Para hablar sobre el tema de los árabes en el virreinato, habría que situar el contexto de qué sucede con España y lo árabe en torno al periodo de la conquista de América.
Quiero recordar brevemente que 1492, cuando se descubre América, es el mismo año en que los Reyes Católicos toman Granada, el último reducto musulmán de España, el 1 de enero.
España queda unificada bajo hegemonía cristiana, los habitantes de Granada quedan con un estatuto especial, de musulmanes en un proceso de conversión al cristianismo. Es interesante que las estrategias de conversión usadas en Granada —según lo ha demostrado una investigación de Antonio Garrido Aranda— se utilicen de modelo para las estrategias evangelizadoras en América y viceversa.
En 1570 hay un levantamiento de moriscos en las Alpujarras, territorios de las montañas de Granada, y en 1609 la Corona decide expulsar a los moriscos. Los últimos de ellos salen de la península Ibérica en 1614. Son los habitantes de Ricote.
Ahora bien, expulsar a los judíos, primero, y a los musulmanes, después, busca construir una España homogénea, que rechaza todo lo diferente. Si uno va a vivir a España durante esos siglos, tiene que ser forzosamente católico, bajo pena de ser quemado en la hoguera si pretende burlar esta disposición. La Inquisición tiene por función fundamental perseguir la apostasía.
Entonces, aquellos judíos y aquellos musulmanes que se convierten al catolicismo son vigilados por la Inquisición, y si los descubre judaizando o islamizando, esta institución los pena, e incluso pueden terminar en la hoguera.
Hay varias investigaciones que muestran la presencia de cientos de miles de judíos que se convirtieron al cristianismo. Fueron conocidos como «nuevos cristianos», y luego muchos fueron descubiertos judaizando, entre otras cosas porque en muchos casos la conversión fue forzada (se hicieron cristianos para salvar la vida cuando muchedumbres de cristianos fanáticos invadieron sus aljamas para masacrar a los que se negaban a bautizarse).
Algunos criptojudíos, o marranos, como se les conocía, escaparon hacia América; huyeron de la vigilancia de la Inquisición. Varios de ellos fueron quemados en Lima. Sin embargo, solo hay un caso de una persona llevada a la hoguera por la Inquisición por islamizar, según Los anales de la Inquisición, de Ricardo Palma. La gran paradoja es además que este musulmán era un francés, cautivo varios años en territorio turco, que se convirtió al islam. Lo descubrieron islamizando en Lima y terminó en la hoguera.
Presencia árabe en el virreinato
EI primer asunto que quisiera resaltar es que, si vamos a encontrar una presencia árabe en el virreinato, no es una presencia legal. Por definición, un árabe musulmán estaba excluido en el virreinato peruano, lo mismo que los judíos.
Esto no impidió la llegada de árabes, de musulmanes, que son cosas distintas, como lo tiene claro cualquier árabe. Es decir, se puede ser musulmán sin necesidad de ser árabe. Lo musulmán abarca algo bastante más amplio, a la comunidad de creyentes que a escala mundial sigue las enseñanzas de Mahoma.
Pese a las restricciones y los controles, la alianza dinástica entre Portugal y España permitió durante un periodo, de 1560 a 1640, la entrada de judíos y de musulmanes, encubiertos con otra identidad, al virreinato.
Se tiene muy poca información de estas personas, salvo un caso investigado, del cual sabe el doctor Del Busto Duthurburu, sin duda, que es el de Emir Cigala, quien vivió bajo la identidad de Gregorio Zapata, llegó a ser capitán de los ejércitos del rey, estuvo en Potosí, hizo fortuna y, solo cuando regresó a su patria, reveló su identidad, Emir Cigala, turco.
Habría que decir, pues, que la presencia árabe es muy reducida en el virreinato, pero creo que habría que plantearse la pregunta de si ser árabe es un dato biológico o es un dato cultural.
Si nos detenemos en el dato biológico, la presencia árabe, no ya en el virreinato peruano, sino en la propia península Ibérica es relativamente reducida. La hueste que conquistó España en el 711 estaba formada, por cierto, por gente que venía de la península Arábiga, pero que traía consigo a todo un conjunto de grupos étnicos que se fueron plegando a los ejércitos musulmanes a medida que el islam iba conquistando todo el norte de África.
