Los Sasánidas formaron un gran imperio en Asia occidental cuya influencia se extendió por Mesopotamia, Irán y territorios de Asia central. La dinastía forma parte intrínseca del legado preislámico iraní debido a la trascendencia de su reinado. Aun en el siglo XX el imperio sasánida se seguía instrumentalizando como herramienta política para legitimar la cabeza del estado, enfatizando la gloria y magnificencia de Irán antes de la llegada del islam. Esta retórica predominante en la época de los Pahlavis (1925-1979) se descartó a partir de la revolución islámica de 1979, y los sasánidas quedaron nuevamente relegados a la Historia, subordinados por la ortodoxia religiosa y su rechazo a lo no islámico.
A pesar de ello, con el paso de los años, hemos asistido a un nuevo proceso de recuperación patrimonial del pasado de Irán, que se ha traducido en un incremento de los fondos destinados a la arqueología y la historia, y en el impulso de actividades científicas y académicas enfocadas a rehabilitar el pasado del país. Esta postura más tolerante hacia al pasado preislámico iraní condujo, también, a la creación de la Organización del legado cultural iraní (ICHO) en 1985, una institución responsable del manejo de las excavaciones arqueológicas, conservación, restauración y divulgación de la cultura iraní.
Pero ¿qué es el imperio sasánida y por qué fueron sus técnicas de memoria tan importantes?
El imperio sasánida se desarrolló entre los siglos III y VII después de Cristo. La línea de poder se regía por sucesión hereditaria y se considera a Ardashir I el primer Rey de Reyes (Šâhanšâh) del Imperio. Como ocurre con todo imperio naciente, el nuevo emperador se enfrentó a la necesidad de legitimar la dinastía instaurada. Junto a su hijo, el rey Shapur I, pasó a la historia por cultivar un innovador repertorio de técnicas de memoria, las cuales dotaban al tiempo de una acérrima laxitud en la que los años cobraban un valor subjetivo.
Las técnicas de memoria son mecanismos políticos utilizados tanto en el pasado como en la actualidad para legitimar una entidad, ya sea un partido político, un movimiento religioso o una línea dinástica. Los Sasánidas innovaron este campo mediante el uso de la geografía, los textos de los Avestas (las escrituras sagradas del zoroastrismo), y el arte heredado de civilizaciones anteriores.
La subjetividad del tiempo
Es importante destacar que el tiempo es un concepto relativo, cuyo paso no se medía con exactitud en la Antigüedad. A su vez, es un elemento difuso, puesto que el pasado puede tergiversarse y nublarse en la memoria de los pueblos. Este hecho se agrava en sociedades donde la tradición oral predomina, o en las que la tradición escrita queda relegada a las altas esferas religiosas o dinásticas. Un pueblo que no escribe sus vivencias es un pueblo destinado a olvidarlas – y los Sasánidas supieron explotar esta faceta tan característica de la historia premoderna de su presente para moldear el pasado y asentar las bases del futuro.
Las técnicas de memoria son mecanismos políticos utilizados tanto en el pasado como en la actualidad para legitimar una entidad, ya sea un partido político, un movimiento religioso o una línea dinástica.
Los reyes sasánidas consiguieron apropiarse del pasado, y esto les concedió el control sobre la futura percepción de su pueblo con relación a su figura y reinado a través de la manipulación del paisaje cultural del que los Sasánidas disponían. Bebían de los restos culturales helenísticos (debido a la invasión de Alejandro Magno), así como de los imperios aqueménida y arsácida. Fusionaban estas corrientes artísticas en sus artes plásticas y arquitectónicas, con la intención de otorgar a sus obras un tono clásico, inspirado en las civilizaciones precedentes, con el fin de difuminar la línea entre pasado y presente.
Naqsh-e Rostam – Una técnica de memoria viva
Un ejemplo de estas técnicas de memoria todavía visible hoy en día es el enclave arqueológico de Naqsh-e Rostam, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Fue construido por los Aqueménidas para enterrar a sus emperadores, por lo que el territorio alberga colosales fachadas grabadas en piedra, que se pueden ver a simple vista en la imagen. El recinto tiene una gran importancia no solo por el hecho de albergar cuatro relieves funerarios aqueménidas, sino por su misteriosa torre llamada Ka’ba de Zoroastro, sus restos elamitas y ocho bajorrelieves sasánidas. Suponemos que las tumbas (de derecha a izquierda) corresponden a Darío II, Artaxerxes I, Darío I y Xerxs I. Solamente estamos seguros de que la tercera tumba corresponde a Darío I; las otras, al no poseer ningún tipo de inscripción, dificultan la tarea del historiador de identificarlas con los respectivos reyes.
Ardashir I fue el primer Šâhanšâh en dar comienzo a la fusión entre los restos de la dinastía aqueménida y el nuevo orden introducido, mediante los relieves e inscripciones tallados en el enclave arquitectónico de Naqsh-e Rostam. La cabeza dinástica apuesta por una imagen escatológica representada por Orhmazd, el dios supremo por excelencia de los Avestas, en la cual la poderosa deidad le ofrece un objeto a Ardashir. El bajorrelieve queda rematado por las dos figuras pisadas por los caballos de los personajes principales, cuyo objetivo no es solamente representar el favor de los dioses al nuevo imperio, sino también mostrar la dominancia terrenal y las pretensiones de agrandar su zona de influencia (que sin duda se llevó a cabo), ya que los personajes se corresponden con el rey de los Partos y el demonio por excelencia del zoroastrismo, Ardawan IV y Ahreman, respectivamente. La ostentosa representación de Ardashir I, por una parte, triunfante debido a la victoria sobre los Partos y, por otra, grabada en la historia como línea de sucesión aqueménida, está reforzada por la presencia del Dios supremo. Además de integrar la derrota de los Partos en la tradición zoroastra, la obra implicaba la divinización del monarca, imponiendo admiración, respeto y sumisión entre sus súbditos.
