La herencia de ocho siglos memorables

Autor del artículo: Inés Eléxpuru

Fecha de publicación del artículo: 01/12/2005

Año de la publicación: 2005

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El mito de al-Andalus. A eso pretenden últimamente reducir los ocho siglos de historia hispano musulmana en nuestro suelo, ciertas corrientes reaccionarias. Ocho siglos que no solamente dejaron algunos de los monumentos más señeros y visitados, sino toda una forma de entender la vida, el hábitat, las costumbres culinarias y casi un treinta por ciento de los vocablos empleados a diario en la lengua castellana en determinados ámbitos. Las albóndigas son de origen árabe, lo mismo que el arroz con leche y las empanadas, por muy norteños que parezcan. Y, más allá de las palabras que comienzan en al o en az, cuando decimos diván, azulejo, ojalá y acera, estamos hablando en árabe. Si a eso se lo puede llamar mito, que venga Dios y lo vea.

El mito de al-Andalus. A eso pretenden últimamente reducir los ocho siglos de historia hispano musulmana en nuestro suelo, ciertas corrientes reaccionarias.

De hecho, parte de este legado se puede ver Es tangible y manifiesto, ajeno a polémicas tontas. Córdoba, Sevilla y Granada, pero también ciudades más septentrionales como Toledo, Cáceres, Zaragoza y Tudela conservan edificios, restos arqueológicos y un trazado urbanístico enrevesado y prieto, originario de aquella época. Pero es tal vez en el campo, en las costumbres agrarias, la hidráulica tradicional, los topónimos y la estructura de las viviendas en torno a un patio, donde su impronta resulta mayor. Una huella que se deja rastrear sin dificultad, a través de los itinerarios turísticos más atractivos.

En el 710, cuando Rodrigo gobernaba Hispania desde la capital del reino visigodo, Toledo, un grupo de unos 400 árabes se internó en la costa gaditana bajo el mando de Tarif, (de ahí Tarifa) con la complicidad del conde Julián, a la sazón gobernador de Ceuta, iniciando una serie de incursiones que acabarían con la conquista de España de forma rápida y fácil.

El descontento social en época visigoda, hizo que la población mirara con buenos ojos a los nuevos ocupantes. Las ventajas económicas y fiscales ofrecidas por los musulmanes no fueron ajenas a las conversiones en masa que se sucedieron. Si bajo el gobierno musulmán las “gentes del Libro”, cristianos y judíos, podían seguir manteniendo sus creencias a cambio de pagar un tributo al estado, muchos sin embargo abrazaron la nueva fe, recuperando la libertad personal y de propiedad que les había sido negada por los reyes visigodos. Los musulmanes hispánicos se conocieron como muladíes, y formaron el grueso de la población. Los cristianos que decidieron en cambio mantener su credo, se llamaron mozárabes.

Arabes y bereberes

Jardín andaluz, RabatEl resto estaba formado por árabes, en especial yemeníes, y bereberes procedentes del Magreb. También se perpetuaron algunas comunidades judías fieles a sus creencias, en ciudades como Toledo y Córdoba. Este mosaico de pueblos y religiones dio resultados enriquecedores y favoreció la convivencia, empañada sin embargo por algunas revueltas puntuales como las que ocurrieron durante el reinado de al-Hakam I.

El descontento social en época visigoda, hizo que la población mirara con buenos ojos a los nuevos ocupantes. Las ventajas económicas y fiscales ofrecidas por los musulmanes no fueron ajenas a las conversiones en masa que se sucedieron.

Mientras tanto, el joven príncipe Abderrahman I huía en Damasco de la persecución a la que su familia fue sometida por la nueva dinastía abasí establecida en Bagdad, la capital del imperio. Decidió probar suerte en la recién conquistada al-Andalus (que así se llamaría a la nueva Hispania musulmana), desembarcando en el 755. Con apenas 25 años, consiguió que se reconociera su autoridad y se lo declarara emir en la Mezquita Grande de Córdoba. Surgía así una de las etapas más florecientes de la ciudad andaluza, convertida en capital del flamante emirato Omeya.

Hoy, Córdoba es una de las ciudades con uno de los más vastos cascos históricos de Europa, en continua recuperación y mejora. Toda su vida turística y vecinal, salpicada de calles blancas, rincones enrejados y macetones a reventar de color, se despliega en torno a la mezquita, entre los recovecos de la judería y de otros barrios de origen medieval.

Cuando los castellanos conquistaron la ciudad en 1236, decidieron respetar la Mezquita Grande construida y ampliada a lo largo de los siglos, impresionados por su monumentalidad. Levantaron un templo gótico en su interior, dejando libre su inmenso «liwan», o espacio de oración que, parafraseando a Téophile Gautier, se asemeja a “una vegetación de mármol que hubiese brotado espontáneamente del suelo”. Pero puede que lo que más impresione al visitante sea el «mihrab», o nicho de oración desde el que el «imam» dirigía la plegaria, decorado con diminutas teselas aplicadas por alarifes sirios y bizantinos, que aportan una atmósfera cálida y preciosista.

