El pasado 3 de diciembre la FUNCI asistió al Seminario «Juventud y prevención de la radicalización en Marruecos», invitada por sus organizadores: la Fundación CIDEAL de Cooperación e Investigación y Casa Árabe. Esta iniciativa, apoyada por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) tenía, según sus promotores, el objetivo de «propiciar un espacio de debate y reflexión sobre el fenómeno de la radicalización y las estrategias para combatirla desde la acción social y cultural», y para ello fueron convocados «expertos de diferentes ámbitos, incluyendo sector público, academia y sociedad civil».
El radicalismo, ¿una patología?
El consenso terminológico del seminario entendía por «radicalización» el proceso que lleva a sostener posiciones «extremistas» e «intolerantes» a la expresión de la diferencia, y por tanto anómalas respecto a lo deseable en una sociedad «sana». Si bien se hizo referencia a los contextos sociales, económicos e ideológicos, el tono dominante a lo largo del seminario fue el tratamiento de la «radicalización» como una patología. Así, además de emplearse la ya habitual fórmula «radicalización de etiología yihadista», de inspiración médica, se habló de las «vulnerabilidades» y «carencias» que llevan a los jóvenes a «radicalizarse», como las frustraciones individuales, las rupturas emocionales y los sentimientos de agravio; se diferenció entre radicalización «cognitiva» (la que se queda en las ideas) y radicalización «conductual» (la que se traduce en actos); se hizo referencia tanto a la «prevención» como a la «cura» y la reversión («desradicalización») o a la necesidad de «favorecer sociedades más sanas», en referencia a aquellas que incuban el «radicalismo», como la marroquí en este caso. Se llegó a afirmar incluso la homología entre los procesos de «radicalización» y la drogadicción, se habló de «veneno» y de la necesidad de que los jóvenes puedan pedir ayuda a sus familias para tratar sus «problemas de radicalización».
Un término casi tan ubicuo como el de radicalización fue el de resiliencia, «capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos», según el Diccionario de la Real Academia. La resiliencia, expresión procedente de la psicología, la etología y la física (pues también designa la capacidad adaptativa de los materiales), se presentaba como el principal objetivo de la prevención, esto es, cultivar la capacidad de los jóvenes marroquíes y musulmanes a adaptarse a las situaciones de infortunio y agravio en lugar de reaccionar violentamente a las mismas. «Que los individuos que tienden a radicalizarse en estos países puedan ser confrontados y reeducados», en los términos inaugurales del director general de Casa Árabe.
¿La culpa es del islam?
Si bien las palabras de bienvenida enfatizaron que «la mayoría» de los musulmanes son ajenos a la radicalización, y que de hecho esta es transversal a cualquier ideología, algo en lo que incidieron la mayoría de los ponentes, el propio objeto del seminario y el perfil de los expertos consultados apuntaba, a pesar de todas las cautelas, al islam y a las poblaciones de religión y cultura islámicas. Hana Jalloul, profesora en el Máster de Terrorismo Internacional de la Universidad Carlos III, enfatizó que la «radicalización» es un fenómeno general que se produce en otros ámbitos ideológicos y no solo en posiciones marginales o de oposición sino en los propios gobiernos. Y en ese sentido, denunció que sistemáticamente este tipo de foros pongan el foco en el llamado «yihadismo», porque estigmatiza al islam y los musulmanes. Añadiríamos nosotros que el mismo uso del término, que vincula unívocamente el concepto positivo de yihad con la violencia, es en sí un modo de descrédito del islam.
La «radicalización» es un fenómeno general que se produce en otros ámbitos ideológicos y no solo en posiciones marginales o de oposición sino en los propios gobiernos.
En el mismo aspecto incidió Inmaculada Marrero, de la Fundación Euroárabe de Altos Estudios, quien criticó que se ponga el foco en la radicalización relacionada con el islam y no en otras como la de ultraderecha, que sin embargo es la que protagoniza en mayor medida la violencia «intolerante» en Europa, de acuerdo con los estudios locales al respecto.
Mohammed Fuad Amrani, de la Asociación Tetuaní de Iniciativas Socio-Laborales (ATIL), fue el encargado de analizar el contexto marroquí al que se refería el seminario. Amrani insistió en que los problemas y «vulnerabilidades» de la juventud marroquí son similares a los de los jóvenes de cualquier otra parte del mundo. Lo que falla es la endeblez de los sistemas de protección social y los canales de participación política, que a su vez acusan los condicionamientos políticos y económicos internacionales: el lugar en el que se sitúa el país en el concierto mundial y respecto a instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI). De modo que la voluntad política local, si existiera, tampoco bastaría para generar condiciones significativamente distintas. Esos condicionantes sociales, empero, no implican que la religión no tenga un papel. Según este experto, el islam no es la clave de la «radicalización», como a menudo se asume con mayor o menor disimulo, pero a su juicio tampoco vale desentenderse del tema afirmando sin más que el terrorismo «no es islam».
