Conocer el mundo islámico

Markeskua en Eibar acoge una exposición titulada ‘El Islam, patrimonio de todos’, con la idea de erradicar actitudes de xenofobia.

«El Islam nos resulta próximo cultural y geográficamente. El conocimiento es la mejor forma de erradicar los prejuicios y evitar la manipulación», así reza un pensamiento anónimo inscrito en uno de los paneles informativos instalados en el palacio de Markeskua de Eibar, que acoge una exposición sobre el Islam, ‘El Islam, patrimonio de todos’, que se podrá visitar hasta el 24 de octubre.

Antes de nada, vamos a clarificar los conceptos para no errar en nuestra comprensión. Árabe es el natural de Arabia, también todo lo relativo a los pueblos de lengua árabe. Musulmán es la persona que profesa la religión de Mahoma. Y el Islam o islamismo es el conjunto de dogmas y preceptos morales que constituyen la religión de Mahoma.

Uno de los empeños de la Fundación de Cultura islámica, organizadora de la exhibición, es borrar los falsos estereotipos creados alrededor del mundo árabe y musulmán. Comencemos.

Advierte uno de los trípticos dirigidos a los visitantes: «Más de 1.100 millones de personas en el mundo son musulmanas. Pero no hay que confundirse; ni todos los árabes son musulmanes, ni todos los musulmanes son árabes. Se nace árabe, pero se elige practicar el Islam o cualquier otra religión, voluntariamente. De hecho, hay árabes cristianos y judíos».

Más datos, encaminados a aclarar las ideas: Indonesia, archipiélago que pertenece a Asia y no es árabe, es el país con mayor número de musulmanes. Otro: «Los árabes solamente representan el 18% del mundo islámico». Y, como el cristianismo, es una religión monoteísta.

La exposición forma parte de un proyecto pedagógico itinerante, destinado principalmente a los escolares y «dirigido contra el racismo y la xenofobia».

Respeto mutuo

La pretensión de la Fundación de Cultura Islámica es «impulsar el diálogo euroislámico y ahondar en la búsqueda de soluciones a los problemas de comunicación intercultural que afectan a nuestra sociedad, a través de una información rigurosa sobre el mundo islámico y sus lazos históricos y culturales con Europa, que facilite el respeto mutuo».

El recorrido por el palacio de Markeskua se divide en ocho puntos troncales, para facilitar la comprensión: civilización, fe, el día a día, arte, ocio, medio ambiente, herencia cultural y presente y futuro.

A través de casi una veintena de paneles informativos, ilustrados con fotos, se puede leer, en euskera y castellano, distintos aspectos relacionados con el mundo islámico: sus orígenes étnicos, principales rasgos de su historia, creencias, arte, música o costumbres populares. Quizás esa sea la parte de la exposición más fatigosa por obligar al visitante a prestar suma atención a una gran cantidad de texto.

Para dar dinamismo al recorrido, el visitante puede ‘intentar manejar’ un astrolabio; oler una muestra de jazmín, azahar, jengibre, de comino o mirra; curiosear semillas árabes tradicionales, alimentos esenciales para ellos como la miel o trocitos de piedra utilizadas para maquillarse; y, finalmente, llevarse un recuerdo. Pintar con un tampón en una hoja la inscripción ‘Todos los seres humanos nacen libres e iguales’, en árabe, euskera y castellano.

La Fundación, creada como ONG en 1982 en torno al islamólogo y humanista Cherif Abderramahman Jah y al antropólogo Julio Caro Baroja, ansía desterrar la «islamofobia» presente en el mundo. Con esa idea, establecen lazos de unión con la civilización islámica para revitalizar la memoria histórica europea, mostrando las aportaciones islámicas al acervo cultural de Occidente.

Arabismos

Durante nuestro paseo por la exposición ‘El Islam, patrimonio de todos’, conoceremos los arabismos que campan en la actualidad por nuestros idiomas. Por ejemplo, en castellano, almohada, alberca, arroz, sandía, alcornoque, gandul o ajedrez. En euskera, nos topamos con azalorea (coliflor) o azoka (mercado).

En el camino nos impregnaremos del espacio cultural y político que sembró Al-Andalus en la Península ibérica durante los ocho siglos de vigencia, del VIII al XV. Y del que todavía conservamos multitud de signos.

Una peregrinación perfecta para conocer en profundidad los rasgos más característicos de la cultura islámica, tan cercana, tan imbricada con nuestra historia, y tan lejana, desconocida y, a veces, injustamente vilipendiada.

Al encarar la salida, nos detenemos ante una frase de Albert Einstein: «¿Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio».

Jorge H. Pérez

Eibar

El Correo Digital, Gipúzcoa, 17 de Octubre de 2005