En estos días estamos asistiendo a brutales enfrentamientos de unas comunidades religiosas hacia otras, cegadas por el odio o los intereses. Sin embargo, el Islam y el ejemplo del Profeta Muhammad y los primeros gobernantes, son transparentes a la hora de estipular el respeto que se les debe a las demás comunidades, y en especial los grupos cristianos con los que tanto trato tuvieron los musulmanes de los primeros tiempos.
Así, en el año 628 de la Era Cristiana, el Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones sean sobre él) otorgó un Título, o Acta de Privilegios, a los monjes del Monasterio de Santa Catalina en el Monte Sinaí. Éste consistía en numerosas cláusulas que cubrían los derechos de los que gozaban los cristianos, tales como la protección, libertad de culto y movimiento, libertad para elegir a sus propios jueces, a poseer y mantener sus propiedades, a no estar obligados al servicio militar y el derecho a ser protegidos en caso de guerra.
Lo que sigue es una traducción del documento:
“Este es un mensaje de Muhammad ibn Abdullah, como un compromiso para aquellos que han adoptado el Cristianismo, tanto cerca como lejos, que estamos con ellos. Verdaderamente yo, los siervos, los auxiliadores y mis seguidores los defenderemos porque los Cristianos son mis ciudadanos ¡y por Allah! Yo haré frente ante cualquier cosa que no les complazca. No hay compulsión alguna contra ellos. Ni sus jueces pueden ser expulsados de sus puestos ni sus monjes de sus monasterios.
Nadie puede destruir una casa debido a su religión, ni dañarla o robar algo de ella. Cualquiera que haga algo de esto, vulnera el compromiso de Dios y desobedece a Su Profeta.
Verdaderamente, ellos son mis aliados y tienen mi documento seguro contra aquello que ellos odian. Nadie puede forzarlos a viajar o a pelear. Los musulmanes deberán luchar para defenderlos. Si una mujer cristiana es tomada en matrimonio por un musulmán, esto no debe ocurrir sin su consentimiento. No se le debe impedir visitar su iglesia a fin de que pueda rezar.
Sus iglesias deben ser respetadas. No deben ser impedidos de repararlas ni vulnerar la naturaleza sagrada de sus compromisos. Ningún musulmán debe desobedecer este compromiso hasta el Último Día (el fin del mundo)”.
Respetar las iglesias
Por su parte, el segundo Califa del Islam, Omar ibn el Jatab, verdadero artífice del estado islámico, dio un ejemplo con su comportamiento, que se seguiría durante siglos. Cuando conquistó Jerusalén y accedió a la ciudad montado sobre su camello blanco, con toda sencillez, fue recibido de forma pacífica por el mismo Patriarca Sofronio I.
Omar le pidió le dejara visitar los santos lugares: la Iglesia del Santo Sepulcro y el templo de Salomón, a lo que el monje accedió, conduciéndole él mismo hasta ellos e invitando a Omar a realizar su oración en el interior de un templo cristiano. Sin embargo, Omar declinó, argumentando que no quería sentar precedentes y que estos fueran mal interpretados en el futuro, de forma que algunos musulmanes pudieran sentirse con el derecho de usar las iglesias como les placiera o faltarles al respeto.