Sí que existe, explicó, una cierta visión del islam que actúa como fuente de legitimación de violencias de diverso tipo, y lo hace gracias a la promoción que en su momento hicieron diversos Estados —el marroquí entre ellos— del islamismo como modo de contrarrestar y deslegitimar a otras opciones ideológicas. En este aspecto abundó Hana Jalloul, señalando la debilidad doctrinal de los argumentarios que utilizan los llamados grupos «yihadistas», que pueden deconstruirse con un buen conocimiento de los textos islámicos, ya que, en términos generales, a mayor conocimiento del islam menor tendencia al extremismo. Por ello, abundó en la necesidad de generar contranarrativas desde el propio islam, a través del estudio de la Sharía y de la historia. Y solicitó explícitamente la implicación del Estado español en la formación de imames, lo que generó un debate sobre el carácter aconfesional del Estado. Por otra parte, Jalloul también señaló que los analistas del «yihadismo» casi nunca tienen en cuenta la abundancia de diferencias doctrinales e ideológicas que existen en el seno del islam, e incluso dentro del islamismo político, que no peca necesariamente ni de ignorancia ni de «radicalismo». Estas simplificaciones no ayudan nada a la comprensión de los fenómenos que se dicen estudiar y sí a la formación de estereotipos y estigmas.
Amrani insistió en que los problemas y «vulnerabilidades» de la juventud marroquí son similares a los de los jóvenes de cualquier otra parte del mundo. Lo que falla es la endeblez de los sistemas de protección social y los canales de participación política
Criminalización de la pobreza
Sacar al islam de escena no necesariamente deshace los estigmas. Un proyecto de intervención en barrios «marginales» de varios lugares de Marruecos que se presentó durante el seminario afirmaba la necesidad de evitar que la «semilla de la radicalización» que portan los jóvenes de dichos barrios encuentre un campo propicio en el que brotar. «Hay que construir al joven antes de insertarlo laboralmente», ya que la «violencia estructural» en la que vivirían los habitantes de dichos barrios les haría tener una «baja resiliencia» a la «radicalización». Se trata de una justificación que corre el riesgo de criminalizar preventivamente, no el islam en este caso pero sí la pobreza y la clase social. Y, en efecto, la intervención de un representante del Ayuntamiento de Málaga abundó en ello refiriéndose expresamente al peligro latente que supondrían a su juicio los menores extranjeros no acompañados (a los que se refirió con el popular y deshumanizador término «menas»), una vez que la tutela del Estado deja de ejercerse sobre ellos.
La prevención y la cooperación como oportunidades de mercado
Como decía el sociólogo Pierre Bourdieu, rara vez los agentes de un campo social se preguntan por el funcionamiento del campo mismo, porque ello pone en peligro la continuidad del juego. En este caso, nos referimos a las lógicas internas que animan los terrenos del «antiyihadismo» y de la «cooperación», pues no cabe duda de que ambos arrastran inercias endógenas, ajenas a los objetos externos a los que se dirigen. En ese aspecto, se realizaron sendas críticas. La primera fue de Mohammed Fuad Amrani, quien cuestionó el modelo de cooperación al desarrollo, centrado en que la sociedad civil de la sociedad de destino provea los servicios básicos que deberían corresponder al Estado, bajo la tutela de las agencias de cooperación. Ello tiene el efecto de ocupar a las organizaciones no gubernamentales en tareas que no forman parte de su cometido social, y favorecer que las administraciones se desentiendan en cambio de las mismas. Amrani, al contrario, defendió la creación de nuevas formas de partenariado basadas en el fortalecimiento de la sociedad civil para que ejerza el papel que le corresponde: el de conformar un contrapoder activo y crítico, en el sentido más positivo del término.
En un tono más explícito, Inmaculada Marrero señaló la existencia de intereses corporativos en el discurso de la «radicalización», que contribuyen a crear la realidad que analizan. Puesto que la expertise y sus discursos no dejan de ser un producto de mercado, que mueven en torno a sí proyectos, publicaciones, méritos académicos y profesionales, ello incide en el tono perentorio y tendente a la espectacularización que usan en ocasiones los expertos: «A todos nos gusta publicar y dar conferencias, y cuanto más dramaticemos más nos llamarán y más fundamentales seremos», resumió.
Como decía el sociólogo Pierre Bourdieu, rara vez los agentes de un campo social se preguntan por el funcionamiento del campo mismo, porque ello pone en peligro la continuidad del juego.
En sus palabras de cierre, Karim Hauser, de Casa Árabe, observó perspicazmente la ausencia casi total de las personas de las que se habló durante las casi cinco horas de seminario: los musulmanes en general y los jóvenes marroquíes en particular. Una expresión de la importancia de las lógicas endógenas en la configuración de este tipo de eventos, así como una muestra de que los marcos dominantes en este terreno siguen considerando a los miembros de la realidad social de la que hablan como objeto, y no como sujeto de los análisis y las prácticas que les conciernen.