La representación guarda además un secreto que refuerza la técnica de memoria de la otrora necrópolis, convertida en un santuario dinástico para las altas esferas sasánidas: la manera de tratar los cuerpos, los caballos y la composición, ya que es una imitación del arte aqueménida. Es decir, hubo un estudio premeditado y minucioso para enriquecer el relieve postrado en la roca dotándole de una falsa antigüedad.
Otra técnica de memoria es el bajorrelieve de Shapur I, su hijo, quien decidió esculpir una de sus victorias en el centro de las cuatro tumbas. El triunfo esculpido en el relieve es creado para que se aprecie el poderío sasánida. Se presenta así a Shapur I ataviado con su armadura y su corona, cabalgando a caballo. Llama la atención el detallado minucioso en los complementos del personaje principal como los collares alrededor del cuello y el lomo del caballo, ya que contrastan con la humildad del vestuario de las dos figuras postradas ante el rey de reyes. La figura a la que coge de las manos se atribuye al emperador romano Valeriano, mientras que el personaje histórico en postura de sumisión se cree que representa a Filipo el Árabe. La escena está acompañada de un texto de carácter moralizante en el que se trata los beneficios de la piedad, que obviamente guarda estricta relación con el bajorrelieve. En cambio, poco sabemos de la suerte que corrió Valeriano y qué papel jugó Filipo el Árabe en el único rapto de la historia en el que el sujeto raptado era un emperador romano.
Este tipo de intrusión artística en la necrópolis tenía un claro mensaje de legitimización del nuevo imperio, como claro vencedor de los romanos y como continuación del imperio aqueménida. Un ejemplo de técnica de memoria y legitimación. Es importante recordar que el imperio anteriormente mencionado se extendió entre el siglo VI y IV antes de Cristo, por lo que los Sasánidas no podían posiblemente ser descendientes directos de una civilización que se remontaba siete siglos en el pasado. Aun así, la totalidad de sus reyes decidieron plasmarse en los relieves aqueménidas para no solo unir más si cabe su reinado con una dinastía antigua y poderosa, sino también proyectarse hacia el futuro, haciendo su reinado absoluto y atemporal.
Este tipo de intrusión artística en la necrópolis tenía un claro mensaje de legitimización del nuevo imperio, como claro vencedor de los romanos y como continuación del imperio aqueménida.
Otros ejemplos
Los dos primeros reyes del Imperio establecieron las bases conmemorativas de los reyes sucesores, los cuales no pararon nunca de integrarse en monumentos aqueménidas y en la tradición religiosa del zoroastrismo. Si bien Nashq-e Rostam es el “Lieux de Mémoire” por excelencia debido a sus abundantes recursos materiales, que han sobrevivido hasta la actualidad, también encontramos técnicas de memorias en otras zonas del país. Es el caso de Bishapur, ciudad construida por Shapur I, donde se aglutina el arte persa, romano y por supuesto aqueménida. Hay además más enclaves arqueológicos como Staxr, Persépolis y Ardashir-Xwarrah (La gloria de Ardashir), conocida como Firuzabad a partir del siglo X. Todos ellos son lugares de rito en los que se realizaron técnicas de memoria en el plano artístico.
Los sasánidas no solamente fueron pioneros en esta técnica; también asignaron los fuegos de los Avestas a puntos geográficos específicos dentro de su territorio. Si bien el fuego como elemento desempeña una función fundamental en el zoroastrismo, no se ata a ningún accidente geográfico – hasta la aparición de los sasánidas y su intervención en este ámbito, al asentar una nueva manera de interpretar el zoroastrismo. Esta es otra forma de postrarse en el tiempo y modificar la tradición religiosa, divinizar el imperio y a su vez allanar la concepción de dioses inalcanzables.
Las técnicas de memoria fueron un elemento político pionero que dotaron a Irán de una continuidad histórica deseada por sus reyes. Los sasánidas no solamente moldearon el pasado a raíz de una mitología ficticia, sino que mediante este proceso pautaron el transcurso de sus sucesores para continuar la tradición de aunar su reinado con civilizaciones antiguas.
Referencias
Abdi, Kaymar: Nationalism, Politics, and the Development of Archaelogy in Iran. In: American Journal of Archaeology, Jan. 2001, Vol.105 pp. 51-76
Matthew P. Canepa: Technologies of Memory in Early Sasanian Iran: Achaemenid Sites and Sasanian Sites and Sasanian Identity, American Journal of Archaeology, October 2010 Vol. 114, No. 4
Matthew P. Canepa: Building a new Vision of the Past in the Sasanian Empire: The Sancturaries of Kayansih and the Great Fires of Iran. Journal Studies of Palestine 6 (2013)
https://www.britannica.com/place/Ctesiphon-ancient-city-Iraq
https://www.iranicaonline.org/