A poco que se haya leído de Historia de la Filosofía y de la Ciencia es fácil darse cuenta de que ha habido muchos caminos para buscar la Sabiduría. También cabe afirmar que, a veces, se ha considerado que eran errados los unos y seguros los otros. La controversia sobre esto es muy antigua y memorable.
Cuando Sócrates propuso buscar el verdadero saber en el conocimiento de uno mismo y partiendo de la proposición de que él no sabía más que no sabía nada, pretendió abrir una vía nueva, frente a los filósofos llamados naturalistas y más todavía frente a los sofistas. Aquellos habían fundado, sin embargo, las Ciencias físico-naturales y aun matemáticas, y éstos, la Dialéctica, la retórica y varios métodos de argumentar y de usar el lenguaje con mayor propiedad y exactitud.
Sin embargo, durante mucho, Sócrates fue considerado el filósofo por excelencia o, por lo menos, el triunfador frente a saberes problemáticos o simplemente engañosos.
Las palabras sofista y sofisma se cargaron de un sentido peyorativo, aunque modernamente se han dado movimientos de comprensión hacia los sofistas clásicos, con Protagoras en cabeza, que fue uno de los hombres más geniales de su tiempo.
De todas maneras en el mundo actual seguimos teniendo la impresión de que hay una Sabiduría (con mayúscula) muy difícil de alcanzar, muchas sabidurías falsas o equívocas y unos saberes concretos, que se alcanzan mediante el estudio de las Ciencias y que, por desgracia, llevan a la especialización; es decir, a una limitación forzada, dada la cantidad del esfuerzo que hay que hacer para dominarlas.
Las Ciencias se han multiplicado, los conocimientos factuales son infinitos. ¿Qué queda entonces para la vieja Sabiduría de tipo socrático, la del hombre que reconoce que no sabe nada o por lo menos poco?
Es difícil responder: pero la experiencia indica que muchos hombres de hoy, nacidos en medios culturales muy distintos entre sí buscan saber algo, que no está expresado en los saberes científicos especiales. Algo que queda fuera de ellos y aun a veces, si no en contra, sí apartado de ellos: porque con frecuencia también estos saberes particulares dan orgullo, confianza excesiva y pérdida de la sensibilidad para muchos asuntos graves en la vida de los hombres en conjunto.
Las Ciencias se han multiplicado, los conocimientos factuales son infinitos. ¿Qué queda entonces para la vieja Sabiduría de tipo socrático, la del hombre que reconoce que no sabe nada o por lo menos poco?
En efecto, dejando aparte las deformaciones que producen un exceso de especialidad o la especialidad prematura, observamos en nuestros días cómo las Ciencias físico-matemáticas se han puesto al servicio de la guerra y de la destrucción, utilizando conocimientos maravillosos en teoría, para fines repugnantes a la conciencia humana.
Sabiduría en un sentido superior
Se han dado también casos de hombres de Ciencia que han experimentado con seres humanos, como si fueran productos de los que se usan en los laboratorios y se ha abusado de la experimentación con pobres animales indefensos, con una insensibilidad absoluta. Hay, pues, sabios que no tienen Sabiduría en un sentido superior; ni más ni menos.
Pero dirijamos nuestra vista a otros ámbitos. Hay en ellos personas, de distinto carácter también, que procuran buscar, hacerse con esta Sabiduría humana, superior. Puede decirse que, en primer lugar, en cada Religión de las mayores que hay entre los seres humanos, se han dado, desde antiguo, sistemas organizados para alcanzarla. Los tienen el budismo, el Cristianismo y el Islam, por orden de aparición histórica.
Se han dado también casos de hombres de Ciencia que han experimentado con seres humanos, como si fueran productos de los que se usan en los laboratorios y se ha abusado de la experimentación con pobres animales indefensos, con una insensibilidad absoluta. Hay, pues, sabios que no tienen Sabiduría en un sentido superior; ni más ni menos.
Hay sectas derivadas de alguna de estas religiones, que pretenden asumir el papel rector en este aspecto, como, por ejemplo, la de los teósofos. La palabra «sofia», sabiduría, aparece en otros intentos, como el que ofrece la «Antropología».
Pero atendiendo más al espíritu que a la letra, sabemos también que hay otros intentos menos pretenciosos y palabreros de alcanzar un saber únicamente deseable en última instancia, que es el saber moral en esencia, aunque sin ningún elemento de rigidez dogmática, de sectarismo de absolutismo.
Para mi en estos años, ya en la vejez, ha sido una experiencia confortante, en un mundo dominado por falsas sabidurías (o sabidurías mal aplicadas), de orgullo, violencia, agresividad, conocer al Cherif Abderrahman y a su grupo, que, arrancando de lo más noble y universal que tiene el Islam, quieren llegar a esa Sabiduría que no puede ser exclusiva de unos hombres o mujeres de determinado grupo sino de todos los que quieren buscarla, viniendo de aquí o de allá, con un bagaje cultural u otro y con el fin de encontrar paz y libertad para todos.
Y quien dice libertad dice también conocimiento sin trabas, cortapisas y adscripciones.
Ésta en términos pequeños, individuales casi, es también mi vía.
Madrid, 12 de agosto de 1987