En estos días de Navidad, casi todos los seres humanos deseamos para nosotros y nuestros seres queridos la paz, la salud, la prosperidad…. Entre las criaturas más excelsas, entre las más elevadas por su virtud nombraríamos a Rabi’a al Adawiyya, la sufi iraquí del siglo VIII, que tan solo anhelaba la unión con Dios.
¡Oh Dios mío!
Cuantos bienes terrestres
Me hayas reservado,
Dáselos a tus enemigos,
Y todo lo que me hayas reservado
En el otro mundo
Dáselo a tus amigos;
Porque a mí Tú me bastas.
¡Oh Dios mío!
Si yo te adoro por miedo al infierno,
Quémame en él,
Y si te adoro por la esperanza del paraíso,
Exclúyeme de él.
Pero si te adoro únicamente por Ti mismo,
No me prives de Tu eterna belleza.
¡Oh Dios mío!
Mi sola ocupación
Y todo cuanto deseo en este mundo,
Entre todas las cosas creadas,
Es acordarme de Ti.
Y en el otro mundo,
De todo cuanto haya en el otro mundo,
A lo único que aspiro es a encontrarte.
Así es por lo que a mí respecta.
Pero Tú,
Tú haz según tu voluntad.