Función social y educativa

Las mezquitas en al-Andalus, no solamente hacían las veces de templo, sino que cumplían una función social y educativa, al servir como lugar de reunión donde se legislaba y se impartían enseñanzas. Por lo demás, el sistema religioso andalusí era sunní, es decir, que se regía por la sunna, o tradiciones del Profeta, y estaba por tanto exento de todo tipo de jerarquía. La escuela jurídica fue la malikí, la misma que aún impera en el Magreb, y una de las más flexibles. Flexibilidad a su vez aumentada por la peculiar mezcolanza de culturas y credos, y el carácter abierto y vividor de la sociedad andalusí, que alababa la vida social al aire libre, y hacía la vista gorda ante los excesos del alcohol.

Restos de Medina Azahara, CórdobaPero no es la mezquita ni el trazado urbanístico lo único que Córdoba ha conservado de época hispano musulmana. También su forma de vida en torno a un patio sombreado y fresco, así como diversos baños califales, restos de alminares, molinos y fortalezas, y los vestigios de la ciudad palatina de Medina Azahara, a unos diez kilómetros en las afueras. Fue mandada levantar por Abderrahman III en el siglo X para acoger a la corte e impresionar al pueblo y las embajadas extranjeras que, a decir de la crónica, se quedaban sin habla y con “la lengua pegada al paladar” ante semejante despliegue de ostentación.

Las mezquitas en al-Andalus, no solamente hacían las veces de templo, sino que cumplían una función social y educativa, al servir como lugar de reunión donde se legislaba y se impartían enseñanzas.

Al-Nasir, como se conocía al monarca omeya, se hizo a su vez nombrar califa independiente de Bagdad. Personaje hábil y con grandes dotes de Estado, unificó su reinado, que peligraba por la tribalización y las riñas intestinas, y estableció relaciones con los francos y con Bizancio, favoreciendo un ambiente cosmopolita. En aquella época, Córdoba llegó a tener más de 1.000 mezquitas, 800 casas de baños, una urbanización ordenada, iluminación pública y un avanzado sistema de alcantarillado.

Hoy, el conjunto arqueológico de Madinat az-Zahra se desparrama de forma escalonada al pie de la sierra bajo un manto de almendros y pastos tiernos, y enseña los cimientos y alguna reconstrucción de lo que fue una impresionante ciudad cortesana desaparecida bajo el efecto de los pillajes. Córdoba fue además cuna de algunos de los más brillantes sabios medievales, como el polígrafo Ibn Hazm (994-1063), autor del célebre tratado amoroso «El collar de la paloma», el filósofo y médico Ibn Rushd (Averroes, 1126-1198), y su coetáneo Maimónides (1135-1204), reconocido médico y exégeta judío.

Desaparición del califato

Algibe hispano musulmán. Cáceres

Pero, como todo en esta vida, la época de prosperidad y unidad acabó yéndose al traste con la desaparición del califato y el surgimiento de una serie de pequeños reinados independientes árabes, bereberes e hispanos, los reinos de taifas, que tan mala reputación darían a la idiosincrasia española por su carácter indisciplinado. A pesar de que materializaron durante los siglos XI y parte del XII una época de decadencia política, permitieron la eclosión del arte y las letras en numerosas ciudades como Sevilla, Denia, Toledo y Albarracín.

Dos nuevas dinastías bereberes venidas del Magreb para socorrer a sus vecinos andalusíes que empezaban a caer en manos castellanas en el siglo XII, se hicieron sucesivamente con el poder: almorávides y almohades. Ambas tenían armadas poderosas, empuje y una visión mucho más puritana y estricta de lo religioso que los hispanos.

La dinastía almohade, que gobernó al-Andalus en el siglo XII erigiendo su capital en Sevilla, dotó a la ciudad de una sólida infraestructura y la hizo próspera frente a Córdoba. De entonces le queda a la ciudad del Guadalquivir, el “río grande”, ese aire oriental y soleado, su dorada epidermis de ladrillo.

Dos nuevas dinastías bereberes venidas del Magreb para socorrer a sus vecinos andalusíes que empezaban a caer en manos castellanas en el siglo XII, se hicieron sucesivamente con el poder: almorávides y almohades.

El resto almohade más celebrado es la Giralda que fue alminar de la mezquita mayor, y tiene la misma factura que sus gemelas la Torre Hassan de Marruecos y la Kutubiya de Marrakech, con sus muros elegantemente decorados con motivos de «sebka», o panal. También permanece la Torre del Oro, junto al río, de planta octogonal y al parecer llamada así por estar en su día recubierta de azulejos de reflejo metálico.

