El caso de la mezquita de Tórtoles (Tarazona, Aragón) es excepcional. Se trata de una de las escasas mezquitas medievales de la Península Ibérica que se conserva en altura. Si la de Córdoba nos muestra cómo era la mezquita mayor de la capital del califato; la de Tórtoles cómo era la de una pequeña comunidad rural del siglo XV.
Documentada desde 1450, en 1526 se consagró y pasó a ser la iglesia de la Anunciación. Convertida en pajar con el paso de los siglos, en 1980 el Centro de Estudios Turiasonenses descubrió el ‘mihrab’ y llamó la atención sobre la importancia del edificio, ya que en la techumbre se veía escritura en árabe. En 2015 se inició una restauración, dirigida por Javier Ibargüen, que la ha puesto en valor, y hace tan solo unas semanas dos especialistas de la Universidad de Valencia, Ana Labarta y Carmen Barceló, publicaban un artículo en la revista ‘Turiaso’ en el que estudian y traducen por primera vez los escritos árabes que figuran en el techo.
Entre ellos hay versículos del Corán e información sobre el edificio y quién trabajó en él. Pero, también, y ha sido una sorpresa, una poesía de carácter nostálgico:
«¡Eh! Casa del amor y morada de la paz –se lee–. Tu vegetación está perfumada por el soplo de los vientos. Son ruinas mi noche y mi felicidad junto a los compañeros, cuando os escanciaban las manos de las lluvias, en vela. Moradas que yo amaba y frecuentaba cuando era vencedor sobre los días. ¡Qué buena una época que pasó! Cuando la noche era serena, el amor puro para mí y el corazón, feliz…».
«No sabemos gran cosa acerca de cómo estuvieron decorados los techos de las mezquitas –señala Ana Labarta–. En la de Tórtoles los escritos son sólo una mínima parte de la decoración. Era normal que hubiera versículos del Corán sobre la puerta de entrada a la mezquita, rodeando el ‘mihrab’ y en puntos de las paredes donde fueran legibles. Las citas coránicas se escogían entre las que exhortan a los fieles a rezar y las que mencionan de manera explícita a las propias mezquitas. Las elegía quien encargaba la obra; en el caso de Tórtoles, serían los miembros de la comunidad o aljama mudéjar. También era normal conmemorar con inscripciones las obras de reforma, ampliación y reconstrucción».
Tabicas pintadas
De la techumbre original de la mezquita se han conservado 210 tabicas pintadas. Las tabicas son maderas de un palmo de ancho por medio de alto que cubren los huecos entre las viguetas. Iban alternando una de fondo rojo y una de fondo negro. «En su decoración –señala Labarta–, una presenta una corona, dos una estrella de seis puntas, cinco un ave, siete un escudo, once una roseta, más de cincuenta tienen motivos vegetales, veintiuna ofrecen lacerías… Constituyen una galería deliciosa de motivos populares, un poco naïf».
Lamentablemente, no todas las tabicas decoradas han llegado a nuestros días. Aunque la restauración del edificio ha sido unánimente aplaudida, había señales de un incendio, por lo que es posible que algunas tabicas se quemaran; otras pudieron estropearse, caer, ser víctimas de los agentes atmosféricos… «Debemos darnos cuenta de lo excepcional que es cada pieza conservada, que es un pedacito de nuestro patrimonio. Es un privilegio poder verlas tras más de cinco siglos y además juntas y colocadas en su lugar original y no descontextualizadas en la vitrina de un museo o, peor, desperdigadas en colecciones particulares», apunta la historiadora del arte.
Más de setenta tabicas llevan escritura árabe con las letras de color amarillo; bordeadas en rojo, cuando el fondo es negro, y en negro cuando es rojo. También hay escritos árabes en el papo de una viga y el lateral de otra. Las especialistas distinguen dos calígrafos en el conjunto. Uno trabajó en la techumbre más antigua de la mezquita, pintó el poema y las inscripciones de algunas tablillas, unas con textos religiosos y otras con los datos y la fecha de la decoración. El otro trabajó unos años después pintando tablillas para el tramo occidental y la leyenda de una viga.