Es todo un conjunto de grupos étnicos lo que entra a España en el siglo VIII. Hay árabes de la península árabe sin duda, como también hay iraníes, para hablar anacrónicamente. Me refiero a los territorios actuales de Irán e Iraq. También hay gente del norte de África, tanto egipcios como también del actual territorio de Marruecos y de Argelia, el territorio entonces conocido como la Berbería, la tierra de los bereberes.
El legado islámico en la península ibérica y América
Para medir el impacto de lo árabe en el virreinato peruano, es necesario entender cuál es su influencia en la península Ibérica. Hay un indicador interesante que es el idioma.
Sabemos que el castellano desciende del latín. A partir del siglo X, el latín se escindió en conjuntos de lenguas vulgares conocidas como romances y de estas surgió el castellano.
El castellano moderno tiene el mayor aporte, sobre esta base latina, de términos tomados directamente de la lengua árabe. Más de cuatro mil términos del castellano moderno son directamente tomados del árabe.
En comparación, la segunda lengua en importancia, en su influencia en el castellano, es la lengua germánica, llevada a la península por los visigodos. Ella aporta algo así como setecientos términos. Y si se comparan ambas influencias, en las lenguas germánicas la mayor parte de los términos son básicamente patronímicos y topónimos, nombres de personas y lugares; mientras que los términos tomados del árabe provienen de toda la experiencia humana: artes, ciencias, agricultura, minería, navegación, astronomía, filosofía; todas las disciplinas y todas las expresiones espirituales de los pueblos.
¿A qué se debe este enorme impacto de lo árabe en la península Ibérica? En los años recientes se han hecho varias investigaciones que cambian radicalmente la imagen de que España fue una nación quitada por los árabes a sus pobladores en el 711 y que los españoles combatieron durante ocho siglos para recuperar su territorio perdido. España, para empezar, no existía en el 711. Era un conjunto de reinos fragmentados, escindidos, enfrentados entre sí, conquistados por un ejército formado por una hueste de diversos grupos étnicos.
Durante la Edad Media era normal en la antigua Hispania (a la que los musulmanes conocían como al-Ándalus) que príncipes cristianos se aliaran con emires musulmanes para combatir contra otros cristianos, y viceversa, que emires musulmanes se aliaran con príncipes cristianos para combatir contra otros emires musulmanes. Es decir, la frontera no era religiosa.
En segundo lugar, las investigaciones actuales muestran que, de la población musulmana que había en el siglo XII en España, solo la quinta parte descendía de extranjeros, árabes y norafricanos; y las cuatro quintas partes eran ex cristianos o descendientes de estos ex cristianos, convertidos al islam.
¿Cómo entender esta enorme magnitud de la conversión de cristianos que terminaron pasándose al islam? Por una parte, fue el hecho de que los cristianismos pasaban por un conjunto de conflictos religiosos, había muchas corrientes disidentes en la península ibérica, y eso debilitaba el frente cristiano.
En segundo lugar, la expansión musulmana fue extraordinaria. Llegó en setenta años —del 632 a fines del siglo VII— hasta el Atlántico por el oeste; y hasta la India y hasta China por el oeste, gracias a su régimen político, que era asombrosamente tolerante.
Los ejércitos musulmanes conquistadores no ponían más impuestos que los que habitualmente pagaban los habitantes de los territorios que conquistaban a los reinos a los cuales dependían. Les permitían preservar su lengua, su cultura, sus leyes, sus autoridades. Las dos condiciones que tenían que cumplir los conquistados era reconocer la superioridad del islam, es decir, el sometimiento, sin necesidad de convertirse, y, en segundo lugar, pagar el tributo que financiaba la expansión del islam, del territorio del islam: dar al islam, el territorio de los creyentes.
La cultura árabe era esplendorosa, comparativamente con la bárbara Europa feudal, luego de la enorme decadencia cultural que siguió al término del Imperio romano. Eso llevó a una conversión masiva de los cristianos en la península ibérica. Primero, por conveniencia en los sectores dominantes; y luego por deslumbramiento por la cultura musulmana.
