Lo que no es paz
Tratamos esta palabra de formas contradictorias e incluso, hablamos de la Paz con mojigatería, cobardemente. Porque se defiende esta palabra como una declaración de buenas intenciones, pero se ha convertido en un concepto demasiado abstracto, un ideal, un sueno. Entonces, sistemáticamente alimentamos una creencia: «Si es un sueño, no es real, es imposible», sobre todo cuando creemos que esta «paz mundial» depende de otros. La demostración más clara de la hipocresía entorno al discurso de la paz, la vemos en los propios políticos, que, cuanto más imperialistas y tiranos son, mas «justifican» sus agresiones con el discurso de la paz. Incluso, se nos dice que el objetivo de las medidas de «seguridad» es la paz, junto con otro concepto también abstracto e ideal, la justicia.
Cuando hablamos de «paz» lo hacemos a un nivel general, global, y nos alejamos de la palabra y de su sentido porque la convertimos en un concepto en vez de acción. La aspiración de las religiones en general es la paz: rezan por la paz (o para que no haya hambre, ni guerras en todo el mundo). Pero las esperanzas de hacer de la tierra un paraíso siempre quedan frustradas, porque desde que el mundo es mundo, el ser humano nace y crece en tensión. También las otras criaturas del universo. Sin embargo, nosotros tenemos una responsabilidad añadida en lo que hacemos. Y muchas de nuestras acciones, a menudo condicionadas por otras circunstancias quizás ajenas a nuestra voluntad o a nuestros deseos, repercuten en el mundo y eso hay que meditarlo. Ni las montanas, ni los animales, ni las nubes ni el viento, ni la lluvia, ni las piedras, ni la luna gozan de nuestra libertad de acción, pero tampoco podrán considerarse nunca «culpables» de lo que pasa ni de lo que hacen. Si cae una tormenta que hunde un barco, un rayo quema un árbol, un terremoto destruye un pueblo o un águila se eleva con un pequeño ciervo para comer, sabemos que ninguno de ellos comete un crimen. Puede ser más o menos agradable o trágico lo que sucede, pero no podemos cambiar esta naturaleza sin cambiar su dinámica natural.
Cuando hablamos de «paz» lo hacemos a un nivel general, global, y nos alejamos de la palabra y de su sentido porque la convertimos en un concepto en vez de acción.
La vida es lucha
Hay una gran tensión… entre lo que pensamos y lo que hacemos o quisiéramos hacer; entre lo que no hacemos y se tendría que hacer; entre lo que se tendría que hacer y lo que podemos hacer; entre el que podríamos hacer y no nos dejan hacer; o lo que hacen los otros y nosotros no (no podemos, no sabemos…); lo que esperan de nosotros y lo que podemos ofrecer realmente, lo que esperamos del otro y lo que nos encontramos. Estamos hechos de tensiones; nos construimos a nosotros mismos con ellas, y nuestra vida se va estructurando con este tira y afloja que generan nuestras expectativas y exigencias. Hemos de vivir en tensión y fluir. El ser humano sufre. ¿Hay que sufrir? La piedad, la compasión, y ojala que el sentido de justicia, ¿acaso no alimentan una desazón y una angustia solidaria que demuestra humanidad?
Nuestra tradición dice que la comunidad es como un cuerpo; cuando un miembro está enfermo todo el cuerpo enfebrece. Así pues, si el mundo no tiene paz, yo no puedo sentirme en paz conmigo misma mientras cierro los ojos a lo que ocurre. Es decir, no soy “pacífica” sino pacificadora de mi mundo, de lo que tengo a mi alcance, que es más de lo que parece. Pero para esto, antes de mover un dedo, tengo que tener mucho cuidado con todo (taqua) y cortesía con todas las cosas que toco (adab). Nunca tenemos que confundir eso con la resignación de quien no se atreve a cambiar las cosas, de quien piensa que no hay nada a hacer y se cree impotente. Porque quien se cree impotente, se vuelve impotente y quien cree que un mundo mejor es posible es capaz de mejorar las cosas. El Corán dice que no cambia la suerte de un pueblo hasta que este pueblo no cambia. Y un hadiz dice que la justicia es la mitad del islam. Tendríamos que saber qué paz vivimos y que paz buscamos. El sabr se traduce como «paciencia», pero tendría que ser más bien, la resistencia. Eso quiere decir no dejarse vencer. Puedes perder mil veces, y tienes que saber perder porque en la vida todo acaba perdiéndose. La vida se va con cada aliento, pero cada instante presente es una resurrección, un cambio, un renacimiento, una transformación. Luchar toda la vida para el salam, la paz, es no darse nunca por vencido. Y morir en paz es un proceso que se aprende en el gran yihad de soportar todas las muertes dolorosas de la vida.
