El estudio de las almunias en el Magreb y al-Ándalus comenzó a intensificarse hace más de 10 años y durante este tiempo se han multiplicado las investigaciones al respecto. Fruto de dicha labor, se ha constituido una línea de trabajo constantemente enriquecida con nuevos casos de estudio que, además, ha logrado mostrar un panorama heterogéneo en el que destacan las fincas creadas por los soberanos. Estas se entienden, de forma resumida, como espacios de explotación agrícola, lugares de recreo y escenarios de representación del poder. No obstante, se podría reconocer que el detonante para este impulso académico fue la iniciativa de la propia Fundación de Cultura Islámica (FUNCI) cuando se interesó por el Agdal de Marrakech e involucró a distintos investigadores y colaboradores de la Escuela de Estudios Árabes (CSIC) para su puesta en valor, prendiendo de esta forma la mecha de una nueva etapa en el estudio de las fincas agrícolas en el Occidente islámico.
Las almunias meriníes
Si bien los estudios desarrollados hasta ahora han dado a conocer múltiples almunias emprendidas por los gobernantes de al-Ándalus y el Magreb, lo cierto es que el periodo meriní (siglos XIII al XV) había permanecido bastante retraído al respecto. En este sentido, no permanece ninguna finca meriní que se haya conservado en buenas condiciones, como ocurre en cambio con el Agdal de Marrakech (de origen almohade) o el Generalife de Granada (nazarí). Ni tampoco las principales crónicas del momento son generosas revelando la identidad de ejemplos. De hecho, la dinastía meriní no cuenta prácticamente con referencias detalladas a palacios y fincas en fuentes escritas, aspecto inesperado si se compara con su paralelo nazarí.
Sin embargo, el proyecto que hemos llevado a cabo entre 2021-2023 para estudiar la ciudad palatina de Fez la Nueva, oficialmente fundada como La Ciudad Blanca (al-Madīna al-Baydāʾ) por el sultán Abū Yūsuf Yaʿqūb en 1276, nos ha permitido profundizar en el estudio de la que sería por excelencia la finca real meriní. Esta propiedad agrícola y palaciega fue inicialmente estudiada por Henri Bressolette y Jean Delarozière, quienes identificaron su ubicación y dieron a conocer parte de sus vestigios [1], sin embargo , aunque su aportación es muy valiosa para el proceso de estudio, hoy es susceptible de ser acrecentada por medio de la historiografía, la documentación planimétrica y el análisis arquitectónico-arqueológico. Ante esta situación, se pretende recuperar la memoria de al-Muṣāra [almazara, en árabe], un extenso espacio de solaz del sultanato meriní en Fez la Nueva, centrándonos para ello en sus vestigios arqueológicos y en su sistema hidráulico.

