La impresión visual es esencial en los efectos decorativos del arte islámico. El juego de luces y sombras proyectado entre mocárabes, bajorrelieves de atauriques y teselas doradas, se complementa siempre con los reflejos del agua, que se cuela dentro de las estancias suntuosas, como un elemento decorativo más, e incluso arquitectónico, imprescindible en los interiores de los palacios andalusíes.
¿Buscaba la combinación agua-arquitectura el simple placer de los sentidos? Hay bases fundadas para pensar que no. El agua en el mundo islámico tiene, ante todo, un profundo valor espiritual que ya hemos apuntado anteriormente:
¿No ves esta agua que Allah ha hecho descender del cielo y por medio de ella, todo verdea sobre la tierra? Allah es sutil, esta perfectamente informado de todo. Corán, Sura 22, aleya 63).
Contemplar el agua en la naturaleza o entre los muros de una casa suponía la evocación constante de Dios, que concede ese preciado don a los seres humanos. Nada más triste que un estanque vacío o un caño seco. El agua no sólo era y es el líquido imprescindible para la vida, sino que en la decoración islámica se convierte en un elemento decorativo polivalente:
Elemento clave para la creación de pseudo-espacios, proyectando el espacio más allá de lo puramente tridimensional. Introduce la naturaleza viva y en movimiento dentro de ambientes arquitectónicos cerrados, que se trasmutan en jardines de mármol, azulejos y estuco. Al igual que un cuerpo celeste sin luz propia, coadyuva a la iluminación del microcosmos arquitectónico en el que se inserta, reflejando la luz que recibe y proyectándola a todo su entorno.
Su cadencia sonora, inigualable por cualquier otro sonido, extiende su ritmo a todo el ambiente con una sensación relajante y pacífica. La refracción y reflexión de los rayos del sol al atravesar su cuerpo líquido proyecta en arco los siete colores del espectro luminoso. Como una anticipación efímera del Paraíso, aparece el arco del cielo, o arco iris, entre los chorros de una fuente.
Colabora con la estética decorativa de su contexto: su transparencia no impide ver la policromía que adorna los fondos de azulejos de las piletas, ni el colorido de los peces de lujo que en ella tienen su hábitat. Además de todo ello, presta su adaptación al receptáculo que la contiene o impulsa, cambiando de forma según su diseño: a veces es una cascada impetuosa; otras un chorro que se elevan con fuerza hacia el cielo, volviendo a caer parabólicamente; la mayoría de las veces es un superficie lisa y transparente, sólo interrumpida por los círculos concéntricos de sus ondas, al moverlas el viento o ser agitadas por la caída de un surtidor».
Del libro El enigma del agua en al-Andalus.