«¡Enséname como devuelves la vida a los muertos. ¿“Es que no tienes confianza? Sí, pero es para tranquilizar mi corazón!»
(Corán 2:260).
No se puede luchar de otra manera. Nuestro yihad solo puede ser legítimo así; cuando es noble. No se trata de actuar-luchar sin escrúpulos. Dicen que «¡en la guerra y en el amor todo vale»! Pero, ¡no es cierto! Y en este cambio de actitud está la diferencia. Para conseguir lo que quiero, lo que creo que es importante, lo que hay que defender, aquello por lo que vale la pena luchar, he de estar mentalizada, concienciada (el cuerpo, la mente, el corazón se tienen que poner de acuerdo). No puedo defender la LEGITIMIDAD de una causa de forma ilegítima. Aquello que me pertenece, a lo que tengo derecho es halal (lícito) para mí, solo mientras mi comportamiento lo sea. Estos son los únicos límites. Este es el kauzar de nuestros deseos y el placer (ni’ma) en lo que logramos. Entonces no es suficiente que la causa por la que lucho sea justa; también mi intención y acción, en cada pensamiento y en cada gesto tienen que serlo. No obstante, la personalidad (nafs) o personalidades que se realizan en nosotros durante nuestra vida, no tienen que ser aniquiladas, como se predica a menudo. Si lo hiciéramos así, seriamos fáciles de manipular y no seriamos responsables de nuestros actos, dominados por los otros.
Pero hace falta, eso sí, trabajarnos por dentro y despojarnos de nuestras mentiras y disfraces. Antes de hacer alguna cosa de forma innoble vale más sacrificar, soportar, callar… Pero eso no quiere decir quedarse quieto y resignado ante la injusticia (puede ser efectivo, como una forma de resistencia temporal, estrategia de espera para encontrar el momento oportuno de entrar en acción y facilitar el proceso). No es lícito permitir la tiranía y el abuso cuando lo podemos abolir o reducir. La injusticia se aprovecha de la «paciencia» de la gente. Es mejor no actuar-luchar si sabemos que no es el momento, pero no podemos dejar crecer la violencia de los que nos esclavizan creyéndonos impotentes. Porque eso crea también una grave violencia en nuestro interior… (El maltratador fue maltratado y repite aquello que ha vivido). El victimismo somete a patologías sociales y justifica conductas que nos condicionan a una vida ajena a nuestra autentica naturaleza. La paz en eso la encontramos en la conciencia que no se tiene que perder nunca. Si eres un esclavo, tienes que pensar siempre en tu liberación.
Se puede actuar con nobleza y vencer o perder, pero seguir luchando. La victoria no es ganar al otro siempre o inmediatamente, pero consentir el daño es autodestrucción. Se trata de no dejar que te gane el desanimo (sabr: resistencia, firmeza, perseverar, no doblegarse). La paciencia al islam no quiere decir aguantar, soportar y animar-facilitar el abuso sobre ti (sobre tu pueblo, sobre los tuyos). Porque caer en este círculo vicioso corrompe todo el universo.
“¿Por qué decís lo que no hacéis? Y cuando se corrompieron, corrompió sus corazones”
(Corán, 61:5).
Cuando hablamos de enfermedad del corazón, nos referimos a que la energía afectiva y emocional está afectada y la mente pierde clarividencia. Este malestar pone en peligro la salud mental de la persona y así también la paz de su entorno. El sabr se resistir y saber esperar, sin renunciar ni olvidar ni creerse vencida. Con el sabr no se pierde nunca la conciencia, ni la voluntad ni el derecho.
En su sentido más literal “yihad” quiere decir “esfuerzo para lograr el salam”. De la raíz y-h-d (esforzarse, insistir, trabajar con celo y asiduidad, empujar, luchar). El yihad al-akbar (el más grande), se hace desde dentro (hacia ti misma). Quien hace yihad acepta que su paz es combatir todo aquello que la obstaculiza. Conseguir la paz en la lucha. El conflicto interno y externo necesita una ayuda (de los ángeles). Por dentro, es el corazón el que quiere estar tranquilo. La preocupación, el miedo se lleva la paz.
“¿No tenéis lo suficiente con tres mil ángeles? Pues si tenéis sabr y taqwa os reforzare con cinco mil? Para que se tranquilizasen sus corazones”
(Corán, 3:124-126)
La paz es una aspiración y todo deseo provoca frustración si no se puede conseguir. La pasión que provoca en la sensibilidad humana la búsqueda de la paz crea una desazón. El islam no es una fórmula para la felicidad, porque mientras haya sufrimiento en el mundo, el alma padece. Pero el miedo al dolor no nos debe hacer insensibles. Por esto, siempre es necesaria la toma de conciencia y no olvidar quien somos, que queremos. El Recuerdo (dikr) puede ser en voz alta (reivindicación activa) o en silencio (reivindicación secreta), pero siempre es una invocación-deseo, una aspiración a la que no se renuncia nunca. El Corán hace una promesa:
“Verdaderamente, por el dikr los corazones se tranquilizan” (13:28)
Terminología clave
Muslim/muslima (musulmán/musulmana): es quien practica o se esfuerza en el salam. Quien preserva, quien protege del daño, hacerse musulmán. Sano y salvo, haber huido de algo y quedar intacto, ir en paz, preservar a alguien de cualquier daño, proteger del peligro, hacer la paz, vivir en paz, promover la paz, salud.