Patio del Yeso, Alcázar de SevillaDe origen almohade es además el recoleto patio del Yeso, en el corazón del Alcázar moro, en el que, una vez en manos cristianas, Pedro I mandó establecer su residencia al modo árabe, como a él le gustaba adornarse y vivir. No hay que olvidar que lo oriental era el colmo de lo moderno por aquel entonces.

Las Navas de Tolosa

Pero las ansias almohades fueron reprimidas en la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212, que supuso un importante hito para la reconquista de España. Poco a poco, Fernando III y Jaime I de Aragón se fueron haciendo con las distintas plazas andalusíes. Surgió entonces la última dinastía musulmana que habría de gobernar Granada, Almería y Málaga hasta 1492, la nazarí.

Así pues, tenemos en Granada otro de los más espectaculares ejemplos de la herencia de al-Andalus: el arte y la arquitectura nazaríes. Una muestra delicada como un encaje, que sin embargo se ha conservado hasta nuestros días como un milagro de madera y estuco labrado, de azulejos y ladrillo. Y ahí están para atestiguarlo, no solamente la Alhambra y el Generalife, ensalzados hasta la saciedad por los más encendidos autores románticos, sino el Cuarto Real de Santo Domingo, el palacio de Dar al-Horra, el Bañuelo, el Corral del Carbón y la madraza Yusufiyya.

Alhambra, patio de Al Horra

Poco queda por contar acerca de la Alhambra, uno de los monumentos más visitados de Europa, salvo tal vez que, debido a las excelentes relaciones de Mohamed V con Pedro I, hay quien se atreve a decir (últimas teorías de los especialistas en arte islámico) que el mismísimo patio de los arrayanes, con su estanque y sus pórticos de arcos peraltados, está inspirado en el patio de las Doncellas que presidía la residencia mudéjar (cristiana hecha por alarifes musulmanes) de Pedro I en el alcázar sevillano. ¿Arquitectura nazarí versus arquitectura mudéjar y no lo contrario? Y es que en arte, como en historia, el trazo nunca es lineal y está tejido con hilos multicolores y entrecruzados.

Cronología de Al-Andalus

  1. 711. Tras la incursión de Tarif por la costa gaditana, Tariq, lugarteniente de del gobernador del norte de África, Musa ibn Nusair, desembarca en Gibraltar (Yebel Tariq) con un ejército de 9.000 hombres.
  2. 756. Abderrahman I, último superviviente de la dinastía omeya de Damasco, llega a la Península y se hace declarar emir en Córdoba. Instaura una dinastía que gobernará al-Andalus hasta 1031.
  3. 784. Comienza la construcción de la mezquita de Córdoba. En el 822 se ampliará bajo el mandato de Abderrahman II, quien trae consigo un importante periodo de bienestar.
  4. 844. Incursión de los normandos vikingos en Lisboa, Sevilla y Cádiz.
  5. 851. Levantamiento de la comunidad cristiana mozárabe en Córdoba.
  6. 929. Abderrahman III se proclama califa independiente de Bagdad y Comendador de los Creyentes. Comienza el califato omeya.
  7. 955. Se funda Almería.
  8. 961. El sucesor de Abdferrahman III, hombre erudito y amante de las artes, crea una biblioteca con más de 400.000 volúmenes.
  9. 997. Almanzor (al-Mansur) organiza una campaña contra Santiago de Compostela.
  10. 1031. Tras la caída de la dinastía omeya, comienza la época de los reinados independientes de taifa.
  11. 1085. Alfonso VI toma Toledo, y el rey taifa al-Mutamid de Sevilla pide ayuda a los almorávides de Marruecos para parar el avance cristiano.
  12. 1163. Sevilla se convierte en la capital de al-Andalus.
  13. 1195. Las tropas almohades de Yaqub vencen al ejército de Alfonso VIII en la batalla de Alarcos.
  14. 1212. Los ejércitos de Castilla, Aragón y Navarra vencen a las tropas almohades en la batalla de Las Navas de Tolosa.
  15. 1236. Fernando III toma Córdoba.
  16. 1237. Comienza la construcción de la Alhambra, a cargo de al-Ahmar.
  17. 1482. Málaga se rinde ante las fuerzas cristianas, poco después lo harán Baeza y Almería.
  18. 1491. Boabdil, último rey nazarí, capitula y negocia la entrega de Granada a los Reyes Católicos.
  19. 1492. Los Reyes Católicos hacen su entrada en Granada.

Bibliografía

  1. España Musulmana (siglos VIII-XB). Rachel Arié. Editorial Labor, Barcelona, 1994, 558 páginas.
  2. Las Rutas de al-Andalus. Inés Eléxpuru, Carlos Pascual. El País / Aguilar, Madrid, 1995, 326 páginas.

Fuente: Revista Alataïr, Barcelona, noviembre de 2005

Fotografia: Inés Eléxpuru