La ciudad de Córdoba desde el periodo romano, tuvo una importante red de abastecimiento de agua potable, la cual era suministrada a través de los acueductos que la conducían desde las estribaciones de la sierra hasta intramuros de la ciudad, abasteciendo las fuentes públicas, las termas y la amplia red de saneamiento. El más antiguo de estos acueductos era el denominado Aqua Augusta Vetus. Fue construido entre los años 19 y 14 a C., iniciado por Agripa e inaugurado por Augusto, siendo subterráneo en la mayor parte de su recorrido. Entraba a la ciudad por la puerta Praetoria (puerta del Osario). Este acueducto posteriormente fue denominado Acueducto de Valdepuentes.
Con la expansión urbana de la ciudad en la época flavia se amplió la red de suministro con nuevas captaciones de agua, así como su distribución, a través de el Aqua Nova Domitiana Augusta por el N.E. y de un segundo acueducto en la zona Occidental.
Estos acueductos estuvieron largo tiempo en uso. El Aqua Augusta pudo quedar inutilizado en parte por un terremoto de mediados del siglo III; no obstante, las captaciones de agua romanas al pie de la sierra y los antiguos y nuevos ramales de los acueductos siguieron suministrando agua a la ciudad y a las explotaciones agrícolas establecidas entre la urbe y la sierra.
Desde la llegada de los musulmanes a Córdoba tenemos noticias de la utilización de estas conducciones, que se mantuvieron y ampliaron adaptándose a los criterios de los nuevos gobernadores. La primera noticia de su uso la encontramos a finales del año 711 durante la conquista de Córdoba ( NAFH I pp. 261– 263), en el asedio a la iglesia de la parte Occidental dedicada a S. Acisclo, a la cual llegaba el agua por debajo de la tierra desde una fuente que había en la falda del monte. En dicha iglesia se habían refugiado unos 400 cristianos con su gobernador. Durante el asedio hicieron prisionero a un esclavo negro llamado Rabbah, al que lavaron para ver si estaba teñido o cubierto de una sustancia negra. Éste sin embargo pudo escapar e informar a Mugit sobre la situación de una cañería por donde recibían el agua los cristianos, la cual fue cortada, acelerándose de esta forma la rendición de los mismos.
Pozos en las casas
Durante el periodo musulmán los habitantes de Córdoba se proveían de agua de los pozos excavados en los patios de sus casas y de algunas fuentes públicas en uso desde el periodo romano, como es la fuente de Qubbas en el arrabal Occidental. Otras fuentes estuvieron promovidas por los propios califas, como el caso citado por Ibn Idari, el cual nos dice que en Octubre del 964 fueron robados los fondos destinados a la construcción de una fuente pública que se custodiaban en la sala del tesoro de la mezquita..
Se ha comprobado en algunas zonas que los nuevos canales de distribución se construían con paredes de mampuesto de caliza y calcarenita dispuestos en seco sin revestimiento, lo cual permitía las filtraciones del agua y favoreciera la captación de agua en los pozos de sus proximidades. Este sistema tenía el inconveniente de poder llegar a ser contaminados por los pozos negros, problema que se generalizó en el siglo XIX causando numerosas epidemias.
Las conducciones promovidas por los emires o los califas sirvieron para llevar el agua a los centros del poder político o religioso tales como la almunia de la Rusafa, al-Zahra, el Alcázar y la Mezquita Aljama.
Dice al Razi que Abd al Rahman I compró la almunia al Rusafa a Razin al-Barnisi, fue comparada con la Rusafa de Siria a la que:
“Sobrepasó en belleza por los altos edificios que hizo construir en ella, el vasto campo que hizo alisar en su parte delantera, la corriente de agua dulce que hizo desviar hacia ella con la que regó los preciosos árboles que plantó en ella… era su sitio predilecto y vivió allí la mayoría de su tiempo”. (Muqtabis II pp 244r – 245v).
Hoy día no sabemos el emplazamiento exacto de la almunia; en un principio se creía que estuvo en el lugar que ocupa el actual Parador de Turismo, situado a su vez en el solar del antiguo convento de S. Francisco de la Arruzafa, el cual se abastecía del agua procedente de un pozo de origen romano todavía en uso, localizado en una casa de la colonia del Patriarca. Esta fuente fue el caput aquae del ramal que llegaba hasta la estación de autobuses de Córdoba.
