Hasta el próximo día 1 de abril se podrá visitar en Logroño la exposición La Ciencia en el mundo andalusí, de la Fundaciò «La Caixa», junto con la Fundación de Cultura Islámica (FUNCI).
La exposición es itinerante, y ha visitado hasta la fecha diversas ciudades españolas. Su comisario es Cherif Abderrahman Jah, Presidente de la FUNCI. Junto con Los Aromas de al-Andalus, forma parte del programa de actividades que realiza la FUNCI con la Fundaciò «La Caixa», con la que colabora estrechamente desde hace años.
“Fueron muchos los sabios que nos dejaron un inmenso legado científico en época de al-Andalus, no siempre reconocido como se merecía», expuso Cherif Jah durante su presentación en Córdoba, «por eso esta exposición desea rendir un homenaje a aquellos andalusíes que hicieron de las ciencia el empeño de su vida, ayudando a mejorar nuestra existencia”.
La ciencia islámica nació en Oriente
Al-Andalus formó parte del orbe islámico, cuya capital política fue, sucesivamente, Damasco y, después, Bagdad. Pero a mediados del siglo VIII, el gobierno andalusí, liderado por un príncipe omeya damasceno, Abderrahman I, al-Dajil (“El Inmigrado”), se independizó políticamente de Bagdad, rompiendo cualquier vínculo de autoridad con Oriente y la dinastía abbasí, reinante en esa época. No obstante, se mantuvieron los sólidos lazos culturales, religiosos y del idioma árabe, nexo de unión de toda la sociedad islámica.
En Bagdad se fundó la Bayt al-Hikma (“Casa de la Sabiduría) bajo el mecenazgo del califa abbasí al-Ma`mun (s. IX). Este Centro de conocimiento dió respuesta al ansia de saber que caracterizó a la sociedad islámica. Con ello se hizo realidad una serie de hadits, o tradiciones proféticas, que recomendaban: “Busca el saber desde la cuna hasta la tumba” o “La búsqueda de la Ciencia es una obligación para todo musulmán y musulmana”.
La Casa de la Sabiduría de Bagdad
En ella se inició una escuela de traductores, bajo la dirección del caldeo-iraquí Hunayn Ibn Ishaq (s. IX), en la que se comenzó a traducir libros de astronomía, medicina, matemáticas, mecánica, agricultura o botánica, del sánscrito, copto, persa, griego y siríaco, a la lengua árabe, que sería la lengua oficial del saber científico en todo el mundo islámico. El califa al-Ma´mun pagaba estas traducciones a su peso en oro, por ello, los traductores abusaban dejando grandes márgenes y amplios espacios entre las líneas de escritura.
Sabios del mundo musulmán oriental
Estos centros de la ciencia y sus bibliotecas, fueron frecuentados por auténticos sabios islámicos, al-hakim, procedentes de las diversas latitudes del mundo islámico oriental (árabes, persas, iraquíes, sirios, egipcios), que dominaban un saber integral, abarcando en él todas las ciencias, desde las Matemáticas y sus divisiones de Geometría y Astronomía, hasta la Medicina, la Óptica o la Filosofía, e incluso la Astrología.
En la Casa de la Sabiduría de Bagdad, se tradujeron obras médicas persas y griegas antiguas (escuela de Gundisapur y obras de Hipócrates y Galeno). A ello aportaron los médicos musulmanes su concepción islámica de la naturaleza del hombre y de las causas de su salud, unido a una práctica experimental basada en la observación.
En Medicina surgieron grandes figuras como al-Kindi de Kufa y el persa al-Razi (s. IX) junto a Ibn Sina de Bujara (Avicena) (ss. X-XI), que desarrollaron y ampliaron las obras greco-persas, profundizando sobre la patología de muchas enfermedades, mediante la práctica experimental. Escribieron obras enciclopédicas, como el Kitab al-Mansuri de al-Razi y al-Qanun de Avicena, que fueron obras de consulta obligatoria, tanto en el mundo islámico como en el latino medieval, durante siglos. Al-Razi escribió un tratado sobre la viruela y la varicela y los remedios para su prevención y tratamiento, mientras que Ibn Sina, en su magna obra citada, describió la diabetes y el coma hipoglucémico, recomendando un tratamiento de semillas de alholva y cedro, entre otras importantes investigaciones médicas.
El físico Ibn al-Haytam de Basora (Alhacén), ss. X-XI, desarrolló la Óptica en su obra al-Manazir, formulando la revolucionaria teoría de que los rayos luminosos van de los objetos al ojo que los observa y no al revés, como habían afirmado los griegos Aristóteles y Euclides. También Ibn al-Haytam descubrió las leyes de refracción que demostraban la naturaleza material de la luz, preconizando la que hoy conocemos como “teoría corpuscular”. Describió la constitución del ojo (retina, córnea, humor acuoso…) dando una explicación científica al proceso de la visión. Fue uno de los primeros en describir los principios de la cámara oscura (bayt muzlim), construyendo un cajón oscuro con un pequeño orificio en una de sus paredes que, al ser atravesado por un rayo de luz, proyectaba invertida la imagen del objeto exterior. Sistema precursor de las modernas cámaras fotográficas. Su magna obra fue traducida en el s. XII y XIII al latín, con el título de Opticae thesaurus, influyendo en el medievo europeo y en los sabios del Renacimiento, como Leonardo da Vinci.