La almunia al-Muṣāra
La ciudad palatina meriní se fundó en un enclave ligeramente elevado, dominando el río y aislado de la vieja medina de Fez, ocupando así una ubicación aguas arriba que permitía tener un acceso prioritario al agua del río, favoreciendo de este modo el suministro de la almunia de al-Muṣāra. Esta finca se extendía por una ladera de ligera pendiente situada al norte de Fez la Nueva y separada de esta por el cauce del río y el camino de Fez-Meknés. De tal modo, el principal curso de agua discurría a los pies de la almunia.
En lo que se refiere a fuentes históricas, se cuenta con algunas referencias de gran importancia para identificar la finca y situarla cronológicamente. Por su parte, Ibn Abī Zarʿ (m. 1326) menciona en Rawḍ al-qirṭās la construcción de la gran noria en 1286 y la plantación de la almunia en 1287, correspondiendo estas obras con el comienzo del gobierno de Abū Yaʿqūb Yūsuf (1286-1307), hijo del fundador de Fez la Nueva. Seguidamente, Ibn al-Ḫaṭīb (1313-1374) proporcionó en al-Iḥāṭa la identidad del ingeniero que diseñó la noria, Muḥammad b. ʿAlī b. ʿAbd Allāh b. Muḥammad Ibn al-Ḥaǧǧ, un mudéjar sevillano experto en mecánica. De hecho, señala que la obra fue encargada por Abū Yūsuf Yaʿqūb, lo que significa que el proyecto de al-Muṣāra pudo haber sido inicialmente planificado por el fundador de la ciudad palatina y no por su hijo, quien, ante el deceso de su precedesor, podría haber acometido en gran medida la obra. Tanto Ibn al-Ḫaṭīb como Ibn Ḫaldūn, quienes conocieron de primera mano el lugar, nos ofrecen noticias sobre al-Muṣāra como espacio para recibir y hospedar a sultanes nazaríes. Una de las construcciones más señaladas sería la Qubbat al-ʿArḍ, un pabellón usado para la inspección de tropas, así como para recibir o despedir comitivas. Las descripciones del espacio cultivado, son por ahora desconocidas, aunque una casida conocida resalta su belleza y riqueza natural.
Tanto Ibn al-Ḫaṭīb como Ibn Ḫaldūn, quienes conocieron de primera mano el lugar, nos ofrecen noticias sobre al-Muṣāra como espacio para recibir y hospedar a sultanes nazaríes.
En lo que se respecta a la extensión de la almunia, el estudio propone que el complejo pudo estar delimitado al sur por el camino histórico de Fez-Meknés, al este por un acueducto y al norte por un cambio topográfico en la pendiente. Aunque no se han hallado restos de una muralla perimetral, es probable que existiera, siguiendo así el modelo de otras almunias del Occidente islámico.
El sistema de abastecimiento hidráulico: la noria y el acueducto
Tal como adelantan las fuentes escritas, el sistema de abastecimiento hidráulico de la almunia es uno de sus elementos más notables, incluyendo una gran noria que elevaba el agua del río Fez y un acueducto que la transportaba hasta la finca. Los restos de la noria se encuentra junto a la orilla septentrional del río, frente a la puerta norte de la ciudad palatina (Bāb al-Wādī), consistiendo en una obra de gran masividad construida a partir de dos grandes muros separados por un canal central. Los muros se levantaron de forma piramidal escalonada con tapia de cal y, a continuación, se completaron con obra de ladrillo hasta generar un alzado cuadrangular. De esta forma, la obra de tapia soportaba el peso de la rueda en su punto más alto y lo transmitía al terreno, mientras que las partes de ladrillo, aligeradas con vanos arqueados, constituían una plataforma superior que abrazaba por completo el diámetro horizontal de la rueda.

Aunque su estructura de madera ha desaparecido, aún se conservan las huellas de rotación de la rueda impresas en el muro, revelando un diámetro de 25 m. Esta es una dimensión sin igual en el Occidente islámico para una rueda hidráulica. El ingenio hidráulico permitía elevar el agua desde el cauce hasta el acueducto, en cuya cabecera se encontraban dos puntos de captación. En primer lugar, el caz del acueducto, situado a 7,80 m sobre el eje de la rueda y, en segundo lugar, una torreta piezométrica cuyo nivel de carga se situaba a 10,40 m sobre el eje de la rueda y cuya descarga conducía a un atanor embutido en el murete del acueducto para suministrar agua a presión. Esta segunda opción permitiría llegar a cotas más altas o abastecer surtidores.

En cuanto al acueducto, conectaba la noria con la finca, si bien no se conserva más que su parte meridional a lo largo de 170 m, es decir, desde la noria hasta su intersección con el camino de Fez-Meknés. Este segmento es precisamente el más monumental, pues es el que salva la altura más destacada. A su vez, su trazado presenta dos secciones diferenciadas y marcadas por un punto de inflexión intermedio en el que se atisba un ligero cambio de trayectoria y diseño. La primera (la septentrional) es más estrecha y presenta pequeños vanos arqueados que no siguen un ritmo armónico. La segunda (la meridional) arranca desde la noria con una sección robusta y se organiza a partir de grandes arcos de herradura y contrafuertes. Es posible que se trate de dos fases distintas, consistiendo la segunda en una transformación del acueducto que estuvo ligada necesariamente a la construcción de la gran noria. No obstante, también es posible que no se trate de intervenciones muy separadas en el tiempo, sino etapas en el proceso de construcción que conllevaron el replanteo de la altura y el refuerzo de la primera sección.
Asimismo, el acueducto incluye dos grandes torres octogonales que flanqueaban su intersección con el camino de Fez-Meknés, lo que sugiere la existencia de un vano de paso a través del muro del acueducto enmarcado por las mencionadas torres, que generan un lenguaje arquitectónico y defensivo de gran presencia en el paisaje. Este tramo de muro entre las torres ha desaparecido completamente y se desconocen las características del vano que pudo albergar.
En lo que se refiere al interior de la almunia, cuya planta podía adquirir una forma más o menos rectangular, se encontraban de modo disgregado varios pabellones y albercas. Desde el trabajo de Bressolette y Delarozière tenemos constancia arqueológica de al menos dos conjuntos áulicos y un albercón. Los dos primeros se conservan en estado de ruina y han permanecido hasta hoy gracias a su ubicación dentro de un cementerio que se desarrolló sobre el solar de la almunia en los siglos posteriores a su abandono, en tanto que el albercón, de 55 m de lado, ha desaparecido en la última década como consecuencia de la expansión urbana.