EI embajador de Otón El Grande, un príncipe germánico que va a Granada en el siglo XII, para describir esta ciudad, solo puede utilizar, como elemento de comparación, a la fabulosa Bagdad. ¿Por qué? Porque la gente en Iberia viste a la usanza árabe, habla «algarabía». Algarabía viene de al’arabbiya, la lengua árabe, una mezcla de las lenguas romances con el árabe.
Los habitantes de la península habitan, comen, visten al estilo árabe, hablan una lengua que es una mezcla de las lenguas romances con el árabe, algarabía, al’arabbiya.
Legado mudéjar tras las conquista de América
Luego de la conquista de América, a James Lockartt le llama la atención que musulmanes o descendientes de musulmanes lleguen a América, en un estatuto muy modesto. De la gente que estuvo en Cajamarca, solo había una persona, Cristóbal de Burgos, de la cual hay la mención de que se le reputaba de morisco, aunque no hay ninguna confirmación de que fuera efectivamente morisco. Hay que precisar que los moriscos son los ex musulmanes convertidos al cristianismo, mientras que a los musulmanes que en Hispania permanecían como tales, bajo la dominación cristiana, se les conocía como mudéjares.
¿En qué condición llega el resto de moriscos? Básicamente como esclavos. Es interesante la proporción de los géneros entre los esclavos. Los esclavos que llegan a América son de dos tipos: los provenientes del África negra. En este caso, por cada dos o tres hombres viene una mujer; y es porque lo que se quiere es fuerza física, trabajadores no calificados para labores rudas, y esclavos moriscos, entre los que la proporción entre los géneros es a la inversa, por cada varón llegan cuatro o cinco mujeres.
¿Por qué esta diferencia? Porque, entre los esclavos moriscos, los varones son artesanos especializados. Los propios términos «albañil» y «alarife» son árabes. El término mudéjar —ya lo dijimos— designa originariamente en la península Ibérica al musulmán que vive bajo dominación cristiana, pero se mantiene musulmán. De ahí que se dé el nombre de «mudéjar» al arte del que nos hablaba el doctor Del Busto Duthurburu, que va a tener tanto impacto en la artesanía, en el arte, en la arquitectura colonial.
Estos artesanos, albañiles y alarifes moriscos imprimirán el genio del arte árabe en la cultura de Hispanoamérica, pero ¿qué sucede con las mujeres? ¿Por qué esta enorme proporción de mujeres? Utilizando los términos de Lockartt, cuando un español dice que «trae una esclava negra» se puede presumir que la traiga como compañía sexual, pero cuando trae una esclava morisca, es, sin duda, una concubina. El grueso de mujeres moriscas que llega a América lo hace en condición de esclavas, cumpliendo una doble función, de ama de llaves y de concubina. Llegan en una situación bastante modesta. En buena medida, la presencia que adquieren en el virreinato tiene que ver con la fortuna, o la poca fortuna, del compañero al cual están adscritas.
Por oposición a la población indígena, estas moriscas de segunda generación terminarán asimiladas y se convertirán en españolas de pleno derecho. Su presencia, si se ve la situación hoy, se puede todavía encontrar en aquellos territorios de América y del Perú, donde los grupos aristocráticos han sido más bien endogámicos. Estoy pensando, por ejemplo, en Trujillo, donde los rasgos moriscos siguen siendo característicos.
Entonces a partir de esta asimilación de las esclavas moriscas convertidas, por oposición al indígena, en españolas, esta herencia árabe se va a extender sobre el conjunto de lo que es la sociedad virreinal.
Una presencia negada, pero con una gran fuerza, que sigue siendo negada hoy, pero que enriquece enormemente nuestro patrimonio cultural, que nos hace un país de todas las sangres y de todas las patrias en una escala que apenas empieza a conocerse.
Extractado de La huella árabe en el Perú. Leyla Bartet y Farid Kahhat compiladores. Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2010. 257 pp.
Fuente: Chasqui. El Correo de Perú