Islam: el din (camino de la paz), criterio pacificador, curativo.
Saliman: entero, limpio, noble (el corazón). Que desea la paz y la cultiva con alguien, pagar de antemano (salaman). Vender un objeto y cobrar antes de entregar el objeto (fiar). Este mundo que nos aboca mas y mas al miedo al otro=conflicto asegurado. “Es el salman de la casa” (que siempre está en aquella casa, se la hace suya “como Pedro por su casa”, porque es de toda confianza. Quiere decir que el otro es como tú mismo). Salman es un nombre (amigo intimo, de confianza). Salma (nombre de mujer).
Salima: en buen estado, que disfruta de la seguridad.
Daru salam: Las moradas de la seguridad, el Paraíso, el antiguo apodo de Bagdad y del rio Tigris.
Salomón: Profeta Suleiman, hijo de David.
Salam: As-Salam es uno de los Nombres de Allah.
Sakina (maqam): Tranquilidad, calma, protección. Pero más literalmente: reposo, seguridad. La serenidad de sentir protegida tu persona porque los enemigos no se imponen sobre ti: Descenso (nasala), como la lluvia. Cuando la gente se reúne en una casa consagrada a Allah, para recitar y estudiar Corán, desciende sobre ellos la sakina.S-K-N: asentamiento, descanso, confianza, relajación, satisfacción, protección… !El hogar! Muhammad decía que la sakina es cuando se levanta un aire que te hace sentir especialmente a gusto. “Un aire ligero” (algo material, atmosférico), pero no se refiere a la antropomorfización de la “Presencia divina”).
Sensación de hogar
El pueblo judío se siente andante y Martin Buber dice: “¿No has oído decir que la shejina (en hebreo) anda errante en exilio y que por esto, a nosotros nos toca también errar exiliados y andar errantes hasta que llegamos a saber que ya hemos vagado lo suficiente?”. Interpretan con esto que deben preparar un lugar por la shejina.
El islam, en cambio, que ha generado territorios de paso, abiertos, expuestos, identifica la “sensación de hogar” que da la sakina con la protección. Hablamos de un pueblo tradicionalmente nómada que vive con el cielo por techo. Cualquier lugar es el hogar si nos sentimos protegidos y en paz. Pero, para esto, hace falta lograr el maqam (morada, lugar espiritual) de la sakina.
Hacemos un uso cultural diferente. Toda la tierra es tu hogar desde la sensibilidad y cosmovisión islámica. Debemos hacer del mundo un hogar, un lugar habitable.
La libertad del aspirante (hurr al-murid) es la paz que puede encontrar la persona que sigue una vía espiritual, después de una lucha encarnizada frente a los obstáculos en el transcurso de la vida. Puede encontrar cualquier cosa que busca quien se libera del mundo. No le debes nada al mundo, más que tu cortesía (adab) porque el mundo existe por ti, para que luches y averigües hasta donde puedes llegar. Dice Allah, en un proverbio: “Si me buscas es porque ya me has encontrado”.
Decimos que un corazón está muerto o dormido cuando se vuelve duro, por falta de ternura. Entonces es insensible a los efectos de los actos y a la dinámica natural de todas las cosas. Vive su existencia con finalidades de dominio: “…Vuestros corazones se endurecieron y se volvieron como piedras, o aun más duros, porque hay piedras de las que brotan arroyos; y otras que cuando se resquebrajan mana de ellas el agua; y otras que se vienen abajo por miedo a Allah” (Corán, 2:74)
El corazón enfermo (marid) depende de las criaturas, de las cosas, de las circunstancias… de todo menos de su propia voluntad, como un barco a la deriva. Sirve a cualquiera, es manipulado y condicionado por cualquier cosa. Obedecer a alguien, a la gente (sin un motivo coherente o en contra de tu corazón: a regañadientes).
Quien es capaz de liberarse de todo esto ha hecho un gran esfuerzo y su corazón está sano (qalb salim). Es más benéfico para la humanidad, ayuda mejor, porque sus aptitudes y cualidades, su mente, todo su cuerpo está lleno de salud (salam). El potencial de la persona que se libera de los convencionalismos y de los miedos inculcados !puede! se transforma y con el todo a su alrededor cambia. Esto nutre la Paz con mayúscula.
Autor: Yaratullah Monturiol