las limitaciones impuestas por otros países y los peligros de los emigrantes (un buen ejemplo es la canción de “Clandestin” de Fatouamata Diawara, cuyo vídeo puede verse más abajo), además de denunciar y abogar por una transformación de los roles tradicionales del hombre y la mujer.

El activismo de Sangaré en favor de las mujeres, en contra de los matrimonios forzosos, la violencia de género y el empoderamiento femenino ha sido galardonado con el premio a la música de UNESCO en 2001, y desde 2003 es embajadora de la FAO.

Un frente musical unido contra el radicalismo

Pese a los riesgos a los que se enfrentan, los artistas malienses han logrado mantener la cultura viva y rechazar los radicalismos. Más que eso, han mostrado la importancia de la música como vínculo de unión social y cultural, por encima de las diferencias étnicas y religiosas. La música se convierte así en un importante instrumento de tolerancia y convivencia, además de ser un representante esencial del patrimonio cultural del país.

Pese a los riesgos a los que se enfrentan, los artistas malienses han logrado mantener la cultura viva y rechazar los radicalismos. Más que eso, han mostrado la importancia de la música como vínculo de unión social y cultural, por encima de las diferencias étnicas y religiosas.

En 2016 y 2017 se organizaron las dos primeras ediciones del Festival Acoustik Bamako (FAB), el mayor desafío lanzado contra estos intentos de suprimir la cultura. También se han realizado iniciativas importantes desde el ámbito de la música, con el fin de divulgar la música de Mali y promover a sus principales referentes, a través de proyectos como Africa Express y la discográfica de músicas del mundo Putumayo World Music.

Terminamos este repaso a esta importante expresión artística y cultural con este documental, que recoge el impacto de la prohibición de 2012 y los esfuerzos de los artistas de Mali por enfrentarse y sobrevivir al conflicto bélico y religioso que asola el país.