Otra posibilidad del emplazamiento de la Rusafa es que estuviera por debajo del Parador, en una zona donde se ha detectado en el subsuelo muros de un antiguo edificio en cuyo caso si pudo abastecerse del agua suministrada del pozo de origen romano citado anteriormente, el cual tiene en sus proximidades unas piscinas limarias romanas.
La tercera posibilidad sobre el emplazamiento de la Rusafa es en el Tablero Alto, donde ha aparecido un gran muro con contrafuertes en la c/ Jurista Otbi. Posteriormente, en la C/Valdelomar Pineda, se ha excavado un edificio con muros de sillería de muy buena labra con contrafuertes, orientado como los principales edificios andalusíes. Este edificio tiene situado al Sur una zona que estuvo dedicada a huerta, la cual estaba regada “desde antiguo” por una acequia que venía desde el Cañito de Bazán.
Después de su jura, de lo primero que se ocupó Hisam I fue de terminar la construcción de la aljama que había iniciada su padre, y de la instalación de una pila de abluciones de uso público, dotándola de agua corriente (Dirk p127). Lógicamente, para llevar allí el agua utilizaría las antiguas conducciones existentes.
Tuberías de plomo
Abd al Rahman II, según al Maqqari, llevó el agua desde la serranía de Córdoba por medio de enormes tuberías hasta el alcázar. Así, el agua corría a través de tuberías de plomo por cada patio y salía al exterior a través de diferentes formas que eran de oro, plata y cobre, llenando los estanques y maravillosos zafareches con pilones de mármol romano de bellísimos dibujos.
Para el abastecimiento de agua al alcázar A. Ventura interpretó que este canal había servido originalmente para abastecer al centro de poder tardoantiguo, y que posteriormente Abd al Rahman II lo modificó para adaptarlo al nuevo alcázar.
Abd al Rahman III ordenó en el año 306 H (918 dC) que se construyera un pilón en la fuente de caño que había entre la esquina del alcázar y la puerta de éste, llamada puerta de la Celosía, poniéndole tres tazas alimentadas de agua para comodidad de quienes venían por ella.
A finales del 329 H (dic-940) construyó un qanat para aumentar el caudal de agua que llegaba al alcázar. De esta construcción se conserva una lápida conmemorativa en el Museo Arqueológico de Córdoba.
Con respecto a Madina al Zahra (Nihaya p 33) vemos que Abd al Rahman III hizo conducir el agua hasta ella y en Dirk pp 172 – 177 se nos describe cómo era la pila esculpida y dorada que trajo Ahmad al-Yunani de parte del señor de Constantinopla, así como la pila verde esculpida, que fue traída por el filósofo Ahmad b. Karam. En esta última había grabados y esculturas antropomórficas y no tenía precio. Al Nasir ordenó que fuera instalada en el centro del salón oriental llamado al-Mu`nis, y se le añadieron doce figuras de oro y plata con piedras preciosas, que echaban por la boca el agua que se vertía en la pila.
La ciudad fue construida con gran solidez, perfección y belleza, con sus mármoles y sus columnas, con el agua abundante que por allí corría y regaba los jardines que la rodeaban.
En el Bayan II p 256 encontramos que Al Hakam II en el año 356 (967) construyó una conducción para llevar el agua a los aljibes y a las dos fuentes de abluciones de la Mezquita Aljama situadas en sus lados oriental y occidental. Era un agua pura que provenía de una fuente situada en la montaña de Córdoba. Para realizar esta obra derivó el agua procedente de un acueducto romano, y sus restos han sido encontrados en la nueva estación de autobuses de Córdoba. Tras la conquista de la ciudad, Fernando III donó a la fábrica del templo las aguas que poseía la mezquita, llamándose Aguas de la Fábrica de la Santa Iglesia, la cual se mantuvo en uso hasta mediados del siglo XX.
A través de esta rápida presentación hemos podido comprobar cómo partiendo de las captaciones de agua romanas del pie de la sierra, su mantenimiento y su ampliación según las necesidades de la ciudad, se llega al periodo andalusí, en el que se siguen utilizando y ampliando las antiguas conducciones de agua romanas, adaptándolas a los criterios de los gobernadores omeyas.