La astronomía
Los sabios islámicos tuvieron especial interés en la Astronomía, como ciencia que estudia el orbe celeste y es el ejemplo de la autoría divina de la Creación. Mediante la observación de los astros determinaban el cálculo de la medida del tiempo: las horas del día, para cumplir las plegarias musulmanas y la dirección hacia La Meca o qibla, que les señalaba la orientación de esas plegarias; realizaban el cálculo del calendario lunar islámico, determinando especialmente el comienzo del mes dedicado al ayuno, o Ramadan.
En esta ciencia sobresalieron los astrónomos-matemáticos como al-Battani de Harran (s. X), que determinó la duración del año solar, y los persas al-Jwarizmi y al-Biruni (ss. IX y X) ambos de Jwarizm, quienes, basándose en fuentes indias, persas y griegas, desarrollaron las Matemáticas. A través de la obra de al-Jwarizmi se introdujo en Occidente el conocimiento de los numerales de posición de origen indio con base diez, lo que supuso la recepción del sistema decimal.
Con el gran desarrollo de la Astronomía, se inició el manejo del astrolabio (asturlab) o proyección estereográfica de la esfera celeste, sobre el plano del ecuador, basándose en la formulación del griego Ptolomeo (s. II). Este instrumento era necesario para medir la altura de los astros sobre el horizonte, calcular los ángulos horarios, la hora de la salida y la puesta del sol, así como la posición del sol a lo largo del zodíaco.
Se escribieron muchos tratados sobre el astrolabio en el Oriente islámico, y construyeron gran cantidad de ellos, siendo famoso en el s. IX, Ali ibn `Isa al-Asturlabi (“el constructor de astrolabios”) procedente de Harran (Mesopotamia)
La recepción científica en al-Andalus
Como hemos dicho, al-Andalus formó parte ineludible de ese orbe islámico, evolucionando culturalmente bajo el magisterio del oriente islámico, y aunque las relaciones políticas de los omeyas reinantes en Córdoba, no fueran óptimas con la dinastía abbasí de Bagdad, hubo siempre una relación constante gracias a la gran cantidad de viajeros andalusíes que, de Occidente a Oriente, se desplazaba a través del Mediterráneo.
Su objetivo principal era cumplir con la peregrinación a La Meca (Hajj), pero realizada ésta, se prolongaba el viaje para visitar El Cairo, Damasco, Bagdad y otras ciudades culturales del mundo islámico. Allí se contactaba con los grandes maestros de diversos saberes, incluso con maestros místicos, y se aprovechaba para adquirir libros en los numerosos zocos de libreros de aquellas ciudades, comprando las últimas novedades científicas. Estos libros se traían hasta al-Andalus, enriqueciendo sus numerosas bibliotecas, como la del califa al-Hakam II en la Córdoba del siglo X, que reunió más de 400.000 volúmenes.
Con el tiempo, esos alumnos andalusíes aventajaron a muchos de sus maestros orientales, desarrollando sus propias teorías y aumentando ese caudal de conocimientos. Siglos más tarde, la mayor parte de esa genial obra andalusí fue mandada traducir al latín y al romance por el rey castellano-leonés Alfonso X el Sabio, en la Escuela de Traductores de Toledo y, por esa vía, fue conocida y estimada en Europa.
Los espacios de la ciencia en el mundo andalusí
A lo largo de los más de siete siglos de existencia como entidad territorial, en al-Andalus se desarrollaron las diversas ciencias a través de sus propios sabios, nacidos en la Península. Los maestros, las escuelas y las diferentes disciplinas tuvieron un esplendor específico dependiendo de cada época. Ciencias, espacios, épocas, y protagonistas, que representamos en cada uno de los ámbitos expositivos:
La Tecnología de lujo, materializada en clepsidras (relojes de agua) y autómatas, fue propia de los palacios y representaba la ostentación del poder político.
La Astronomía, o Ciencia de la Forma del Cielo, bajo mecenazgo real, se circunscribió a los estudios y observatorios de maestros y discípulos, creando auténticas escuelas. Su hermana menor, la Astrología, aunque no aceptada por el Islam, fue muy solicitada por los gobernantes y se hizo muy popular, tanto en el mundo islámico, como el mundo latino medieval. Junto a la Astronomía se desarrollaron las Matemáticas.
La Medicina y la Farmacia, también bajo auspicio califal, se ejercieron muy unidas, cerca de Bibliotecas y Jardines Botánicos reales donde poder estudiar y experimentar nuevos medicamentos. Junto a ellas, la heterodoxa Alquimia se redujo a espacios secretos y cerrados, en esa búsqueda de la piedra filosofal o elixir de vida (al-iksir).
La Agricultura fue uno de los dinamizadores de la economía andalusí. La conocida posteriormente como “Revolución Verde” trajo consigo la aclimatación de nuevos cultivos originarios de Oriente, con gran desarrollo de la Botánica, y supuso el aumento de las redes de regadío, multiplicando la producción, hasta el punto de poder exportar los excedentes tanto al mundo islámico, como a los reinos cristianos.
El Arte de la Arquitectura, se realizó gracias a un gran conocimiento de la Geometría, conjugando efectos visuales y lumínicos, mediante la utilización de una bella decoración, del agua, de la luz y de los jardines, por parte de los alarifes andalusíes.
Entrada gratuita
Lugar: Logroño.Carpa instalada en la Plaza del Ayuntamiento.
Fechas: Del 15 de febrero al 1 de abril de 2008.
Horario: De martes a viernes, de 12.30 a 14.00 h y de 18.00 a 21.00 h. Sábados, domingos y festivos, de 11 a 14 h y de 17 a 21 h. Lunes no festivos, cerrado.