El conjunto 1 se encuentra en uno de los puntos más elevados que habría en la finca, y consiste en una alberca cuadrada de 22 m de lado y un pabellón con pórtico encaramado al norte de esta. Este pabellón contaba con una planta en T y se abría hacia el vaso de agua por medio de un pórtico de tres vanos directamente levantados sobre el muro de la alberca. Su diseño recuerda considerablemente al palacio nazarí del Partal Bajo en la Alhambra, en donde el pórtico concentra todo el protagonismo arquitectónico y se refleja sobre la superficie horizontal del agua.
El conjunto 2 emplea un modelo semejante al anterior, aunque disfruta de un mayor tamaño y de un diseño ligeramente más complejo. El vaso es de 39 x 44 m y el pabellón se proyecta parcialmente hacia el interior del cuadrángulo descrito por la alberca, lo que genera un efecto de levitación sobre el agua. Asimismo, este conjunto conserva una cerca de tapia que lo rodeaba y que delimitaba un jardín interior en torno a la alberca. Esta solución, que pudo también existir en el conjunto 1, aislaba el pabellón del resto de la finca y generaba un espacio noble dotado de mayor seguridad y privacidad. Además, las especies cultivadas dentro de este recinto probablemente fueron más exquisitas y estuvieron enfocadas al deleite del usuario, en tanto que las especies presentes en el resto de la finca tendrían una función más bien productiva.

Por último, en uno de los ángulos del conjunto 2 se hallan los restos de una torre-pabellón construida con tapia y cuyo interior estuvo dividido por tres arquerías de ladrillo. Esta obra sugiere que pudo contar con un nivel superior de terraza desde el que se podía observar la finca desde una cota más elevada.
En conclusión, la almunia de al-Muṣāra fue una construcción de gran extensión y representativa del poder meriní, estando a la altura de otras fincas estatales de al-Andalus y el Magreb. Su configuración interior, aunque resulta muy desconocida, sugiere un sistema polinuclear en el que los pabellones se aíslan con su propia cerca, pero quedan al mismo tiempo integrados dentro del conjunto de la finca. Por su parte, las construcciones residenciales o de recreo mantienen un genotipo de amplia implantación en el Occidente islámico con pabellón-alberca, aunque muestran tipologías desarrolladas e innovadoras. Finalmente, su sistema de abastecimiento hidráulico resulta especialmente significativo al haber contado con una construcción de gran envergadura como la noria monumental de Fez, una obra de autor reconocido que muestra el importante desarrollo técnico del momento y la capacidad edilicia del sultán meriní.
Este breve artículo ofrece una síntesis del trabajo “The Marinid Royal Estate of Ǧannat Al-Muṣāra and Its Great Noria (New Fez, Morocco)”, que ha sido publicado en la revista Journal of Material Cultures in the Muslim World (2024) de la editorial Brill. El documento está disponible en acceso abierto en la página oficial, desde donde puede descargarse gratuitamente en formato PDF.
Referencias
[1] Bressolette, H. y Delarozière, J. (1978–1979), “El-Mosara jardin royal des Mérinides”, Hespéris Tamuda 18, pp. 51–62; Delarozière, J. y Bressolette, H. (1939), “La grande noria et l’aqueduc du vieux méchouar à Fès Jedid”, en IVe Congrès de la Fédération des sociétés savantes d’Afrique de Nord, Rabat, 18–20 avril 1938, Argel, Société historique algérienne, pp. 627–40.